jueves, febrero 05, 2009

EL MILENARIO EGIPTO: MI VISITA A LA TIERRA DE LOS FARAONES (5)

Por FAUSTINO PÉREZ


A propósito del espectáculo de luz y sonido, cuando yo pagué los 85 US dólares que nos cobraron el día anterior, me sucedió algo curioso, y es que yo por costumbre estaba esperando el recibo, y al pedirlo, el guía me dijo que no hacía falta porque él era musulmán; y de hecho cumplió su palabra. Todo un contraste cultural.
La siguiente jornada era domingo y estaba reservada para ir a Saqqara y a Menfis. Salimos del hotel a las 8:15 a.m., después de esperar algunos minutos a otros huéspedes sudamericanos del hotel. Llegamos a media mañana a Saqqara que se encuentra a 30 kilómetros de El Cairo, pero antes de ir a ver la famosa Pirámide Escalonada pasamos por la Tumba de Ti, que tiene una especie de catacumba y varios salones originales decorados. En ese lugar se me ocurrió tomarle una foto al vigilante de turno, y nuestro acompañante logró que posara por un dólar.
Nuestro guía Zizo nos dio una lección de cómo interpretar los jeroglíficos, y en eso y en la visita a la tumba nos pasamos más de una hora. Si le hacemos caso a las creencias populares yo no volveré más a Egipto, porque no tiré ninguna moneda en el "pozo de la dicha" por el que pasamos. Esos pozos resultan una forma de sacarles propinas a los esperanzados turistas en beneficio de los vigilantes y guardianes de los monumentos.
Pero lo más importante de todo el complejo por el que cobran para entrar 60 libras egipcias, era la pirámide también conocida como la Pirámide Escalonada, de Netjerikhet, o de Djoser, en honor al faraón más famoso de la Tercera Dinastía, y la más antigua de las conocidas con cinco mil años, o sea, que es la “decana” de las pirámides. Este monumento funerario tiene seis mastabas o niveles, y fue ideado por Imhotep.
Dicen los arqueólogos, - o también puede interpretarse como una leyenda - , que él mandó a construir un muro alrededor del monumento cuando sólo había construido una mastaba, del cual quedan restos, entonces, como no se veía la tumba desde fuera siguió añadiendo mastabas, hasta completar seis, de tamaño decreciente. De esa manera, fortuita o no, se convirtió para la historia conocida en el genio propagandístico más importante de la humanidad, porque fue imitado por los constructores de las otras pirámides, a quienes les pareció fabulosa la idea de emplear la figura sagrada del triángulo.Ya se sabe que la mayoría de los seres humanos intenta trascender de infinitas maneras, incluyendo a los faraones, y estos últimos precisamente querían además repercutir en el más allá espiritual, y de paso, en la memoria y en el futuro, en definitiva, alcanzar la eternidad. El genial Imhotep les permitió a los faraones perpetuarse durante miles de años, con las pirámides. Incluso hoy en día, sobre todo la gente pudiente, acostumbra a construir en los cementerios panteones familiares ostentosos; basta con ir a cualquier camposanto para comprobarlo, y si es famoso mejor, como el parisino Père Lachaise o el de la Recoleta en Buenos Aires.
Imhotep no contaba con los medios modernos, no tenía televisión ni radio, ni tampoco podía emplear vallas publicitarias, o Internet, ni mucho menos afiches, libros, periódicos o revistas; empero, sí contaba con un recurso barato y abundante: la simple piedra…y así logró pasar a la historia. Una forma de comunicación humana más simple, efectiva y sencilla, incluso poética, no pudo ser inventada. Que conste que la piedra había sido utilizada para enterramientos rituales; por ejemplo, en el Reino Unido, en el sitio conocido como Stonehenge, hacia la misma época, pero no en esas dimensiones como en Saqqara, y con otro criterio, ya que la colocación de las piedras se hizo imitando un dolmen o túmulo, y no en forma piramidal ascendente. La etnia de los Moches, en el actual Perú, también tenían sus pirámides para los ritos fúnebres hechas de adobe, - verbigracia el enterramiento conocido como el Señor de Sipán - , pero son posteriores, menos resistentes al paso del tiempo y mucho más pequeñas que la de Imhotep. Tampoco las grandes pirámides mexicanas, de Cholula o de Teotihuacán son más antiguas que la de Saqqara.
