MI PERIPLO DE PRINCIPIOS DE AÑO: PARÍS (SEGUNDA PARTE)
Por FAUSTINO PÉREZ
El taxi contratado para llevarnos al aeropuerto de Las Américas de Santo Domingo llegó justo a las cinco de la tarde, y para mi sorpresa el taxista sólo nos cobró por llevarnos 650 pesos dominicanos. Después de los trámites rutinarios en el aeropuerto, esperamos en la zona franca de la terminal, y el avión de Air France despegó con 20 minutos de retraso, a las 9: 30 p.m.
La cena durante el vuelo no tenía nada de particular, por no decir que era mediocre, ya los tiempos en que servían solomillo a bordo han pasado a la historia; luego apagaron las luces e intentamos conciliar el sueño durante el vuelo de aproximadamente ocho horas.
Cuando empezó a amanecer el aparato fue descendiendo poco a poco mientras penetraba por una densa capa de nubes invernales, y así aterrizamos en París a las 10:15 de la mañana del día siguiente, o sea, del día 2 de enero. En ese preciso momento en Santo Domingo eran las 5: 15 de la madrugada, es decir, cinco horas menos. Hacía un año casi justo que habíamos pasado en tránsito por ese aeropuerto hacia Tokío.
El aeroparque Charles de Gaulle es inmenso, como era de esperarse en la ciudad que más turistas recibe anualmente en el mundo. Desde el aire parece dos números 8 colocados uno encima del otro, y cuenta además con varias torres de control. Cuando los pasajeros nos dirigíamos a la recogida de equipajes nos encontramos con una barrera policial en uno de los pasillos, y para dejar pasar a uno había que mostrar el pasaporte. Después de los trámites de inmigración, la primera prioridad era cambiar dólares por euros; y lo que no me hizo ninguna gracia fue que mis primeros mil dólares que cambiaría, se convirtieron por obra y gracia de las cotizaciones fluctuantes en 608 euros.
La segunda prioridad era localizar la Oficina de Turismo, pero al llegar a ella estaba cerrada, y me informaron que tenía que ir a otra terminal. La otra oficina también estaba con las luces apagadas, y en eso vi una máquina de Internet, que era la tercera prioridad, para informarle a la familia que habíamos llegado bien; de esas que en vez de un ratón, tienen una bola metálica pesada, y para hacer clic izquierdo o derecho poseen un par de teclas. Al final resultó que la máquina estaba dañada, y de esa manera tonta perdí dos euros.
En algunas áreas del aeropuerto hacía frío, y tuve que abrir la maleta para sacar un abrigo. Además, noté que las salidas están identificadas con números con puntos decimales. Luego abrió por fin la oficinaturística, y me enteré de la salida para tomar el autobús de la línea Roissybus, - la cuarta prioridad - , que llega hasta el edificio de la Ópera de París, en pleno centro de la gran ciudad, capital de Francia, la tierra – según ellos - de la Liberté, Égalité, y Fraternité; la cuna de Napoleón, y de la Marsellesa. El país de los perfumes y de las variedades de quesos.
Este autobús es articulado y de gran tamaño. Después de esperarlo como 20 minutos en una especie de oficina de buen tamaño con una temperatura de casi cero grados centígrados, que se sentían mucho más por el factor viento, subimos al transporte y nos cobraron 8.60 euros por persona.
Cuando se llega a Europa, sobre todo en invierno, aparte del clima, lo que más le choca al visitante tropical, es el predominio de los tonos grises, con algo de marrones. Atrás queda el colorido de la vegetación de estas latitudes, de la vestimenta, de las viviendas y del verde azulado del mar.
Los árboles están pelados, es decir, sin hojas, pero no están secos aunque lo parecen; el cielo luce gris, muchas veces encapotado, y la gente camina por la calle abrigada principalmente con tonos oscuros. Es una estampa totalmente diferente de la que se vive aquí, a la que el visitante del Caribe tiene que acostumbrarse; y en ocasiones, se sangra por la nariz porque los vasos capilares tardan en adaptarse al cambio de temperatura. Otras personas tienen problemas con la mucosidad descontrolada.
Pero todos los pequeños problemas de adaptación se olvidan pronto al llegar a una de las grandes capitales del mundo, que marca pautas y tendencias en el arte y en la moda; una de las ciudades más elegantes entre las llamadas urbes clásicas, adornada profusamente con luces con motivo de las festividades navideñas.
Al llegar a la Ópera me despisté porque la línea del autobús termina en una calle lateral corta que casi nunca aparece con nombre en los planos, y hacía años que yo no caminaba por esos predios. En eso vi una pareja que venía y le pregunté en mi simpático y precario francés por la Rue de la Paix, la cual desemboca perpendicularmente en la calle del hotel, y ellos me contestaron en inglés yankee que eran turistas; pero al consultar el plano de la ciudad, pronto recuperé la orientación y así llegamos a pie al hotel del mismo nombre de la calle, en el número 221 de la Rue St. Honoré, http://www.hotel-royal-st-honore.com/nngzd, atravesando la bella y simétrica Place Vendôme.
