martes, diciembre 22, 2009

EL FUTURO DEL CINE YA LLEGÓ CON “AVATAR”


Zoe Saldaña como Neytiri, en un fotograma de la película AVATAR



Por FAUSTINO PÉREZ

Decía Umberto Eco en su brillante ensayo titulado La Multiplicación de los Media, que dichos mass-media son “genealógicos y carecen de memoria”, en el entendido de que “son genealógicos porque en ellos cada nueva invención produce imitaciones en cadena, produce una especie de lenguaje común. No tienen memoria porque como se ha producido la cadena de imitaciones, nadie puede recordar ya quien fue el iniciador y se confunde fácilmente al fundador de la estirpe con el último de sus nietecitos”. Además, “los media aprenden”, en el sentido de que se perfeccionan cada vez más.
Es mucho lo que se ha avanzado en el cine desde que vimos “2001 Una Odisea en el Espacio” de Kubrick, estrenada en el 1968, y en realidad hace ya años que la tecnología ha evolucionado tanto que se pueden filmar películas sin actores, sin escenarios y platós, e inclusive, sin escenografías; ya que tanto las actuaciones, así como también los espacios de apoyo de la acción, son posibles de ser recreados artificialmente. Naturalmente que para los puristas esto es una aberración, que desvirtúa unas de las artes representacionales por excelencia, como es la actuación. Que la capacidad histriónica de un personaje se mida por el avance de la tecnología, es decir, por tener el chip más avanzado, es difícil de digerir.
Y es que la época en la que los actores tenían que expresarse exclusivamente con sus dotes para la representación, como lo atestiguan las películas mudas de Charlie Chaplin; o posteriormente, en las que la preparación artística y la elegancia en la dicción eran valoradas, como es el caso de Laurence Olivier, o bien, la mismísima Elizabeth Taylor, han pasado tristemente a la historia.
Entre los numerosos efectos especiales cinematográficos disponibles, existe una técnica llamada “motion capture” también conocida como “motion tracking”, y abreviada como “mocap”. Esta práctica consiste en la grabación del movimiento y su traslado a un modelo digital en 3-D. Este procedimiento tiene muchas aplicaciones principalmente en medicina, en deportes, en el ámbito militar, y en la industria del entretenimiento, como es el caso que nos ocupa. Cuando se incluyen las sutiles expresiones faciales y corporales, y por igual, el movimiento de los dedos, se la denomina “performance capture”, que es precisamente la empleada en Avatar.
El vocablo avatar proviene del idioma sánscrito y significa una encarnación de alguna deidad, o bien, una reencarnación, transformación, o cambio. En las ciencias computacionales se emplea este vocablo para expresar una imagen que sea una representación elegida por el interesado, especialmente de uno mismo; y precisamente en ese sentido se emplea en la película, con guión y dirección de James Cameron. El film toma el nombre de los personajes que genéticamente adoptan la apariencia de los Na´vi que habitan en Pandora, la luna de Polifermo, una de los tres planetas de gas que orbitan al sistema estelar Alfa Centauri. La idea consiste en que los avatares funcionen como enlaces para que los conquistadores puedan obtener información vital de los habitantes del lugar, y por ese motivo los forasteros se aventuran con toda la tecnología y poderío militar disponibles, para lograr la explotación del mineral Unobtainium, cuyo mayor depósito se encuentra justo debajo de los lugares más sagrados para los Na´vi, y vale veinte millones de dólares el kilo; o sea, que los avatares son verdaderos caballos de Troya, o si se prefiere, se trata de espías al servicio de los depredadores, o lo que es lo mismo: de los malos.
Los Na´vi viven en armonía con la naturaleza, con sus cuerpos estilizados de tres metros de altura y con una cola; y aunque ellos se aprovechan de sus recursos selváticos, incluyendo sus extraños animales, no los destruyen o matan.
El ejército terrícola está al mando del aguerrido coronel Quaritch (Stephen Lang), y el principal avatar es un paralítico ex marine en silla de ruedas llamado Jake Sully (Sam Worthington), quien se enlista en el programa de avatares dirigido por la científica Dra. Grace Augustine (Sigourney Weaver). La idea es que Jake pueda persuadir a los Na´vi para que abandonen el lugar, antes que los colonizadores pierdan la paciencia. Sin embargo, ocurre algo imprevisto, y es que Jake después de aprender cómo sobrevivir en esa selva guiado por una espigada nativa llamada Neytiri (Zoe Saldaña), y de haber sido aceptado por los nativos como uno de ellos después de duras pruebas, se da cuenta del desastre ecológico y místico que supondría la explotación irracional del mineral buscado, y encima se enamora de la bella Neytiri.
En realidad el argumento básico de la película no es muy original que digamos, ya que enfrenta a los buenos y los malos, y en este caso ganan los buenos, lo que no siempre ocurre en la vida real. No obstante, se logran unos excelentes resultados en las escenografías, en los avatares y en los animales selváticos, con escenas dignas de ser recordadas por su belleza e impacto, como el atolón flotante donde los aviones pierden el sentido de orientación, los capullos gigantes que se encogen al ser tocados, las delicadas “medusas” aéreas brillantes que se posan suavemente sobre Jake, el inmenso árbol sagrado, las espectaculares hojas de “plátano” que son usadas por los nativos como trampolines y para amortiguar las caídas, la selva fosforescente para escuchar las voces de los ancestros, y la cascada majestuosa, entre otros. Los rituales de los nativos Na´vi cantando a coro son igualmente estampas memorables.
De todas maneras la película está muy bien pensada como el feroz contraataque con esas bestias salvajes corpulentas que resulta francamente impactante, las monturas de seis patas y los vuelos en esas “aves” de cuatro alas sacadas de la época de los dinosaurios están muy logrados, y la forma de “conectarse” con ellas empleando las trenzas, lo mismo que esas “panteras” negras paleolíticas.
El usar un paralítico como protagonista induce a pensar en lo políticamente correcto, aunque en su avatar no esté en la silla de ruedas, y por supuesto, la defensa a toda costa de la ecología está muy acorde con las preocupaciones mundiales de vanguardia. Otro detalle se verifica en la mujer piloto de “helicóptero” de ataque, Trudy Chacon (Michelle Rodríguez), quien desempeña su rol eficientemente.
El film plantea problemas éticos de candente actualidad, e inclusive, filosóficos, ya que esas explotaciones irracionales existen hoy en día en el Congo con la extracción del coltán y con otros minerales, y sin ir más lejos, en Brasil, Sudáfrica, Colombia, amén de otros países. Es la sempiterna lucha entre los que poseen casi todo y siguen siendo insaciables, y aquellos que enarbolan la lucha por la defensa de la naturaleza y propugnan por un mundo más justo y en armonía. Avatar está predestinada a convertirse en una película de culto, e incluso, va a consagrar al ecologismo como una nueva “religión”. Esto era precisamente lo que le faltaba al movimiento ecologista, una obra mística e inspiradora, para que le diera el impulso definitivo.
Técnicamente hablando, el film se presenta tanto en 2D, así como también en versiones para 3-D y para IMAX 3-D, y costó aproximadamente 300 millones de dólares, más unos 200 millones para su promoción. ¿Será el inicio de un cine sostenido sin actores, sin escenarios y sin escenografías reales?, ¿es un globo sonda para ver cómo reacciona el público? No sabemos, el tiempo lo dirá. De lo que no cabe ninguna duda es que representa un gran avance tecnológico, no nos olvidemos que “los media aprenden”.

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