Al salir del área pasamos de nuevo por las inmediaciones de un gran oasis de palmeras datileras, camino de una fábrica-salón de exposiciones de alfombras egipcias. Nos invitaron a un refrigerio y vimos cómo se fabrican a base de nudos por jovencitas cubiertas con su chilaba, quienes tienen una gran destreza en su oficio.
Nos llevaron al hotel pasadas las cinco de la tarde para pasar a recogernos a las siete y media para la cena de gala con show incluido, a bordo del Nile Maxim, uno de los barcos-restaurantes que están fondeados en el Nilo. Este barco, que se asemeja más a una gran barcaza, está adornado con luces de colores centelleantes, y conjuntamente con las otras embarcaciones con iluminación parpadeante de colorines, que hacen travesías nocturnas por el río, forman un singular conjunto de una gran belleza. El guía que nos acompañó no dijo su nombre, pero se definió como el “chévere-bacano”, y en su i-pod se pasaba el tiempo escuchando música sudamericana; yo le sugerí que tenía que grabar también bachata y merengue. Como nota curiosa, hay que resaltar que nunca los guías ni los choferes de los minibuses comieron con los clientes, siempre lo hacían aparte.
El Nilo es un cauce fluvial de aguas muy oscuras y mansas al pasar por El Cairo, y ha sido desde tiempos inmemoriales la fuente principal de vida de este pueblo, por sus inundaciones cíclicas, que favorecían la agricultura; y para la capital, que se encuentra entre dos desiertos, es una bendición. Ya los desbordes del río están controlados por la gran presa de Aswán, y le han hecho toda clase de adaptaciones para ser aprovechado con fines turísticos; incluso, pude ver una fuente preciosa e inesperada con luces y chorros de agua en medio de la cuenca.
Mientras cenábamos, un plato principal a base de pescado y otros entremeses, pudimos disfrutar de las melodías de corte internacional interpretadas por varios cantantes, y cuando empezamos a navegar apenas se sentía por la placidez del río. Yo aproveché para salir a los pasillos exteriores a tomar fotos, cuando me di cuenta. En eso salió también el “chévere-bacano” y le comenté que el Nilo era muy tranquilo, a lo que me contestó que todos los ríos eran así, y por eso cuando yo le dije que el Mar del Plata a su paso por Buenos Aires tiene 160 kilómetros de ancho y pequeñas olas, se mostró incrédulo. El espectáculo continuó con un baile folklórico llamado tanura, a cargo de un bailarín quien se pasó casi media hora haciendo piruetas con su vestimenta circular mientras daba vueltas. ¡Uno no se explica cómo no se mareaba!
Luego vino lo que todos esperaban: el show protagonizado por “la mejor bailarina de la danza del vientre de El Cairo”. Los referentes que yo tenía de este baile se limitaban a lo que había visto en películas, y las coreografías montadas por las bailarinas dominicanas de ese estilo oriental de baile, pero lo que estábamos presenciando era bastante diferente, con mucho más “feeling”, profesionalismo y arte; es decir, que no se limitaba a bailar mecánicamente, sino, que ella – aparte de ser muy bella - interpretaba el ritmo, sobre todo con sus caderas.
Así entre provocaciones a los comensales masculinos, por parte de la estrella del belly dance, y las damas aprendices que surgieron espontáneamente, pasó la velada. Llegamos al hotel que estaba cerca, al filo de las diez de la noche a descansar, porque al día siguiente nos esperaba una jornada muy larga y fatigosa.

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