miércoles, junio 04, 2008

LAS SIETE MARAVILLAS DE LA CIUDAD DE SANTO DOMINGO (1)

EL JARDÍN BOTÁNICO NACIONAL
http://www.jbn-sdq.org/frameset.htm


Por FAUSTINO PÉREZ


Inaugurado en el 1976 con las finalidades de estudiar, conservar y manejar la diversa flora nacional, lleva el nombre del Dr. Rafael Ma. Moscoso, como homenaje póstumo al primer botánico dominicano que publicó un catálogo de la flora de la isla Hispaniola en 1943.
El emblema del jardín es la hoja del árbol llamado “guanito” (Coccothrinax argentea), perteneciente a las palmáceas, y muy abundante en el jardín. Esta especie ocupa un área importante de los dos millones de metros cuadrados que tiene el parque.
El Jardín Botánico Nacional está localizado en el noroeste de la ciudad, en los que se conocen como los Altos de Galá, y en él se pueden apreciar la mayoría de los micro-climas existentes en el país. Tiene una precipitación media anual de 1366 mm, una humedad relativa de 83.7 y una temperatura promedio de 25.8° C. El suelo es de origen calizo, poco profundo y de escasa fertilidad, con muchas ondulaciones.
Este Jardín ha tenido la suerte de haber contado con directores que se han ocupado mucho de su cuidado, con un personal que ama su trabajo, y que tienen consciencia de su importancia. Milcíades Mejía, el ex director, puso todo su empeño en que el Jardín se desarrollara, y ahora, su actual dirigente, Ricardo García ha continuado su labor, entre otros.
En la entrada reciben al visitante las “trinitarias” de varios colores, las fuentes, palmas de diferentes especies, el reloj floral, la tienda de souvenirs y de publicaciones, la parada del llamado “trencito” para los que quieran hacer el recorrido principal, de aproximadamente tres kilómetros en un medio de transporte, y otras instalaciones, entre ellas las salas de dioramas. Aquí están muy presentes en el cielo, además, los vencejitos (Tachomis phoenicobia) que anidan en las palmeras. En este apartado es preciso destacar la palma real,(Roystonea hispaniolana), endémica de nuestro paìs, la cual le da su denominación al ave nacional: la cigua palmera, (Dulus dominicus), la cual suele anidar en ese árbol.
No es raro ver a grupos de turistas extranjeros, recibiendo explicaciones de las especies, o bien, colegiales uniformados que asisten al jardín acompañados por sus profesores, o practicantes de yoga y de otras agrupaciones de meditación y oración.
De las 300 especies de aves que existen en la isla, en el Botánico se han reportado 66, incluyendo algunas de las 30 endémicas, y no es raro encontrarse con grupos de observadores de aves, como el que liderea la norteamericana Kate Wallace. Por otro lado el jardín también ofrece facilidades a los deportistas que quieran hacer caminatas y ejercitarse de madrugada.
Normalmente el recorrido a pie se inicia por el bosque húmedo al cual se entra por el camino de la derecha, en pendiente hacia abajo, - aunque también se puede hacer al revés - , con una arboleda que incluye especies centenarias repletas de otras plantas trepadoras. En esta zona cuando llueve aparecen unas babosas grandes con una concha de unos cuatro centímetros en forma de espiral, y se pueden escuchar las ranas croando en la Gran Cañada, haciendo coro con las gallaretas pico rojo (Gallinula chloropus), mientras las tíguas no cesan de zambullirse en busca de alimento (Tachybaptus dominicus), y las garzas de rizos (Egretta thula) se acicalan. Esta área es auténticamente selvática. De vez en cuando aparece también una yaguaza volando (Dendrocygna arborea), para completar la estampa.
No podía faltar el barrancolí (Todus subulatus), el ave más adorable de la avifauna nacional, pequeñita y rechoncha con su plumaje verde, en contraste con el pájaro bobo (Coccyzus longirostris), que tiene una cola larga. Atrás quedaron los petigres (Tyrannus dominicensis) con su vuelo “acrobático”; los cuatro ojos (Phaenocophilus palmarum), así llamados por las dos manchitas blancas encima de los ojos; el ave nacional la cigua palmera (Dulus dominicus), con su pecho jaspeado; y el perennne julián chiví (Vireo altiloquus) con su canto, porque es muy difícil que se deje ver.
Al llegar al la curva principal de la Gran Cañada después de la larga bajada, empieza la cuesta arriba. En ese tramo pueden aparecer avispas enanas, y si uno se fija hasta es posible observar su panal. Al seguir subiendo la vegetación se hace menos densa, y a los bordes del camino crece la guáyiga, especie de tubérculo de la que se prepara un tipo de pan, y continúan los bambúes,(Bambusa vulgaris), que también se ven en el descenso. A la derecha al borde de la verja perimetral nos encontramos con el árbol “oreja”, (Enterolobium cyclocarpum), así llamado por la forma de sus frutos no comestibles.
De esa manera se llega al bello Jardín Japonés, con su "torii" típico, o puerta gigante de color rojo, a la entrada que da la bienvenida al visitante. Esta es la zona mejor cuidada del Botánico diseñada con un criterio al estilo de los mejores jardines de Kyoto. Un auténtico remanso de tranquilidad y belleza. Los japoneses tienen el cuidado de aislar los jardines del entorno exterior con una arboleda ad hoc, o bien, si hay algo interesante fuera, como podría ser una colina, la incorporan al jardín con la técnica conocida como “shakkei” o “escenografía prestada”.
Muchos de los jardines japoneses de hoy en día tienen su origen, en el que es quizá el más antiguo manual de jardinería del mundo: el “Sakuteiki”, del siglo XI, probablemente compilado por el aristócrata Tachibanano Toshitsuna.
