Por FAUSTINO PÉREZ
La mesa cultural dominicana tiene exactamente cinco patas, no son tres, ni tampoco cuatro como es lo normal, son ineludiblemente cinco. Resulta sorprendente que en un país con tantas arritmias en su historia, existan al menos cinco constantes que han permanecido invariables desde hace también cinco siglos, y ya están tan arraigadas culturalmente hablando, que a nosotros prácticamente nos parecen normales, y apenas nos percatamos de ello. Es todo un contraste, y a la vez pica la curiosidad saber el porqué.
Para ello tenemos que remontarnos justo al 1492 cuando Cristobal Colón llegó a estas tierras y lo primero que hizo fue tomar posesión de ellas, y establecer unos privilegios para la monarquía y para la iglesia católica; lo que creó, de entrada, fueron unas castas perfectamente diferenciadas, ya que los más favorecidos tenían una serie de privilegios, favoritismos, inmunidades, consentimientos y caprichos; incluyendo, al propio navegante, por supuesto. He ahí la primera pata: los favoritismos.Cuando el dominicano de hoy le espeta al guardia que le va a poner una multa: “¿Usted sabe quién soy yo?”; está aludiendo o insinuando que él pertenece a una “casta” de intocables y por eso esgrime sus supuestos privilegios. Es que la impunidad es muy buena y útil, sobre todo, en un país donde las cárceles tienen tantas precariedades, y en la práctica son un mecanismo de opresión clasista, elitista, y económica.
Naturalmente, que la conquista y el establecimiento de las castas se hizo a sangre y fuego, entonces, no es de extrañar que nunca en nuestra historia haya faltado la crueldad y la tortura; evidentemente con estilos diferentes. En el período colonial se podía asar literalmente al indio como castigo, como si fuera un cerdo, o se le podía arrastrar con caballos hasta desmembrarlo, y esas prácticas eran cotidianas. No es de extrañar los suicidios colectivos que se escenificaron entre los aborígenes.
Ya para el siglo XX, por ejemplo, muchos historiadores sostienen que cuando gobernó Balaguer, fueron eliminados físicamente en porcentaje, más adversarios que cuando Trujillo, en términos comparativos, y tomando en consideración el aumento poblacional. Es probable que esa criba se debiera básicamente a intereses externos, algo difícil de probar, pero es muy probable. De todas maneras, no era raro ver por la televisión al Presidente Balaguer ponderando y alabando las virtudes del asesinado, achacándoselo a las “fuerzas incontrolables”, en su discurso, o a la lucha contra la insurgencia. Esta es la segunda pata: la crueldad y la tortura. Es preciso aclarar que no se puede juzgar a cabalidad lo que sucedió en una época, teniendo en cuenta los criterios predominantes de otra.
Por otro lado, los que acompañaban al mal llamado “descubridor”, - porque por el mismo razonamiento, se podría argumentar que los aborígenes descubrieron al caucasiano, y no lo contrario - , eran aventureros y/o delincuentes sedientos de riquezas. Su ambición máxima era encontrar el Gran Dorado. Los indígenas nativos, quienes vivían esencialmente de la silvicultura y en armonía con la naturaleza, - aunque por igual tenían sus conflictos entre ellos - , nunca pudieron comprender ni asimilar, esa ambición desmedida. Al ser obligados a trabajar para extraer el máximo de riquezas de la tierra, sólo tenían dos opciones: la desgana y/o la muerte. Por esa actitud fatalista fueron tildados de vagos y holgazanes, y su número ya empezaba a declinar alarmantemente, al ser sometidos a trabajos forzados; empero, como esa ambición y codicia seguían espoleando a los forasteros, quienes estaban animados, e incluso, entusiasmados por los indicios que habían encontrado, recurrieron a la importación de esclavos del África negra, quienes fueron brutalmente reprimidos en sus lenguas y costumbres; además, eran salvajemente transportados con la nostalgia de aquel que es trasladado sin su consentimiento a un lugar desconocido, y traumatizado por un viaje en condiciones inenarrables, sin importar cuantos muriesen en la travesía. Al provenir de etnias diferentes de África y al ser traídos a un lugar ignoto, eso creó una gran confusión y pesimismo, aparte ya de una sensación de no saber quién se era, y eso trajo como consecuencia la impresión de no-identidad, que se convirtió en la propia identidad, valga la redundancia; y ese es precisamente el común denominador de las cinco patas, que empezó a gestarse desde el mismo inicio de la importación de esclavos en la colonia.Tanto el trabajo forzoso, así como también la trata de esclavos, se prestaban mucho a prácticas turbias, y más aún cuando se trataba de esclavistas con pocos escrúpulos. De ahí proviene la tercera pata cultural, algo que parece ser inherente en el ser humano, pero que aquí se exacerbó por las razones expuestas: la codicia y la corrupción.Así los privilegiados y/o ambiciosos empezaron a reforzar el servilismo entre aquellos esclavos que fueron traídos, concediéndoles algunas ventajas a los que se rebajaban, quienes obviamente casi nunca eran los más capaces. De esa manera, los que menos se rebelaban y se enfrentaban, eran adulones, y sumisos, tenían más probabilidades de sobrevivir y de llevar una vida más cómoda, si cabe. Es más, ese sujeto era capaz de someter a latigazos a sus propios hermanos con tal de obtener ventajas para él. Y a la esclava que era complaciente sexualmente, también se le concedían algunos privilegios. Al amo le convenía ese servilismo para tenerlos dominados, porque los esclavos eran superiores en número. No es de extrañar que de ahí haya surgido la falta de responsabilidad y formalidad que nos caracteriza, porque no se premiaba al competente y eficiente, y de que nuestras “instituciones” sean tan poco serias; ya que el servil y adulón lo que está es pendiente de halagar al poderoso, por encima de toda ética y norma. Esta es la cuarta pata: la adulonería y la lisonja. Aquí tenemos verdaderos “artistas" en esta categoría.
En nuestra historia reciente basta con recordar a los lisonjeros, que les llevaban sus hijas y esposas a los Trujillo, con tal de conseguir cargos y otras ventajas sociales. Hubo gente que hasta se arrodilló delante del tirano, y no digamos nada de los discursos y poemas laudatorios, entre otras muchas maneras de adular.
En la burocracia criolla, cuando esos adulones llegan a los cargos, lo típico es que tengan la autoestima baja, entonces se rodean de decenas de adulones - de esos que cobran pero no trabajan - , para sentirse importantes. Hay que admitir que muchas veces hay adulones que se acercan al funcionario sin que los llamen.
Naturalmente, que los resentidos de abajo, aquellos que sufrían la carga más pesada del trabajo se sentían discriminados, y su resentimiento lo mostraban por detrás del amo y cultivaban el chisme, la maledicencia, la calumnia, la crítica destructiva y corrosiva, el rumor, y en último caso extremo, la rebeldía y la escapatoria, y de ahí surge el llamado cimarronaje. De paso se mofaban y burlaban de sus hermanos que sufrían más que ellos, como una manera de zaherir; y de los dueños también, pero sin que se dieran cuenta. Es decir, todas las variantes de lo que yo denomino como Comunicación Negra, o Comunicación Sucia, o bien, Comunicación Negativa. Esta es la quinta pata.
viernes, noviembre 14, 2008
LAS CINCO PATAS DE LA MESA CULTURAL DOMINICANA
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