Por FAUSTINO PÉREZ
Aunque el vocablo "feminicidio" no está incluido en el diccionario de la Real Academia, no es menos cierto que el término se ha impuesto para expresar una realidad preocupante: El asesinato o provocación de la muerte - casi siempre violenta - de una mujer. Hoy por hoy, somos unos de los países con mayores índices de feminicidios del mundo. Un triste privilegio.
La motivación más alegada es el arrebato de celos; sin embargo, sin dejar de ser cierto esto, existen otras muchas otras causas que propician el cometer ese tipo de delito, o sea, que “preparan” el escenario para cometer el crimen.
Por un lado tenemos la crianza a la dominicana, excesivamente sobreindulgente. A los niños, en sentido general, se les da demasiado mimo, y se les consiente muchísimo; la práctica llega hasta el extremo que muchos padres apoyan y se pelean abiertamente por sus hijos, de cara a los demás, aunque estén en falta los críos. Este fenómeno de consentimiento se produce entre los ricos que les regalan y les permiten todo lo que quieren, y curiosamente entre los pobres también se consiente, porque “los pobrecitos no tienen de nada”.
Esta actitud trae como consecuencia que los varones crecen creyendo que todo es de ellos y que pueden hacer lo que les da la gana, porque están protegidos; es decir, son seres inmaduros que desconocen cómo cruzar una calle donde se debe, o tirar la basura en el sitio que corresponde, por poner dos ejemplos sencillos. Estos hábitos significan que no saben ser ciudadanos responsables, porque son entes caprichosos y veleidosos.
A lo anterior hay que sumarle el criterio muy dominicano, - en vías de desaparición - , de que a los varones hay que celebrarles todas las novias que logren conquistar, y a las hembras hay que pretegerlas (aunque ya las jóvenes no están tolerando que las cohíban). Aquí se incluye a las propias madres que son principalmente quienes inculcan el machismo en sus hijos varones, y disfrutan, comentan, y celebran las conquistas de ellos. Es como una especie de venganza, que pretende que sus hijos varones les hagan a las demás mujeres lo que les hicieron a ellas, - las que son madres ahora - , en su día.
Las hembras, en la tradición de crianza dominicana son criadas como seres frágiles y para que sean amas de casa, lo cual produce un tipo de mujer insegura que necesita que la protejan; lo cual se agrava por la actitud irresponsable del varón que al casarse quiere tener todos los privilegios del soltero, y todos los de los casados simultáneamente.
La necesidad de ser protegida llega hasta el extremo patológico en demasiadas mujeres, de creer que el hombre que las golpea y maltrata, lo hace por amor, o sea, que la quiere.
Lo que sí es seguro es que se ha perdido la pasión por el estudio entre el sexo masculino. Si uno va a cualquier universidad dominicana podrá comprobar fácilmente que los hombres cada día estudian menos. El modelo de capacitarse para tener un trabajo bien remunerado y con futuro está en franca crisis, porque los varones se dan cuenta de que en los negocios ilícitos, en la política, o en el juego de azar, tienen más recursos y futuro, y encima, mucho más rápido que estudiando. En el mismo ámbito, cualquier jovencita universitaria alardea ahora de tener varios novios, en un machismo a la inversa, y emplean las nuevas tecnologías como el celular, para no coincidir con dos o más de ellos, en un mismo lugar. Lo interesante es que una vez casadas, ellas no quieren perder los privilegios que tenían cuando solteras, y siguen con sus affaires extraconyugales.
Al capacitarse la mujer mucho más que el hombre, y disponer de recursos económicos con su trabajo fuera del hogar, ha traído como secuela una mayor independencia de actuación, lo que choca de frente con el criterio de la mujer que tolera todo lo que le hagan pacientemente, como ocurría en el antiguo paradigma, incluyendo el que su hombre llegara borracho de madrugada; o bien, que la pusiera a cocinar un sancocho para los amigos de él a altas horas de la noche, como se acostumbraba antes. Ahora las madres “emancipadas” educan a sus hijas para que no sepan arreglar la cama, ni que se desempeñen fregando, ni mucho menos que conozcan de cocina; o sea, que se ha pasado al extremo opuesto.
