martes, agosto 17, 2010

BIENVENIDOS A “TOYOLANDIA”


Basura en el litoral (foto: FAUSTINO PÉREZ)

Por FAUSTINO PÉREZ


No es ninguna casualidad que uno de los primeros dominicanismos que aprenden los extranjeros que viven en el país es el llamado toyo, o quizá se trate de un tollo; y es que el toyo es tan grande que no se sabe ni siquiera cómo se escribe la palabra, pero de que existe el toyo, existe, y todos lo padecemos. Es un desorden mayúsculo que parece no tener fin, y que afecta todo lo imaginable.
El toyo nuestro equivale a una chapucería o a una chapuza, aunque en realidad, abarca mucho más, porque el diccionario de la Real Academia define la primera como: tosquedad, o imperfección en cualquier artefacto; y chapuza es: obra sin arte ni esmero. El toyo nuestro es toda una filosofía y un estilo de vida, y una manera de vivir y entender la existencia, sin que se perciba como algo mal hecho, ni mucho menos se tenga la intención de hacerlo mejor la próxima vez, o de tener, en lo absoluto, algún sentido de culpa.
Naturalmente, que el tollo puede estar muy ligado a la corrupción, pero además, se le vincula con la desidia, la negligencia, la rebeldía, el abandono, la miseria, la estulticia, la picardía criolla, y la mala educación, entre otros. El susodicho toyo se practica tanto que llega a convertirse en algo cultural, y ahí es donde estriba el verdadero problema.
En el mundo hay culturas que enfatizan la realización bien hecha de las cosas, basta con ir a Japón, por ejemplo, para comprobar la pulcritud y amor por la perfección que tienen en el país del Sol Naciente, no es de extrañar que siendo un territorio comparativamente pequeño, que ocupa el lugar número 61 en el mundo en cuanto a tamaño se refiere, y encima, bastante montañoso, y además, padeciendo terremotos con relativa frecuencia, sea la tercera economía mundial; empero, si ellos son el Yin, nosotros somos el Yang, aparte de que estemos en las antípodas, un país del otro.
Desde otra perspectiva, es lógico que en el mundo debe de haber de todo, el problema surge cuando en el subdesarrollo se practica tanto el toyo que se convierte en una tara para el progreso, se crean problemas de convivencia, de salud, de corrupción, y se despilfarran sin misericordia los escasos recursos con que se cuentan.
Erróneamente yo llegué a pensar anteriormente que la cultura del toyo se debía sobre todo al clima, al intentar buscarle una explicación al fenómeno. No obstante, en la vecina isla de Puerto Rico, que también se encuentra en el mismo Mar Caribe en la ruta de los huracanes como nosotros, no tienen los toyos que nosotros padecemos, y se percibe inmediatamente que están mucho mejor organizados, en todos los órdenes.
Lo mismo sucede en Venezuela, otro estado caribeño con recursos muy superiores a los nuestros, y en la zona tropical mexicana que da al Golfo de México, con sus joyas arqueológicas de las civilizaciones prehispánicas. En Cuba, lo que existen son precariedades, porque el gobierno de la isla sigue aferrado a un modelo económico ya fracasado en el resto del mundo; sin embargo, sus excelentes logros en cuanto al nivel educativo, y en el área de la salud, han sido reconocidos. En Jamaica, a pesar de la tolerancia y la permisividad oficiales, en cuestiones de drogas ilegales, cuando el gobierno quiere aplica la disciplina aprendida de los británicos y aprieta a la población.
En el Caribe, solo Haití nos supera en cuanto a caos se refiere, y por esa razón es prácticamente un fideicomiso en un súper toyo, y hay tanta miseria como secuela de haber sido explotada sin piedad por los franceses, en épocas pasadas; todo ello empeorado por el reciente terremoto. En la práctica, casi todas las demás islas pequeñas del Caribe como Curazao, las Bahamas, Martinica, Aruba, o cualquier otra, están mejor organizadas.
Lo curioso y lo malo de todo esto, es que uno se llega a “acostumbrar”, o por lo menos, a ver el toyo como algo normal, que no sorprende. ¡Más le vale!, porque si uno no se adapta, sin llegar a gustarle el toyo del todo, termina francamente mal, como aquél amigo mío que se puso a discutir, porque un visitante le había ocupado el aparcamiento de su vivienda en el edificio, y terminó en el cementerio víctima de un derrame cerebral, al subirle la presión arterial. O aquél otro que se fue de viaje a Europa, y no podía dormir allá por el gran silencio que imperaba en el hotel donde se hospedaba.
Hace décadas que se han publicado trabajos científicos acerca de la relación entre el surgimiento de los hitos y logros de las llamadas civilizaciones, y las temperaturas promedios anuales de las naciones, y se llegó a la conclusión de que una temperatura anual promedio de entre 4-14°C, o sea 40-60°F, era la más propiciadora para el desarrollo y vigor mentales de las personas. Esto hay que matizarlo en el sentido de que una ciudad puede alterar artificialmente sus temperaturas de sus espacios públicos y privados, haciendo uso de los acondicionadores de aire, con las calefacciones, usando la vestimenta apropiada, con una arquitectura específicamente diseñada para aumentar el confort, etc.
