sábado, noviembre 09, 2013


MI VIAJE A LAS NACIONES MÁS POBLADAS DEL PLANETA: INDIA Y CHINA (3) Por FAUSTINO PÉREZ Yo pensé erróneamente que a esa hora no íbamos a poder entrar al Taj, sin embargo, cuando llegamos, ya los celosos vigilantes estaban revisando minuciosamente las pertenencias de los que nos habían precedido en la fila. Al llegar mi turno, revisaron con mucho cuidado lo que yo llevaba en el bolso de mano, incluyendo los papeles, uno por uno, y en eso pasaron más de cinco minutos. El vigilante me comunicó gestualmente que no podía entrar con unos bolígrafos y unos cuantos rotuladores que llevaba, entonces, el guía los tomó y fue a guardarlos en la oficina de los vigilantes que estaba a la entrada. Por fin pudimos entrar al recinto, similar al de una mezquita, y el guía empezó con sus explicaciones, y el Tal Mahal aún no se podía ver. En eso entramos al edificio de la derecha, llamado La Gran Puerta, y apareció el mausoleo visto a través de la salida de esa edificación. Dado el diseño del complejo, se produce una ilusión óptica, porque cuando uno avanza el Taj Mahal se ve más pequeño y cuando se retrocede parece más grande. En ese momento empezaron a salir las palabras de admiración de parte nuestra, de forma espontánea, al ver ese mausoleo de belleza subyugante, reputado como el más bello del mundo, y reconocido por la UNESCO en el 1983 como World Heritage Site. A continuación, era el turno de sacarnos las clásicas foto con el monumento de fondo, aprovechando la oportunidad antes de que llegaran las oleadas de turistas. Cada visitante lo hace a su manera, incluyendo dando saltos, pero a mí no me pareció correcto saltar delante de un mausoleo tan emblemático, que resume una historia de amor. Estuvimos un buen rato recorriendo las diferentes instalaciones, y pude apreciar unas cuantas especies de aves, incluyendo cuervos, y unas ardillas juguetonas más pequeñas que las que yo conocía de México, París, Londres, o New York; aparte de unos cuantos monos que estaban pendientes de los visitantes. Este mausoleo fue construido por el emperador Shah Jahan, en honor de su tercera esposa Muntaz Mahal, combinando los estilos arquitectónicos de Persia, Turquía, de la misma India, y el otomano; y es considerado como la joya del arte musulmán en el subcontinente hindú. Las obras empezaron en el 1632 y culminaron en el 1653. Es preciso destacar que los cuatro minaretes de 40 metros emplazados en cada una de las esquinas fueron levantados con una ligera inclinación hacia afuera, de tal forma, que en caso de un terremoto, no cayesen encima del edificio central. El Taj está flanqueado por dos mezquitas: la de la izquierda que es verdadera y la de la derecha que es falsa, pero idéntica a la anterior por fuera, con la finalidad de conservar la rigurosa simetría. En la parte posterior del mausoleo pasa el río Yamuna, que no tenía mucho caudal cuando fuimos, debido a que aún no habían empezado las lluvias monzónicas. Al entrar al Taj Mahal destacan las inscripciones caligrafiadas en árabe en la majestuosa puerta, y la incrustaciones con 28 tipos de piedras preciosas y semipreciosas de colores, en el pesado mármol blanco no poroso conque está revestida la edificación, empleando una técnica conocida como ''pietra dura''. Igualmente, tiene unos bellos altorrelieves florales realizados en el mármol. El monumento estaba rematado por un adorno puntiagudo de oro macizo, que fue saqueado por los ingleses durante la ocupación. El que tiene ahora posee la misma forma pero no es de oro, es de bronce. Los británicos también se llevaron - entre otras cosas - los diamantes más espectaculares de la India, como el que se exhibe en la actualidad en la Torre de Londres. Al entrar al mausoleo se percibe que no está a la altura de su exterior, es decir, que es mucho menos impresionante; y ahí empiezan las restricciones absurdas y ridículas. Lo primero es que está prohibido tomar fotos con flash, en segundo lugar las verdaderas tumbas están en el sótano y no se pueden ver, y para colmo los cenotafios que sí se pueden apreciar en la parte superior, están rodeados por una especie de malla decorativa de madera. Todo resulta en un anticlímax. Circulan versiones de que en su época se iba a construir un Taj Mahal de mármol negro, idéntico al original, justo enfrente, pero ya se ha demostrado de que no es cierto. Esto mismo le sucede a todas las obras de arte del mundo, que las arropan con leyendas. Así nos despedimos, lo más probable para siempre, del inolvidable Taj, reclamé mis bolígrafos y rotuladores a la salida, y regresamos al hotel a las ocho de la mañana para el desayuno, porque todavía no lo habíamos hecho, con la nostalgia de quien nunca volverá a ese lugar. A las nueve nos pasaron a buscar de nuevo para llevarnos al Fuerte Rojo de Agra, que se encuentra a 40 kilómetros de distancia, pero antes nos llevaron a una especie de taller-tienda, que no estaba programado, donde hacen incrustaciones de piedras semipreciosas en el mármol blanco, la misma técnica que emplearon en su día en el Taj Mahal. Ese ardid lo hacen los guías del mundo entero, con la finalidad de que uno compre, y así ellos ganan su comisión por las ventas. Esto mismo me lo han hecho en ciudades tan dispares como Tokío, El Cairo, New Delhi, o Beijing. No compramos nada, porque el mármol que se vendía en ese establecimiento era muy pesado, y le crea problemas a uno con el peso de las maletas. El Fuerte Rojo toma ese nombre por su color ya que fue construido aprovechando las piedras rojizas provenientes de las canteras cercanas, y tiene un perímetro de varios kilómetros. El taxi nuestro no se podía acercar mucho por las restricciones anti-contaminación, y nos bajamos como a medio kilómetro de la entrada. El guía nos propuso, o bien, subir la cuesta a pie, con 45 grados de temperatura, o abordar una bajaj por 100 rupias; naturalmente que elegimos la segunda opción. Allí pudimos apreciar los numerosos salones, los cuales a pesar de no estar decorados como antes, es decir, sin cortinas, sin ningún tipo de adorno, sin muebles, etc., evidencian su majestuosidad. Igualmente vimos el origen de la esvástica nazi, en los decorados de algunas de las paredes rojizas, ya que Hitler cuando la adoptó, lo único que hizo fue inclinar ese antiquísimo símbolo hindú, y colocarlo diagonalmente. Después del agotador día, como colofón nos llevaron a lo que ellos llaman un emporio, o lo que es igual, a una tienda de regalos grande, donde nos mostraron – entre otros - más artículos hechos empleando el pesado mármol blanco; al final me decidí por una máscara de madera de buen tamaño de la deidad Kalhi, por la cual me pedían 300 dólares, pero en el regateo la pude adquirir por 150. De aquí al hotel a descansar, porque teníamos que madrugar otra vez al día siguiente. A las 6 de la mañana en punto nos fueron a recoger al Hotel Radisson; el guía había llegado previamente en su moto, y nos dispusimos a abordar nuestro taxi, para visitar el Fuerte Agra, que también tiene un perímetro de varios kilómetros al igual que el Fuerte Rojo. Desde una de las innumerables salas se puede contemplar el Taj Mahal a lo lejos, en todo su esplendor, con el río en primer plano, la mejor manera de provocar una nostalgia visual en aquellos tiempos. Luego, regresamos al hotel poco antes de las ocho para desayunar, y con la finalidad de preparar las maletas. A las 10 menos cuarto de la mañana hice el check out, y a las 10 partimos hacia New Delhi.