Por otro lado, al/la dominicano/a le enseñan culturalmente a “amargarse” por amor, lo cual es exacerbado con ciertas músicas llamadas de “amargue”, que propician las bajas pasiones. Si a esto le sumamos el alto grado de alcoholismo que existe en la población dominicana, incluyendo a los jóvenes, se produce una mezcla “explosiva”. Aún no se ha evaluado el daño que producen las bebidas alcohólicas y los talentos que ha frustrado en nuestra sociedad.
Debido a los problemas sociales que son reales, y a la capacitación de la mujer en todos los campos laborales, lo anterior ha traído como consecuencia presiones para proteger a la hembra de la especie, pero en algunos casos se han excedido, debido a la influencia y al control femeninos del aparato judicial; ya que ahora una simple bofetada - que por muy humillante que sea para la mujer – no debería de ameritar varios años de cárcel para el agresor, pero para una jueza sí. Si por un puñetazo le tocan varios años de carcel al hombre, es mejor matarla y soportar unos cuantos años más, es el criterio generalizado.
Otro factor que influye en la violencia contra las mujeres, es la publicidad, y el llamado “efecto demostración” que les crea necesidades ficticias; y si los salarios de ellas y lo que les proporcionan sus maridos o concubinos no les alcanzan para sus caprichos, entonces, recurren, a buscarse otros hombres que les hagan “regalos” a cambio de arrumacos y de relaciones carnales. Naturalmente que esta es una forma de prostitución más o menos solapada. Al ser descubiertas, el hecho normalmente produce reacciones violentas en el hombre que se considera engañado.
La ignorancia en la alimentación, incluyendo el consumo excesivo de azúcar por parte y parte, produce en la persona una sensación de malestar y de agresividad cuando se le termina el azúcar en la sangre; se sabe estadísticamente, que ocupamos uno de los primeros puestos mundiales en el consumo per cápita de azúcar, y ese dulce es adictivo. Incluso, en el país se consumen más bebidas gaseosas que leche. También está la abundante ingesta de grasas, sobre todo al comer tantos alimentos fritos, lo cual redunda en una pesadez estomacal, y una posible acidez, etc., en el/la que ingiere tantas frituras, aparte de otros problemas cardiovasculares. Entre los dominicanos hay gente que se torna de mal humor de repente, o amanece malhumorada, y no se sabe el motivo. He ahí las causas.
Existe un factor curioso, y es el hábito tan dominicano importado del ámbito rural, de hablar en voz alta, lo cual se ha potenciado con el mal empleo de las nuevas tecnologías incluyendo los equipos de música, los i-pods y el walkman, que producen a diario problemas de sordera en la población, hasta en los jóvenes. El hablar en alta voz causa una reacción de defensa en el interlocutor, - es un problema antropológico - , y crea una aceleración en las discusiones intrafamiliares en este caso, porque la otra persona tiende a contestar en alta voz también.
La terquedad femenina, la astucia, y una mejor optimización de los hemisferios cerebrales son las “armas” principales que emplea, en general, la mujer para compensar su menor fuerza física, lo cual es mundial; principalmente la terquedad, si bien hace que ella logre muchas cosas, por otro lado, la convierte en incapaz de ceder cuando debiera y de adaptarse a ciertas situaciones cambiantes.
El egoísmo y ese afán de posesión del ex macho, que no ve con buenos ojos, ni tolera que su ex consorte esté ahora con otro hombre, es algo que produce casi siempre una reacción violenta. Este es un instinto básico en la especie humana. En muchas poblaciones dominicanas se acostumbra a burlarse, incluso, públicamente, del ex marido, amante, o novio; lo cual atenta contra el amor propio del afectado.
Si bien se dice que “la venganza es dulce”, para la mujer que sufre y padece la violencia, y es hasta asesinada, esa sed cultural de desagraviar que tiene el ex macho no es nada esperanzadora, y al cambiarse los roles de género, y batirse en retirada el macho dominicano, eso produce violencia. Es como aquel que está perdiendo una batalla que quema y saquea todo en su retirada.
Lamentablemente, esto significa, que hasta que el ex macho dominicano no asimile su nuevo rol en la sociedad y se resigne, seguirá la violencia contra la mujer, y eso no es asunto de días. Antes el hombre la quería virgen para casarse, y ahora el que pretenda a una doncella tiene que buscarla no sé dónde; es cuestión de adaptación, ya el himen no es “propiedad” del macho, sino de ella misma. No nos olvidemos que en la cultura dominicana la “mujer lo da, y el hombre es quien lo pide”, con todas sus consecuencias.
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