En el hotel e cuatro estrellas no hubo ningún problema porque el personal es muy profesional, amable, y habla varios idiomas, y además está ubicado en el centro de París, desde el cual se puede llegar andando fácilmente al metro, al Museo del Louvre, al Museé d’Orsay y al Centro Pompidou, entre otros lugares de interés. La habitación doble muy acogedora con un televisor de pantalla plana de 27’’, y un altavoz en el baño, para seguir escuchando la tele. Todo por la friolera de seiscientos dólares diarios, con desayuno incluido.
Descansamos un par de horas, y salimos a pasear a pesar del frío que sentíamos, hasta llegar a la Plaza de la Concordia que también está cerca del establecimiento hotelero. A un lado de la plaza tenían montada una especie de parque de atracciones con una noria bastante grande, y varios puestos de venta de souvenirs y de comidas rápidas. Observé un poco de basura en los bordes y varias gitanas pidiendo limosna entre la multitud, quienes se aproximan al turista preguntando: “you speak english”, y si se les responde afirmativamente, entonces sacan un pequeño cartel en francés o en inglés, que dice que tienen hambre y que les den dinero para comer.
Pero yo no estaba en eso, uno ve tanta miseria en el subdesarrollo que una gitana profesional de la mendicidad no me causa ninguna impresión, y la idea que yo tenía era intentar divisar la pirámide creada por el arquitecto Pei del museo del Louvre, al mirar hacia el lado opuesto de la plaza, por donde está el Jardín de las Tullerías, pero no pude distinguirla. En el centro de la plaza está el famoso obelisco egipcio, y al mirar hacia la derecha se encuentra la iglesia de la Madeleine, y hacia la izquierda se llega a la Asamblea Nacional. También, quería ver el “espectáculo” maravilloso e inolvidable de los Campos Elíseos, - la avenida más bella del mundo - , iluminados en navidad, que se hallan al frente.
La verdad es que los franceses saben hacer sus cosas, porque esas luces con efectos de movimiento hacia abajo eran impresionantes, parecías lágrimas moradas lumínicas cayendo, con los árboles iluminados rematados al fondo con el majestuoso arco de triunfo. Los Campos Elíseos además tienen otra particularidad, y es el ruido característico que producen los vehículos al transitar por sus ocho carriles, (cuatro de ida y cuatro de vuelta), ya que ruedan sobre adoquines casi cúbicos colocados en forma de semi-círculo de aproximadamente un metro, mientras por sus amplias aceras pasean miles de personas procedentes de todas las latitudes.
Hacia la izquierda de los Campos, al fondo se divisa la bandera francesa que tiene en lo alto el Grand Palais, y más alejada aún se contempla la Tour Eiffel, el monumento más emblemático de la ciudad, imitado en otros países, y el más visitado del mundo.
Esta gran avenida es más estrecha que la 9 de Julio de Buenos Aires, pero es más elegante, más armoniosa y le sirvió de modelo. Los bonaerenses con su vía de 450 pies de ancho, es decir, más ancha que la longitud de un play de béisbol, que suele tener 411 pies, han sido los únicos en el mundo que se han atrevido a desafiar a los Campos Elíseos.
Esa misma noche intentamos hacer el city tour, pero la parada estaba muy lejos de la plaza, y decidimos regresar al hotel, ya que yo tenía curiosidad por comprobar el tratamiento mediático que estaba recibiendo el presidente Sarkozy a raíz de sus amoríos con Carla Bruni, conocida como la “devoradora de hombres”, por el extenso listado de sus conquistas. Ella, incluso, ha salido desnuda en revistas en poses artísticas, y en ropa interior en anuncios de la tele y en pasarelas de alta costura. Esto es algo que casi no tiene precedentes en el mundo, y además se trata de un comportamiento inconcebible en la gran mayoría de los estados, por parte de un primer mandatario.
Sin embargo, el ligue del presidente recibía muchísima más atención fuera de Francia, que en su propio país, porque los franceses alegan que esa es su vida personal, y prácticamente lo ignoraban.
En el hotel tenían una selección de canales de televisión en diez idiomas diferentes, con varias alternativas en casi todas las lenguas: francés, español, alemán, italiano, ruso, chino, japonés, árabe, inglés y portugués; seguramente para complacer las demandas de los huéspedes que más frecuentan ese establecimiento hotelero.
A pesar de que biológicamente mi cuerpo aún no se había adaptado al cambio de horario, o sea, que para mi metabolismo eran las seis de la tarde, y de la oferta de canales de televisión tan interesante, caí rendido, ya que había sido un día muy largo.
martes, enero 29, 2008
LA BELLA LUTECIA
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