Si nos remontamos a nuestros orígenes podremos comprobar que esas piezas pétreas que nos legaron nuestros antepasados, son conocidas como cemíes, pero en otros lugares aparecen como semíes, y yo he visto también zemíes. Al final nadie sabe como se escribe; le pasa igual que al vocablo toyo. A pesar de la desorientación, la Academia Dominicana de la Lengua no se pronuncia al respecto, echándole más leña al fuego, y así pasa con todo.
Pero el caos no sólo es en el idioma, ¡ojalá fuera sólo eso!, por ejemplo, en un día típico en un vecindario de clase media, uno es testigo de tantas barbaridades, contradicciones, infracciones, desacatos, transgresiones, faltas, desobediencias, incumplimientos, inobservancias, contravenciones, violaciones de las normas y reglas, y puros actos de salvajismo, que a veces uno se pregunta dónde fue que se nació.
Para ilustrar y sin exagerar mucho, cuando se abre la puerta de la casa por la mañana la vecina ya sacó su perro a pasear y el animal hizo sus necesidades justo en la acera de la casa de uno, el señor de enfrente aparcó su vehículo encima de la acera bloqueando la puerta de al lado, en ese momento un conductor entra por la calle en vía contraria, mientras los perros sarnosos destrozan las bolsas de basura en la esquina, ¡y así es imposible mantener a una ciudad limpia! Otro sujeto viene y se orina en la pared de enfrente, y el empleado de la cafetería pasa y se suena la nariz con las manos, deposita la mucosidad en el suelo y se limpia las manos en el poste de luz; en tanto otro conductor acelera con la música a todo volumen que hace temblar la casa. Luego aparece un haitiano que vende cocos y tira todos los desperdicios en un vertedero improvisado en la otra esquina…
En la base de la pirámide social la cuestión se complica aún más, porque en los sectores de clase baja, encima de todo lo anterior, además de pasar penurias para subsistir y con el suministro de agua potable, y para la recogida de los desechos y aguas negras; lo más probable es que alguien esté haciendo una conexión ilegal para robarse la energía eléctrica; todo ello aparte de la ocupación fraudulenta de las aceras con toda clase de negocios, tanto formales, así como también informales, o sencillamente para no soportar los calores dentro de las viviendas. Tampoco faltan los llamados colmadones, que son de hecho, verdaderos bares ruidosos, y las paradas de autobuses con sus contaminación, ruidos, vendedores ambulantes, y trifulcas.
En los sectores de clase alta, también son víctimas de los toyos, porque los carteristas y los ladrones están al acecho para robarse cualquier cosa de valor, y los sicarios hacen su trabajo de eliminación. Por su lado, los comerciantes aumentan los precios de sus productos y servicios sin ningún control, en perjuicio de los indefensos consumidores.
Más grave aún son los toyos sociales y la degradación de las instituciones y profesiones, que ha provocado la llamada inversión de valores y del cambio de roles, y así tenemos banqueros que estafan, profesores semianalfabetos, delincuentes muertos que son enterrados cubiertos con la bandera nacional, funcionarios fronterizos dedicados al contrabando, legisladores que no declaran sus bienes, jueces que sentencian a favor del mejor postor, policías que atracan y que alquilan sus armas de reglamento, curas que violan monaguillos, médicos que asesinan a sus pacientes por ignorancia, falsificadores de toda clase de documentos, haitianos ilegales ejerciendo la mendicidad y la prostitución, delincuentes conocidos que son elegidos para cargos congresuales, “intercambios de disparos” con la policía que son fusilamientos públicos en la práctica, esposas con varios amantes fuera del matrimonio, estudiantes universitarios que no saben leer bien, políticos que sobornan a los votantes, comerciantes contrabandistas, presidiarios que son sacados a pasear a la calle y llevados a los bares, académicos que nunca han publicado un libro, niños que venden drogas y asesinan, sicarios a la carta, funcionarios con sueldos exorbitantes, ministros que practican el nepotismo, taxistas que apenas conocen la ciudad, universitarias que son en realidad prostitutas, peatones que tiran la basura donde quiera, conductores que instalan alarmas a sus autos y luego no hacen caso cuando se disparan y tampoco respetan los semáforos, fontaneros chiriperos que no dominan su oficio, y un largo etcétera.
El triste pronóstico es que el toyo en general y la miseria se incrementarán, ya que la población sigue en aumento por el toyo en la educación sexual a las jóvenes y en la planificación familiar; la inmigración ilegal haitiana se acrecentará por el toyo inmigratorio; la delincuencia y la violencia urbanas seguirán creciendo por el toyo en la corrupción, que permite el toyo del contrabando de armas; la educación dominicana continuará en decadencia por el toyo educativo; la deuda pública externa será más inmanejable por el toyo de los préstamos; y el consumo de estupefacientes irá viento en popa por el toyo en las medidas de control.
Y así vamos toyo tras toyo, ya no sabemos vivir sin él, y se ha convertido en algo esencial e imprescindible para los pescadores en río revuelto, ¡BIENVENIDOS A TOYOLANDIA!, PUES.

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