sábado, noviembre 29, 2008

NUEVAS INTERPRETACIONES DEL “TIGUERAJE” DOMINICANO

Por FAUSTINO PÉREZ


A pesar de que el dominicanismo “tigueraje” no está admitido por la Real Academia Española, no por eso deja de existir entre nosotros ese tipo de comportamiento. No está incluido en el diccionario, sencillamente porque los lingüistas dominicanos no lo han propuesto, y si hay un vocablo que exprese la idiosincrasia de un conglomerado social, es precisamente ese.
Es evidente que el término genérico “tigueraje” se deriva de “tíguere”, y este último a su vez es una corruptela de “tigre”, que sí existe, pero para referirse sobre todo al felino.
El tigueraje se ha especializado, diversificado, se ha incrementado y se ha adaptado a los nuevos tiempos, en un reciclaje permanente. En cambio, el tíguere clásico, por llamarle de alguna manera, con su peculiar forma de vestirse, de hablar, de caminar, de gesticular y de comportarse está de capa caída, o sea, en franca decadencia, ante al embate de las modas foráneas.
El tíguere nuestro evidentemente es muy diferente del muchacho dominicano, o del chaval o del gamberro españoles, o del chavo mexicano, del pibe argentino, del patojo guatemalteco, o del gamín colombiano. Este último se asemeja más al palomo nuestro.
Por ejemplo, los ritmos del reguetón, el hip hop, el rap y toda la parafernalia que los rodea han influido mucho en la metamorfosis del tíguere, tanto en la vestimenta, así como también en la forma de hablar, de gesticular y andar. A esta clase de tíguere se le conoce como “you”, o escrito también como “yow”, o “Joe”. Es decir que este es un tíguere reciclado en cuanto a la música, a la moda y a la gestualidad se refiere. Ellos tienen como ídolos y paradigmas a Daddy Yankee y a Don Omar, entre otros.
Aunque es preciso aclarar que los descendientes aquí de primeras generaciones de japoneses, de libaneses, españoles, chinos, haitianos, italianos, o de los mismos cocolos, por poner unos pocos casos, prácticamente nunca llegaron a caminar como tígueres, aunque sí alcanzan a comportarse como tales. De todas formas, en la República Dominicana coexisten los descendientes de más de 300 etnias.
El tigueraje es un mecanismo de supervivencia, una astucia conductual, una manera de sobreponerse a las adversidades de la vida, de sacar ventajas de las circunstancias y una estrategia para obtener beneficios a como dé lugar. En el tigueraje se precisa tener habilidades, viveza, y simultáneamente agudeza y/o perspicacia de ingenio. En definitiva viene a ser un estilo de vida, que no abandona a la gran mayoría aunque llegue a mejorar su estatus por medio de los estudios, o de la política, o por otros procedimientos menos ortodoxos que caen en la delincuencia. Naturalmente, que el tigueraje surge de la necesidad, por las precariedades económicas y/o por la competencia.
Al joven tíguere de clase más pudiente se le llama “jevito”, quien ha pasado por pocas penurias, pero que comoquiera tiene que competir para mantener su estatus, para conseguir trabajo, o a la hora de perseguir a las “jevas”, o bien, para lograr cualquier cosa que le interese.
Al súper tíguere se le denomina el “matatán”, que viene a ser el más hábil, el que más sabe o el que más se impone ante los demás en la competencia, incluyendo la fuerza bruta y la violencia. Equivale al “mero-mero” mexicano. El matatán viene a ser un descendiente entre nosotros del tíguere-tíguere de antaño.
En el extremo más bajo de la pirámide social se encuentra el “palomo”, que es un tíguere muy pobre, llegando a veces hasta a dar lástima. Los auténticos palomos prácticamente desaparecieron, y vivían en la calle y de la calle. Ahora el vocablo se emplea para denominar a cualquier infeliz, o buscavidas. Existen por igual “palomas”.
