martes, septiembre 13, 2011

LA FOTOGRAFÍA COMO EVASIÓN O LA MELOPEA CON LA IMAGEN


MELOPEA CON LA IMAGEN (arte digital: Faustino Pérez)


Por FAUSTINO PÉREZ

Se ha dicho que con una foto lo mismo se puede adular o halagar a alguien, que menospreciarlo o humillarlo; tanto con la imagen en sí misma, así como también con el ritual de la toma. Yo sé de un fotógrafo de sociales que aparta del grupo que va a fotografiar, a cualquier persona que le caiga mal, por poner un ejemplo.
De la misma manera, el ángulo de la toma y la óptica empleada, así como también los fondos elegidos y la iluminación usada, etc., son determinantes en el posible resultado halagador o humillante. Lo mismo puede aseverarse del maquillaje cuando el fotógrafo sea quien lo controle. Por ese motivo Roland Barthes decía que la foto era “un mensaje sin código”, refiriéndose a la foto de prensa, en la que el fotógrafo normalmente no controla muchas de las variables involucradas, tales como la vestimenta, los asistentes a la actividad, el lugar, la iluminación en el sitio, la secuenciación de los eventos, etc.
No obstante, y por igual, como toda imagen comunica algo, no es lo mismo captar temas de sociedad en lugares hermosos, como iglesias, hoteles, clubes, jardines, etc., con gente en sus mejores atuendos, con el mejor de los espíritus y con ansias de disfrutar del momento, que fotografiar sitios donde la miseria impera, el dolor se hace presente, y se manifiesta la eterna lucha por la supervivencia. Por obligación, el impacto de la imagen lograda será muy diferente, e incluso, existe un paralelismo entre el tratamiento que se le da a un sujeto, y el tipo o la clase de temática abordada.
Lo que es más, hay una tercera similitud, al fotografiar la naturaleza, incluyendo, por supuesto, el paisajismo, la flora, y la fauna; los lugares históricos, y otros temas variados e inanimados. Ya que como se comprenderá no es igual plasmar un amanecer en una playa paradisíaca, que captar un bosque quemado, o bien, fotografiar un concurso de perros de raza, que tomarle la foto a un can atropellado por un auto. Siempre tenemos la misma antinomia entre cantarle a lo bello, o criticar con la imagen el daño que se hace y causa. Se trata de la sempiterna lucha entre la miel y el picante.
En las últimas décadas ha aparecido un elemento que ha venido a “subvertir” el orden que estaba establecido, ya que ha simplificado sobremanera el retoque y el trucaje. Eso no quiere decir que antes no se hacían, pero ahora las posibilidades son inmensas; me refiero al invento de la computadora u ordenador, y la aparición de los programas para el tratamiento de la imagen, como el popular Photoshop o el Corel, entre otros.
Con las susodichas herramientas el fotógrafo puede “endulzar” la imagen aún más con suma facilidad, y de igual manera puede hacer lo contrario, aunque normalmente a la foto desagradable no se le retoca tanto como a la imagen dulzona. Ahora bien, resulta un contrasentido que un joven criado en el tercer mundo donde las carencias de todo tipo predominan, presente con orgullo una imagen convertida en algo tan bonito, que empalague por el excesivo retoque, sobre todo en una tema no comercial. Los motivos pueden ser muy variados desde la emulación de alguien que ha ganado dinero con esa clase de fotos, hasta hacerlo como moda, o bien, porque quiere imitar a ciertas pinturas para que su foto parezca más artística, o también, debido a su entusiasmo o enamoramiento con la tecnología; ya que de idéntica forma que el azúcar causa adicción, igual sucede con las imágenes dulzonas.
Sea cual sea el motivo, el hecho de mostrar una imagen empalagosa, ya de por sí expresa una forma de evadirse de la realidad cotidiana, y no precisamente por el hecho de emplear a la herramienta fotográfica para distraerse. Hay que reconocer, sin embargo, que el presentar una imagen como mejor le plazca a un fotógrafo, es su soberana prerrogativa.
Lo que ocurre en la práctica es que esos que se dedican a poner la foto más agradable, hasta hacerla prácticamente irreconocible, están desaprovechando el medio fotográfico como “testigo” de unos hechos, o sea, como “notario” de unos acontecimientos.
Yo comprendo que a una novia, por ejemplo, le guste más el salir bella y sin imperfecciones en la foto, pero, debe de haber un límite; lo que sucede muchas veces es que el fotógrafo en su afán de agradar y de presentar un álbum que guste, traspasa ese umbral.
En ese tipo de foto, el retoque es fundamental, sin embargo, el problema normalmente surge cuando el usuario de la cámara traslada esa actitud a las fotos no comerciales, o bien, a las que son producto del reportaje, y sin necesidad, las edulcora tanto que parece otro mundo. Se trata de un afán de hacer fotos más “artísticas”, y al final, resultan ser auténticos mamotretos icónicos.
Otro problema bastante diferente es el empleo del medio fotográfico como laboratorio, al usar el recurso en plan experimental, ya que como se sabe existen centenares de especialidades fotográficas, y la foto experimental es una de ellas.

Es evidente que si una persona que practique la fotografía, aunque sea joven, no enfrenta la realidad desnuda con sus imágenes fotográficas, es menos probable que tome conciencia de los problemas que aquejan a su país, y que haga algo por resolverlos o enmendarlos; o bien, la otra posibilidad, que resulta mucho peor, es que trata de ocultarlos, lavarse las manos, y evadirse del asunto, “maquillando” con su retoque excesivo el resultado de la toma. Hay otros que sencillamente lo hacen para buscar la aprobación de sus amistades y conocidos, porque no saben lo que significan las imágenes que están creando.