sábado, abril 07, 2012

LA ESCUELA DEL MIEDO


CONDUCIENDO LOS BUEYES DE LA CARRETA, EN EL MONUMENTO A LA CAÑA DE SANTO DOMINGO ESTE (foto: Faustino Pérez)

PARADIGMAS

Por Dr. Leonardo Díaz

El profesor recordó su entrevista con el director de la escuela. Quedó atónito cuando su superior en funciones le afirmó que la metodología de enseñanza implicaba presionar al estudiantado con preguntas hasta llevarlo a la ¨respuesta adecuada¨.
Recordó los cuatro pilares del sistema educativo al que había ingresado: la mentira, el miedo, los lamentos y la farsa. Mentir mostraba la adhesión a la institución, la disposición a transgredir todos los principios para mantener la lealtad a la red de corrupción y complicidad que estructuraba el sistema. El miedo sostenía toda la red, garantizando su funcionamiento. Los alumnos debían temer al profesorado y el profesorado debía temer al director. Por su parte, el director debía cuidarse del profesorado. Nadie estaba exento de las posibles represalias de quien ocupaba una posición jerárquicamente superior.
Recordó que había una salida para liberar las tensiones acumuladas: lamentarse o transferir la culpabilidad de las deficiencias del proceso educativo ¨a los otros¨.
No era difícil inferir de esta situación que el sistema educativo completo era una farsa. El director simulaba dirigir una institución académica que no lo era, el profesorado jugaba a la farsa de enseñar y el alumnado simulaba aprender.
La situación anteriormente descrita es una recreación de la última novela del escritor alemán Markus Orths, La sala de profesores, traducida al castellano por la editorial Seix Barral y ganadora de distintos premios en la República Federal de Alemania.
La situación descrita por Orths tiene similitudes con la cultura educativa de la República Dominicana. También en nuestro entorno el miedo ha servido de pilar sobre el que se estructura el sistema educativo. No puede ser menos en una sociedad donde cualquier persona que desempeña una función de autoridad, por simple que sea, se convierte en un ¨jefe¨ al que toda la ciudanía debe rendir pleitesía y adhesión ciega. Pero no es sólo un problema del sistema educativo. Éste forma parte de una cultura institucional cuyo funcionamiento histórico descansa sobre ¨una lógica de la sobrevivencia¨. Según la misma, el mecanismo de selección y permanencia no descansa en el mérito, sino en la capacidad para adherirse sumisamente al jefe de turno. La carencia de institucionalidad y de prácticas reguladas anula las relaciones de derechos y deberes que constituyen una sociedad civilizada, haciendo que cualquier persona acceda a una posición para la que no está capacitada, mientras alguien capaz puede ser removido de su puesto por el capricho o la arbitrariedad del jefe de turno.
En una dinámica semejante es el miedo el que impulsa a la acción o el que disuade de la misma. El miedo a perder el empleo, el miedo a perder la protección en un entorno sin reglas, el miedo a perder los favores, el miedo a perder privilegios, el miedo a convertirse en un paria.
Un sistema basado en el miedo implica la mentira. Sin ella, la adherencia no es completa. Allí donde no existe una cultura de la institucionalidad, tampoco existe el concepto de bien público, todo es dominio del ¨jefe¨, quien puede decidir a su antojo cómo administrar los recursos y a quién hace beneficiario de los mismos. El sistema se nutre de la corrupción y toda la ciudadanía debe mentir para mostrar la lealtad y con ello, protección e impunidad. De este modo se logra sobrevivir. El juego de mentiras conforma la farsa de la que constantemente nos lamentamos. ¿Es de extrañar la popularidad de los programas interactivos donde la gente expresa constantemente su frustración?
Si la burocracia educativa alemana pudo inspirar la novela de Markus Orths, la cultura autoritaria dominicana puede inspirar volúmenes que hagan parecer a la Enciclopedia Británica una modesta serie de fascículos.

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