Hay también un tíguere especializado en el turismo que es el “sanky panky”, y surgió a partir de la década de los 80, este es el experto en las artes amatorias, y algunos llegan a ser verdaderos atletas del sexo. Normalmente acostumbran a tener un aspecto desaliñado con peinados estilo rastafaris jamaiquinos. Sus clientes-víctimas suelen ser mujeres que tienen pocas expectativas amorosas en sus países de origen por su edad o por ser poco agraciadas físicamente; o bien, las que prefieren al hombre “selvático” y “salvaje” del trópico, con un “look”primitivo, oscuro de piel, ardiente como el sol, y desenfrenado en el juego sexual. Estas féminas tienen así compañía de alguien con mucho tigueraje, que conoce el “terreno”, porque está todo el día en la playa o en la zona turística, y que les da placer sexual, además, les puede proporcionar drogas, si lo prefieren, porque tienen los contactos. Un buen porcentaje cuantificable de sankys son bisexuales. Todo sea por los beneficios obtenibles, aunque sea de una mujer desahuciada o de un gay que le gusta lo exótico. También hay mujeres que son sankys, o como mínimo prostitutas.
El tíguere también emigra, por las buenas o por las malas, o sea, legal o ilegalmente, con pasaportes falsificados, con visados falsos, en yolas, en lanchas y de otras formas. A los que se han aclimatado o han nacido en New York, y otras ciudades estadounidenses, se les llama “dominican-yorks”. En España forman pandillas que están siendo diezmadas por la estrategia policial y se les conoce como “dominican don’t play”. Las prostitutas dominicanas que salen al exterior por decenas de miles como bailarinas, o manicuristas, niñeras, cocineras, o lo que sea, son tigueronas que simulan no saber a qué van. Algunas compran boletos de avión para un país lejano que no exija visado, e intentan quedarse en el territorio donde hacen escala.
Con el incremento del tráfico y consumo de drogas, se han disparado la violencia y los atracos, y ya con frecuencia se escenifican verdaderas batallas campales en algunos barrios que prácticamente viven de los estupefacientes. Es el “tíguere-delincuente” que atraca para mantener sus vicios y/o para no trabajar y que acostumbra a vivir en esos lugares, o el “tíguere-narcotraficante” que suele defender su “territorio” a tiro limpio, a pedradas o a botellazos cuando la policía osa enfrentarlos. No quiere que nadie atente contra su medio de vida, y contra sus vicios. Este es un tigueraje resentido porque sabe que ni el establishment, ni los partidos, ni mucho menos la justicia y la policía están de su parte, o por lo menos son imparciales con ellos, y de ahí esa violencia.
Existe por igual el tigueraje de las “mulas” o “camellos” practicado mucho por mujeres, que intentan sacar del país droga por los aeropuertos tragada previamente en bolsitas plásticas, o se las introducen en el ano y/o vagina, o bien, escondida en alguna pertenencia. Otro tipo de tigueraje oportunista protege a quien envía las mulas al extranjero, porque nunca los atrapan; y todavía existe uno más, que es aquel que recicla la droga y las armas decomisadas.
El tigueraje también tiene su diminutivo en “tiguerito”, para referirse a un niño quien será un futuro joven, y lo más probable es que tenga que convertirse en algún tipo de tíguere para poder sobrevivir.
En el otro extremo están los “viejevos” porque son hombres mayores que intentan conquistar y disfrutar de los placeres de la vida, en especial de los sexuales. Con sus artes aprendidas con los años, en especial con el tigueraje, y con sus recursos disponibles acumulados, pueden competir, aunque muchas veces tengan que compartir sus conquistas. El Viagra, el Cialis y otros medicamentos, les han dado nuevos impulsos a este segmento poblacional.
El “tíguere-estudiante universitario”, en especial en la universidad estatal, cuando decide dedicarse al tigueraje estudiantil, lo primero que hace es dejar de asistir a las clases y se convierte en un militante de cualquier partido político y/o de un grupo estudiantil. Con eso puede obtener muchas ventajas, desde ocupar un pequeño espacio físico en el campus para conversar, guardar cosas, recibir visitas, almorzar, dormir siesta, etc., hasta aprobar asignaturas sin tener la más mínima idea, porque hay “profesores” que con tal de obtener los favores y los votos estudiantiles, no tienen ningún reparo en complacerlos. Hay casos en que logran viajes, becas, sueldos, entre otras ventajas, y si logran algún cargo en la federación de estudiantes y su partido está en el poder, al terminar la “carrera” pueden conseguir buenos trabajos. Los funcionarios de la misma institución no se quedan atrás, ¿por qué se han eliminado prácticamente las tesis y se promocionan los llamados “monográficos”? Ah, porque esos cursos se cobran caros y los decanos hacen lo que quieran con esos ingresos, ya que no se depositan a la caja de la universidad; o los rectores que gastan millones en viajes improductivos, cobran jugosas dietas, y disponen a su antojo de una tarjeta de crédito y de teléfono celular, y como muestra basta un botón.
