sábado, febrero 23, 2008

ATENAS NOS ESPERA

MI PERIPLO DE PRINCIPIOS DE AÑO: ATENAS(SEXTA PARTE)

Por FAUSTINO PÉREZ


En el comedor del hotel Royal St. Honoré de París éramos los únicos a las siete de la mañana de ese día para el desayuno, porque teníamos que salir para el aeropuerto Charles de Gaulle temprano, con el fin de viajar hacia Atenas, Grecia, la segunda ciudad del recorrido. La noche anterior las noticias de la televisión daban cuenta de un fuerte terremoto sin víctimas al sur de Grecia, lo cual le daba más emoción al viaje. Los temblores de tierra crean, entre otras emociones, una sensación de impotencia, y más si uno se encuentra lejos de su tierra entre gentes que se comunican en un idioma muy diferente como es el griego. Yo ya había pasado uno de intensidad moderada en Lima, Perú, mientras estaba en la quinta planta del hotel.
Depués de saldar las pequeñas cuentas pendientes en el establecimiento hotelero, caminamos hasta la parada del autobús Roissybus que nos condujo al aeroparque. Al llegar, una azafata de tierra nos llevó hasta las máquinas que expiden la tarjeta de embarque, y ella misma nos entregó las nuestras.
Es preciso destacar que tanto en Europa, así como también en los EEUU, en Japón, y en otros países desarrollados, quien no domine las máquinas que se emplean para todo tipo de tickets; y no sepa seguir las señales, es decir, que no comprenda la simbología y códigos de la señalética, tiene problemas. Para ilustrar esto podría contarles que yo fui testigo una vez de unas sudamericanas en el aeropuerto Barajas de Madrid, que querían salir a la calle entrando por los excusados, porque no sabían lo que las dos figuritas de un hombre y una mujer juntos significan.
Este aeropuerto Charles de Gaulle tiene tres zonas: una de llegada, luego hay otra que es como una especie de semi-zona franca con tiendas y también con los mostradores de las aerolíneas, y al final tienen el área de espera restringida desde donde los pasajeros se embarcan. En esta última estuvimos esperando el avión de Air France para embarcarnos.
Es diferente al aeropuerto de Santo Domingo, que sólo cuenta con dos zonas.
Al final, el vuelo salió con una hora de retraso, por causas no reveladas. En este trayecto el avión vuela en primer lugar sobre Francia, como es lógico, luego cruza sobre Suiza, y por encima de los Alpes, - que le proporcionan una vista bellísima al viajero porque el país helvético tiene varias cimas de más de cuatro mil metros de altitud, siendo la más importante, el Dufourspitze de 4,634 mts. - , y a continuación pasa entre Italia y la antigua Yugoslavia, hoy ya dividida, para entrar a Grecia, sobrevolando un poco a Albania. La distancia entre París y Atenas es inferior en 400 kilómetros a la que hay entre Santo Domingo y New York, o sea, que se tarda quince minutos menos, aproximadamente tres horas y algo en total.
Al sobrevolar el país helénico, se nota su compleja orografía, y la gran cantidad de islas que posee; y el aeropuerto con el estrambótico – para nosotros - nombre de Eleftherios Venizelos, está más hacia el este de la capital, es decir, 33 kilómetros por autopista más para allá de Atenas.
Por culpa del retraso del vuelo y por la estación invernal, llegamos después de haber anochecido, pero ni modo, recogimos las maletas, y como veníamos de un país del grupo Schengen, no pasamos por inmigración. Grecia era un país totalmente nuevo para mí; únicamente sabía lo que recordaba de aquello que había estudiado y leído sobre esa nación, y sólo conocía una frase en griego: “parakaló”, que significa entre otras cosas: “de nada”. Llegar a una ciudad de noche sin conocer nada, complica las cosas, porque cualquier decisión equivocada puede hacer que se enrede todo, mucho más que de día.
Antes de salir de la terminal teníamos tres prioridades: la primera era el cambio de divisas, la segunda, encontrar la Oficina de Turismo para conseguir los folletos de los museos y otros lugares de interés, y la tercera, averiguar de dónde salía el autobús X95 que llega hasta la Plaza Syntagma en el centro de la ciudad. Este último dato lo había obtenido del Internet.
De repente alcancé a ver la “i” que en señalética internacional significa “información”, y no sé por qué razón yo esperaba encontrarme con una “tataranieta” de Platón, o una chica con la oratoria y la elocuencia de un Demóstenes, que me contestaría con alguna frase célebre, o con un sofisma, o por lo menos, que me planteara alguna paradoja. Pero no, al acercarme no podía creer lo que estaba viendo, era una joven muy agradable y eficiente de origen africano- subsahariano, quien me respondió en un perfecto inglés, y me despejó todas mis dudas.
Ya en la Oficina de Turismo, que se encuentra entre las salidas dos y tres, otra empleada muy simpática, me corrigió el nombre de la calle del hotel, puesto que en la información impresa proporcionada por la agencia de viajes dominicana, estaba mal escrito. También me dieron los folletos que andaba buscando, y luego al revisarlos, me enteré de que habían literalmente centenares de lugares arqueológicos de interés que podían ser visitados. Empero, a mí me interesaban en especial dos museos, y claro, el Parthenón al igual que el templo de Zeus. Todo lo demás era secundario, ya que es imposible ver tantas cosas.
