sábado, julio 14, 2012

LAS CLASIFICACIONES ACADÉMICAS DE UNIVERSIDADES


CHICHIGUAS NACIONALISTAS (foto: Faustino Pérez)

PARADIGMAS


Por: Dr. Leonardo Díaz

Publicado en el periódico Acento

Hace unos quince días se produjo un revuelo en el entorno universitario dominicano debido a la publicación del Ranking Universitario Latinoamericano (QS). Como ha ocurrido con otras clasificaciones similares, en este ranking no aparece posicionada ninguna universidad dominicana.
Los rankings o clasificaciones académicas de universidades son un registro de las instituciones de educación superior colocados en orden jerárquico de acuerdo con unos criterios intersubjetivos, medibles y reconstruibles desde el punto de vista metodológico. Entre estos criterios se encuentran:

a) El número de publicaciones en revistas indexadas. Este criterio alude al número de artículos especializados que el profesorado de una determinada universidad publica en una revista avalada en una base de datos consultable internacionalmente y cuya característica distintiva es el proceso de revisión por pares, o la evaluación del artículo por parte de especialistas en el tema del artículo.
b) El número de premios internacionales. Es decir, el número de galardones recibidos por el profesorado y el ex-alumnado de una determinada universidad. Usualmente, estos premios reconocidos para los rankings son bastante específicos: Premio Nobel de Física, Premio Nobel de Química, Premio Nobel de Fisiología, Medalla Fields, etc.)
c) El número de publicaciones en las dos revistas científicas de mayor impacto en el mundo: Science y Nature.
d) La ratio alumno-profesor. Esto es, la proporción existente entre alumnos y profesores, o en promedio, cuántos alumnos por profesor tiene una universidad.
e) El número de docentes-investigadores con doctorado. Es decir, la cantidad de integrantes del personal docente e investigador que ha obtenido el grado más alto que otorga la universidad, el doctorado (Ph.D) y que requiere la exigencia de la realización de una tesis con un aporte novedoso en el área de conocimiento donde se realiza la tesis.

Existen muchos otros criterios para realizar las clasificaciones. De hecho, pueden variar en función de cuál sea el ranking. Entre las clasificaciones internacionales más prestigiosas se encuentran los rankings del periódico británico The Times y el ranking mundial de la Universidad Jiao Tong de Shanghái que elige anualmente las 500 mejores universidades del mundo.
Debe destacarse que el Ranking Universitario Latinoamericano - a diferencia de lo que acontece con las clasificaciones anteriormente señaladas- sólo evalúa a las universidades latinoamericanas, excluyendo a las universidades que aparecen como mejor posicionadas en la mayoría de las clasificaciones internacionales, las universidades anglosajonas. Esto debería facilitar el posicionamiento de las universidades dominicanas.
Autoridades políticas y universitarias, así como integrantes del personal docente universitario de República Dominicana, han recurrido a dos argumentos básicos para excusar por qué ninguna universidad dominicana aparece en los rankings internacionales:

A) Los criterios de evaluación para establecer las clasificaciones no se adecuan a la realidad de las universidades dominicanas. O expresado de otro modo: Las universidades del tercer mundo no deben medirse con el mismo criterio que a las universidades del primer mundo.
B) Los rankings universitarios miden básicamente la investigación y el número de doctores. Por tanto, universidades cuyo fuerte es la docencia no tienen la posibilidad de posicionarse en una clasificación semejante.

Examinemos brevemente estos argumentos. El argumento A se sustenta en el supuesto de que la posición de las universidades dominicanas en las clasificaciones se debe al bajo desarrollo socioeconómico del país con respecto a los índices de desarrollo de los países a que pertenecen las universidades que sí aparecen en esas clasificaciones. Los criterios para evaluar nuestras universidades deben corresponderse con nuestro nivel de desarrollo. Este argumento es insostenible en vista de que las universidades dominicanas no aparecen en clasificaciones donde sí se encuentran posicionadas universidades pertenecientes a países con niveles de desarrollo similares a los de la República Dominicana. Además, los parámetros de evaluación no deben ajustarse como traje a la medida de las instituciones de educación superior dominicanas.
El argumento A oculta un supuesto cuestionable: Que las características de las universidades son un mero resultado del desarrollo socioeconómico de los países y no que las universidades son un factor de transformación en la situación de desarrollo de los mismos. El argumento contiene implícitamente un razonamiento invertido: Que países de bajo desarrollo socioecónomico producen universidades subdesarrolladas y no que las universidades de baja calidad contribuyen con el subdesarrollo socioeconómico.
Con el argumento B podríamos defender la baja calidad de un sistema de educación superior, mientras los índices socio-económicos sean bajos. Pero esta posición obstaculiza la visión de que son las universidades las que deben jugar un papel activo en la transformación cualitativa de la sociedad. ¿Podrían hacerlo si fueran un mero producto de las condiciones económico sociales en que se desarrollan? ¿No existe un conjunto de actores (Estado, autoridades universitarias, profesorado, etc.) responsables de que las universidades impulsen el nivel de desarrollo de una sociedad y no permanezcan anquilosadas dentro de unas determinadas condiciones socioeconómicas? ¿El desempeño de estos actores no debe ser evaluado en función de la realización de este propósito?
El argumento B es desmentido por todas las clasificaciones académicas de universidades. Los rankings implican una serie de indicadores que no se reducen al doctorado y a la investigación. Además, si éste fuera el caso, el argumento es autoinculpador, porque lo que debe diferenciar a una institución de educación superior del resto de las instituciones dedicadas a la docencia (inicial, básica, secundaria, especial, etc.) es su capacidad para producir conocimiento nuevo. Esto no es posible si no es a través del desarrollo de la investigación especializada.
El argumento B se asemeja al de un dueño de una librería que ha quedado mal puntuada en una clasificación de librerías. Cuando a éste individuo se le pregunta a qué atribuye el pobre desempeño de su establecimiento, señala que dicha clasificación se basa en criterios que su librería no puede cumplir, como la diversidad y calidad de los libros vendidos, un espacio adecuado para revisar los libros y un servicio ágil de atención al lector. ¿Nos extrañaría su baja puntuación? ¿Es razonable su excusa?
Puede decirse que las clasificaciones académicas de universidades tienen sesgos, que son cuestionables o que surgieron en el contexto de un proceso de globalización económica más preocupado por establecer indicadores de eficiencia para la rentabilidad que elevar la calidad académica de las universidades. Pero no debemos incurrir en ¨la falacia genética¨, la idea de que la validez de una creencia depende de su origen. En este sentido, una clasificación, teoría o creencia no quedan invalidadas porque las circunstancias históricas o las intenciones que las generaron sean cuestionables. Por el contrario, podemos tomar los rankings como un punto de partida para reflexionar sobre la calidad de nuestras universidades, el tipo de modelo universitario a que aspiramos y cómo podemos lograrlo.
O por supuesto, podemos seguir siendo insensibles ante tales clasificaciones, o excusarnos en la teoría del complot para justificar por qué nuestras universidades no aparecen en los rankings. ¿Nos parece realmente razonable y defendible que las universidades dominicanas no estén posicionadas en ninguna de las clasificaciones académicas de universidades -no importa cuáles sean los criterios escogidos- mientras otras universidades de países latinoamericanos con desarrollo socioeconómico similar si lo están? ¿No hay responsables de esta situación?

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