Todo el mundo sabe de las “universidades” privadas que tratan a los estudiantes como si fueran clientes quienes tienen el título asegurado siempre y cuando paguen. A nadie le importa en nivel de conocimientos de ellos, pero por esos misterios del tigueraje nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.
El “tíguere-político” suele “estudiar” derecho, y normalmente se hace un experto adulón, conocido popularmente como “limpiasaco” o “tumbapolvo”. Lo que precisa al “graduarse” es un político influyente con la autoestima baja, que necesite la lisonja descarada o disfrazada. El resto depende de sus habilidades. En el ámbito político existen otros tígueres-depredadores que son los que cobran por los “bandereos”, por su participación en las marchas, piquetes, caravanas, o que les piden dinero descaradamente a los políticos. A estos tígueres activistas se les conoce como los “pica-picas”. Los tígueres que están en los cargos o entre los aspirantes a permanecer en ellos, les prometen a los votantes toda clase de beneficios, y de posiciones, y luego al ganar, casi nunca cumplen. Si van al interior del país dan su palabra de que van a construir o a terminar muchas obras, y luego si se salen con las suyas, se olvidan de las promesas.
Los diputados tienen su propio tigueraje pero a otro nivel, aprobándose aumentos de sueldo, financiándose oeneges con los dineros del pueblo para no hacer nada por la población, cobrando jugosas dietas, obtienen pasaporte diplomático, aparte de tener despacho, secretaria, chofer, entre otras ventajas, y encima, casi no trabajan, y cuando depositan su declaración jurada de bienes, los pocos que lo hacen mienten descaradamente.
Y qué me dicen ustedes del tigueraje de las oficinas públicas, quienes les piden con toda la desfachatez del mundo dinero a los clientes para atenderlos, lo que se conoce como “payola”, e incluso, si están en un cargo alto exigen favores sexuales abiertamente, a las que quieran conseguir un empleo en esa oficina. El colmo de los colmos en el tigueraje son aquellos que cobran sin trabajar, y se les conoce como “botellas”.
Aquí coexiste hasta un tigueraje bancario, que ofrece créditos en condiciones leoninas a los clientes; o si uno no “mueve” la cuenta durante un cierto período, se la “congelan”, y no le pagan los intereses devengados.
La iglesia no se queda atrás con su tigueraje, porque obtienen toda clase de ventajas, exoneraciones, sueldos, dádivas, donaciones, etc, con los cuales aumentan su patrimonio, y si le retiran esos privilegios ataca sin piedad cristiana al gobierno de turno. Las Fuerzas Armadas, con las compras sobrevaluadas, la Policía con sus “picoteos”, la Justicia “vendiendo” sentencias complacientes, son algunas de las prácticas de esas instituciones, dignas del mejor tigueraje. Aparte de los “regalos“ que reciben todas.
Por si fuera poco tenemos un tigueraje diplomático, materializado en aquellos funcionarios que cobran tarifas abultadas a los ciudadanos, los que venden pasaportes a extranjeros de forma ilegal, o los que comercializan con indocumentados, con los vehículos exonerados o con las bebidas. Hay “diplomáticos” que obtienen ganancias hasta de los estudios fotográficos que toman las fotos para los documentos, y de las compañías de seguros que venden seguros a los viajeros.
Hay un tíguere-cultural llamados los “asodopicas”, no porque les interese la cultura, sino, que se aprovechan de las actividades en esa área para obtener ventajas, desde bebidas, cenas y almuerzos gratis, hasta regalos como libros vendibles, gorras, embutidos, etc. Estos van a las bibliotecas públicas a consultar los actos del día, y a partir de ahí trazan su recorrido y pasan la información.
A los que se cuelan en las recepciones de embajadas, en las bodas, cumpleaños, y otras actividades privadas de gente desconocida para ellos, se les conoce como “paracaidistas”.
Los grandes supermercados también tienen sus especialistas en tigueraje, ya que se benefician especialmente de las degustaciones gratuitas. Son los “superasodopiqueños”.
Existe un tíguere de “colmadón”, que se pasa todo su tiempo libre, - que es mucho por su propensión a la vagancia - , en ese lugar intentando que alguien le pague la “fría” o cerveza. Es muy sociable y simpático, aparte de saberse muchos cuentos e historias verdaderas o falsas.
