domingo, septiembre 07, 2008

CARACTERÍSTICAS DE LA INFORMACIÓN

LA INFORMACIÓN Y SUS PROPIEDADES INTRÍNSECAS

Por FAUSTINO PÉREZ

Es evidente que cuando George Kingsley Zipf planteó en 1949 (1) la Ley del Mínimo Esfuerzo, como constante en el comportamiento humano, no estaba pensando precisamente en el subdesarrollo. Esta Ley con importantes repercusiones económicas se enseña como parte de la conducta básica del ser humano, al igual que otras leyes de la economía; y es igualmente válida en el ámbito de la comunicación, entendida como: transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor, según una de las acepciones que nos brinda el diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Al transmitir se envían datos, los cuales vamos a equiparar con la información en sí misma (por eje.: la temperatura está en 30 grados). Cuando esos datos se acumulan, se organizan y se forman series, entonces ya se trata de conocimiento (por eje.: las temperaturas diarias del año 2007, organizadas por mes). En los casos en que se elaboren teorías relacionando datos o información interdisciplinariamente, le llamaremos sabiduría (por eje.: los efectos del calentamiento global y sus repercusiones en el mundo). Esto también es aplicable a cualquier libro, artículo, ensayo, conferencia, etc.
Por su parte, la información es un ente “vivo” y posee un conjunto de propiedades intrínsecas (2), a saber:
La información es transportable a la velocidad de la luz, como cuando se envía un correo electrónico.
La información es compartible, es decir, que se la puede hacer llegar a otro. El mejor ejemplo es el reenvío en Internet. Esta propiedad es distinta del hecho de regalar algo, ya que cuando se obsequia, uno se queda sin la cosa cedida; pero, en los casos en que se comparta información, la tienen ambos, tanto el emisor, así como también el receptor.
Normalmente quien más información tiene, es el mejor en su área.
En el subdesarrollo existen muchas más trabas para el traspaso de información, no sólo por los apagones, sino además, por las actitud de las personas.
La información nunca está completa, por más que se tenga; y mientras más se tiene, más se quiere.
La información puede ser tratada como un recurso o bien material, y por lo tanto, es susceptible de ser vendida, regalada, intercambiada, donada, robada, perdida, dañada, escondida, combinada, analizada, copiada, destruida, contrabandeada, y así por el estilo.
La información es expansible, en el sentido de que crece o aumenta. Como ejemplo, los datos que acumulan Google y la Wikipedia, que cada día se incrementan más.
La información es comprimible, o sea, que se puede reducir de tamaño o miniaturizar. Cada vez es posible grabar más datos en las diferentes clases de memorias, que se desarrollan.
La información es difusa, y se parece al agua entre las manos, porque tiende a filtrarse, es sólo cuestión de tiempo. ¡Hasta el secreto de la bomba atómica se filtró!
La información se puede desfasar, o volverse obsoleta, y ahora con los avances tecnológicos, la obsolescencia es cada vez más acelerada.
El poseer información da poder, si se sabe emplear, ya que no basta con tenerla.
Cuanto más refinada y sofisticada es la información, más difícil es de contener y de evitar que se divulgue.
La información puede producir dividendos socio-político-económicos, a una persona, o a un grupo, o país, por las ventajas que proporciona.
El uso que se le dé a la información, es lo que determina si será beneficiosa, neutral o perjudicial para alguien o algo.
El interés en la persona es fundamental para recordar la información; y mucha gente confunde tener con recordar. Es lo que sucede con muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que emplean la técnica de “cortar y pegar”, y apenas se leen los textos que han copiado y pegado. Estos vienen a ser “vividores” de la información, sin aportar ni crear en absoluto.
Otros, por el contrario, se limitan a memorizar la información, sin ser capaces de crear nada tampoco, es decir de reelaborar sus conocimientos y sus experiencias previas.
Para crear es preciso saber establecer asociaciones, y no todo el mundo es capaz de hacer eso…

Bibliografía Recomendada:

(1) George Kingsley Zipf. Human Behavior and the Principle of Least Effort. Addison-Wesley. Cambridge, Mass. 1949.
(2) Harlan Cleveland. Revista FACETAS No. 60, pag. 9. USIA. Washington, D. C. 1983.

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