El Jardín Japonés del Jardín Botánico de Santo Domingo, fue diseñado por Mamoru Matsunaga, empleando especies de la flora tropical, combinándolas con rocas de buen tamaño, una pequeña laguna siempre verde por la clorofila, el césped, el clásico puente arqueado japonés rojo, los senderos de piedra menuda rodeados de una pequeña cerca de bambú que serpentea por las ondulaciones del terreno, y especies de plantas interesantes, entre otros elementos.
Al salir de este entorno paradisíaco, está el área de frutales y de plantas endémicas, donde las bandadas de pericos (Aratinga chloroptera), no dejan de merodear cuando hay fruta madura de su agrado. Hay mangos de varias clases, cocos, nísperos, cajuilitos, guayabas, mamones…
El Botánico posee igualmente una zona de plantas medicinales, donde sobresale la sábila o áloe; y otra de bromelias con una amplia variedad. Estas plantas tropicales tomaron su nombre del botánico sueco Olof Bromelius, y se caracterizan por tener un cáliz muy profundo. Una de las bromelias más conocidas es la piña (Ananas comosus).
Las cactáceas ocupan también un área privilegiada con especies muy representativas de nuestros bosques secos. Los cacti son plantas casi exclusivas del continente americano, con una sola excepción, y tienen pocas hojas, si la especie las desarrolla.
Además, se pueden visitar el pabellón de los exuberantes helechos amantes de la humedad, con una gran cantidad de variedades de esas plantas primitivas.
Las exóticas orquídeas también tienen su espacio muy bien cuidado, provenientes la mayoría de ellas de zonas tropicales y con más de 22 000 especies aceptadas, y sobre las 100 000 híbridas. Da gusto ver esas flores de cattletyas, de oncidiums, de vandas y de otras especies con sus tonos degradados; sin embargo, la orquídea más conocida es la vainilla,(Vainilla aromatica), que se cultiva más por su sabor que por su color.
Estas plantas son cosmopolitas porque crecen en casi todos los climas, pero la mayoría lo hace en el trópico, empezando por las selvas de sudamérica, en países tales como Colombia y Brasil. Lo típico es que las orquídeas sean epífitas, es decir que son trepadoras e instrumentalizan al árbol como punto de apoyo, pero no son parásitas; no obstante, también crecen sobre rocas, o bien, son terrestres. Las orquídeas pertenecen a la familia más extensa de las plantas que florecen.
Estas flores toman diferentes formas, desde aquella que parece una mariposa, o la que se asemeja a un insecto, o a la cara un viejo… Son consideradas por muchos como flores muy femeninas, por su parecido con los órganos reproductores de la mujer.
Así se llega a la Plaza Central de la entrada; allí nos reciben los zumbadorcitos (Mellisuga minima), la segunda ave más pequeña del mundo, cerca de una rosaleda en forma de pequeño parque, y del frondoso árbol nacional: la caoba (Swietenia mahagoni). Pero antes de salir del recinto el visitante puede contemplar la caña de azúcar,(Saccharum officinarum), la cual desempeñó un papel importante en nuestra economía, y en un recodo tienen un vivero donde venden toda clase de plantas, desde bonsais hasta árboles frutales, pasando por las plantas de adorno.
El Jardín Botánico Nacional también tiene una misión importante de divulgación, y para ello publica una importante revista llamada Moscosoa, los boletines de divulgación, libros y folletos temáticos. Por otro lado, “el Departamento de Horticultura se encarga del mantenimiento y propagación de las especies que son de utilidad para las colecciones vivas del jardín, dándoles prioridad a las plantas nativas y endémicas de la Isla Española. Numerosas especies cuyos ambientes han sido seriamente afectados, hoy están creciendo en el área de exposiciones vivas. Este departamento cuenta con un banco de semillas, laboratorio de cultivo in-vitro y la infraestructura física necesaria para la reproducción masiva de plantas forestales y ornamentales”.
Por su parte el departamento de Botánica “tiene como función principal el estudio de los diferentes aspectos de la flora nacional, mediante programas de exploraciones botánicas que realizan sus técnicos en toda la geografía de la República Dominicana.
Cuenta con un equipo de biólogos botánicos que laboran en la recolección y manejo de muestras de herbario, así como en la identificación y taxonomía de plantas. Brinda servicios de información técnica y científica; desarrolla programas de estudio y conservación de las plantas amenazadas de extinción”. En este departamento se encuentra el Herbario Nacional.
Otra unidad importante es el Departamento de Educación Ambiental. La función principal de este departamento “es contribuir a la educación de la población sobre la necesidad de conocer y conservar la flora, la biodiversidad y el medio ambiente de la República Dominicana. Para el logro de este propósito, desarrolla programas y actividades de educación ambiental dirigidas a estudiantes de los distintos niveles del sistema educativo nacional y al público en general. Organiza conferencias, talleres, seminarios, exposiciones y charlas acerca de Botánica General, Ecología, conservación de los recursos naturales y el medio ambiente.
Para el desempeño de sus actividades cuenta con el Museo Ecológico, salones con equipos audiovisuales y áreas abiertas para las prácticas”.
Por sus grandes logros, por sus esfuerzos y por su excelente mantenimiento, hemos seleccionado al Jardín Nacional como una de las siete maravillas de la ciudad de Santo Domingo.

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