El tigueraje es tan dominante que traspasa las barreras sociales de clases, las fronteras y los géneros. ¿O es que la conocida “chica-avión”, esa que “aterriza en todas las pistas”, no es una tiguerona, hecha y derecha? ¿Y qué me dicen de la desaparecida “chica-bíper”?, que recibía el mensaje de sus clientes por medio del radio-localizador, y que ahora tiene celular; o las jóvenes que alardean ante las amigas de tener tres o cuatro “novios”, y los controlan y los ubican por medio del teléfono móvil, llamándolos para saber dónde están, y así se van con el otro en dirección contraria. Todas ellas sacan ventajas de su comportamiento, con este machismo a la inversa.
Y el tigueraje de las cajeras de tiendas de todo tipo, o de los taxistas que nunca tienen cambio suficiente para devolverle al cliente, y siempre redondean en perjuicio de uno.
Los llamados “dueños del país” cobran a los choferes por recoger pasajeros en las rutas que les “pertenecen” a los “sindicatos”, haciendo galas de un tigueraje agresivo, y este es un derecho usurpado al Ayuntamiento.
En el país cada vez se fomenta más la ludopatía, para entretener a la gente y crearles ese vicio, y el tigueraje se encarga de que existan “bancas” de apuestas que evaden los impuestos o que se continúe con las apuestas ilegales y las rifas barriales.
En la frontera con Haití, ahí sí que hay tigueraje, ya que se trafica con todo, desde indocumentados hasta mercancías, pasando por drogas, armas, prostitutas, autos, y lo que usted quiera. También existe mucho tigueraje en los viajes ilegales en yola, cuyos “capitanes” los organizan como si fueran cruceros con avisos públicos, y la última en enterarse es la Marina de Guerra, todo gracias al tigueraje.
En la década de los años 50 del siglo pasado a los aviones que entraban en el espacio aéreo dominicano sin autorización se les obligaba a aterrizar, y ahora en el siglo XXI, la Fuerza Aérea tiene muchos menos aviones que antes, lo cual permite como buenos tígueres, que se produzcan “bombardeos” de droga a diario en el país, y nadie sabe a quién va dirigida. Esto trae a colación el desmantelamiento de la línea aérea dominicana, donde se robaron todo, y nadie ha pedido explicaciones a los tígueres. Eso ha provocado, que nosotros por la ubicación geográfica podríamos ser perfectamente el “hub” del continente, pero el tigueraje interesado no ha permitido que prospere la línea aérea nacional, y esta actitud ha dejado que se beneficien otras aerolíneas extranjeras, y que varios países del área se nos hayan adelantado.
La llamada libertad de prensa aquí casi no tiene sentido, con tantos “periodistas” cobrando de instituciones públicas. Ni tampoco los hits parades de la radio, porque quien no paga la “payola” simplemente no “suena”. Eso ocurre también en los concursos de belleza amañados, en los cuales la que tenga mejor patrocinio para el tigueraje, gana.
Los pobres caballos del hipódromo no son culpables de haber caído en manos del tigueraje, y por eso tienen que soportar toda clase de estímulos, legales e ilegales, porque cada dueño hace lo que le da la gana sin controles, con la intención de ganar a toda costa.
Un tigueraje masivo ocurre en los barrios donde nadie paga por el servicio de energía eléctrica, porque se roban la corriente a pleno día. Tampoco se controla a quienes sustraen metales de todas partes para exportarlos como chatarra.
Esta visión y pinceladas del tigueraje no pueden estar completas, es meramente una panorámica superficial, porque es un proceso dinámico, y además confluyen en el fenómeno todas las corrientes y sucesos sociales, económicos y políticos.
El tigueraje está aquí para quedarse, sencillamente porque la competencia tiende a aumentar por el incremento natural poblacional, y por la inmigración ilegal. En tanto los recursos del estado son despilfarrados inmisericordemente, y la corrupción es cada día más descarada, siendo la mejor aliada del tigueraje, lo cual provoca más estrecheces y que aumente la brecha entre pobres y ricos. Este es el mejor caldo de cultivo para que el tigueraje prolifere, y logre permear todo ¡Es un sálvese quien pueda! Es más, yo me atrevo a afirmar que este país sin tigueraje y sin corrupción ya no funciona.

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