La salida para el transporte a la ciudad era la número 5. Tuvimos suerte porque la X95 estaba a punto de salir, y decidimos que era mejor viajar hacia la ciudad de pie, - porque estaba lleno - , que tener que esperar el siguiente autobús; y pude comprar los billetes a tiempo. Nos cobraron 3.20 euros a cada uno.
En la medida en la cual íbamos entrando a la ciudad, echaba de menos las multitudes de París, es más, Atenas me parecía una ciudad vacía. Cuando llegamos a la Plaza Syntagma, nos desmontamos y un taxista muy extrovertido y simpático que estaba al acecho de los pasajeros, vino diligentemente a cargarnos las maletas. Aunque había una parada del metro ahí en frente, preferí el taxi por ser una ciudad desconocida; al día siguiente me daría cuenta de que eso fue lo mejor que hicimos. Una vez en el vehículo noté que tenía puesto en el taxímetro la tarifa nocturna, o sea, que aparecía un 2 en una esquina del aparato. Lo que nunca me imaginé fue que marcaría 25 euros por un kilómetro y medio (mil doscientos cincuenta pesos dominicanos). Le pedí explicaciones, pero me contestó en su inglés con acento griego, que la tarifa doble era la que se aplicaba a esa hora; y yo lo que quería era llegar al hotel, no discutir. Me dio la mano sin mucho entusiasmo, y se marchó rápidamente.
¡Lo bueno del caso es que el conductor del taxi quería venir a buscarnos al día siguiente para llevarnos a conocer la ciudad!
El hotel Divani Palace Acropolis http://www.divanis.com/acropolis/default-en.htm, con tres estrellas y media, queda en la calle Parthenonos, perpendicularmente a uno de los paseos que bordea el peñón de la Acrópolis, aproximadamente a unos ciento cincuenta metros de dicho paseo llamado Dionyssiou Areopagitou. El nuevo museo de la Acrópolis que aún no está terminado, tendrá ahí una de sus salidas. Ese es un sector muy tranquilo, con varias embajadas en las cercanías; incluso, casi no se ve gente de noche, salvo los huéspedes del hotel. En la recepción me dieron las instrucciones del horario del desayuno, la tarjeta magnética que sirve de llave, y la planta de la habitación. Lo que más impacta de Atenas son la gran cantidad de subidas y de bajadas de sus calles y avenidas, y cuando se está en algún sitio elevado es posible divisar varias colinas en la misma ciudad.
Una vez instalados, pude apreciar la vista desde el balcón, ya que si uno mira hacia la izquierda es posible distinguir al Parthenón semi-iluminado.
En la televisión noté que si bien el griego resulta incomprensible para nosotros, existen palabras sueltas de uso cotidiano en ese idioma que se entienden perfectamente, al ser el origen de muchas de las nuestras, tales como: anatema, antropología, caos, carta, catálogo, cinematógrafo, cosmos, crisis, democracia, ecléctico, económico, estigma, físico, fotografía, hipódromo, hipótesis, liturgia, lógico, metamorfosis, periferia, político, práctico, problema, próstata, prototipo, técnica, teléfono… Estas fueron algunas de las que pude detectar.
El griego es un idioma que a veces suena un poco a ruso, pero también tiene otras influencias, ya que al ser Grecia un “cruce de caminos”, - que ha dado muchísimo a la civilización occidental - , también ha recibido influjos del norte de África, en especial de Egipto; de Oriente Medio, incluyendo la antigua Mesopotamia, del este de la desaparecida Unión Soviética, del Imperio Persa, y de los asirios, entre otros; y de Europa Occidental, principalmente de la penísula itálica.
Esta lengua, se presta mucho para el razonamiento de tipo filosófico, como es lógico; pero, como también pude apreciar en las telenovelas, es muy práctica para insultar, por los matices alcanzables con ella. Son las dos caras de una misma moneda.
Por la mañana bajamos a desayunar, y para mi sorpresa tenían música de la cantante Janis Joplin en el comedor; luego supe que en el hotel se hospedan grupos de estudiantes con sus profesores, - supongo yo que de arqueología o de filosofía - , en particular estadounidenses, que van a Grecia a recibir clases “en el mismo lugar de los hechos”. Naturalmente que eso es un lujo, que no todos los alumnos se pueden permitir, porque como se comprenderá es muy distinto estudiar en un libro lo que escribieron y dijeron, Aristóteles, Sócrates, o Platón, por mencionar algunos; y otra muy diferente es estar en la tierra que los vio nacer, y donde interactuaron, para intentar comprender los porqués del surgimiento de esos grandes pensadores, en esa época y en ese lugar, al igual que las manifestaciones artísticas de los griegos. No nos olvidemos que tanto la Venus de Milo, así como también la Victoria de Samotracia, la Diana Cazadora, el Discóbolo de Mirón, el Poseidón de Milos, el Jinete de Artemision, y las Cariátides, entre otras muchas, son todas esculturas famosísimas pertenecientes al arte griego.
El desayuno-buffet era muy variado, mucho más espléndido que el del hotel de París, - a pesar de tener media estrella menos - , con platos típicos griegos incluidos, en especial entre los postres. Antes de entrar al comedor tenían un espacio con restos arqueológicos encontrados allí durante la construcción del hotel.
Después de las diez de la mañana salimos a buscar el metro, y caminamos hasta la Dionyssiou, - después de subir la cuesta de la calle del hotel - , que yo me la imaginaba como una avenida al verla en el plano, y en Google Earth, y en cambio, es un paseo casi peatonal. Así preguntando y preguntando llegamos al transporte subterráneo.

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