sábado, enero 10, 2009

EL MILENARIO EGIPTO: MI VISITA A LA TIERRA DE LOS FARAONES (1)

Por FAUSTINO PÉREZ


Tal como nos sucedió en los dos últimos años, nos pilló la Navidad haciendo los preparativos de viaje, pero con una variante importante: ahora exigían visado desde mediados del 2008 para poder hacer escala en la Unión Europea. Esto implicaba tener que hacer fila en el Consulado francés, previa solicitud de un número de llegada, llenar un formulario, con un pasaporte que tenga una validez superior a los tres meses después de la llegada al país de origen, llevar pruebas de la reserva de vuelos, de la reservación del hotel, y de contar con seguro de viaje; es preciso también, ir personalmente a que le tomen las huellas digitales de todos los dedos, y que le saquen una foto antropométrica; llevarles otra fotografía de frente con fondo blanco y de tamaño 3,5 x 4,5 cms. para acompañar el formulario, y encima, pagar sesenta (60) euros y tener que esperar casi un mes para que le den la respuesta a uno. Todo ello para “saltar” de un avión a otro en un aeropuerto de la Comunidad, y sin poder salir del área restringida del aeroparque. ¡La verdad es que los países del grupo Schengen se esmeran en hacerle la vida imposible a uno!
Y eso que habíamos pasado por París en tránsito en enero del 2007, camino de Tokío, Japón, sin visado; y estuvimos con visa de turista en París, en enero del 2008.
A uno no le queda más remedio que soportar esa mentalidad y esos abusos colonialistas, a pesar de que nosotros – como siempre – tenemos que sobrellevar las tarifas más caras no obstante ser los más pobres, para subvencionar las tarifas baratas de los países ricos. Esto significa que ellos se benefician comoquiera, pero desde aquí en esta isla, no se tiene otra opción para ir al continente africano; a menos que se dé la vuelta por sudamérica, entonces sería más largo el viaje y, por supuesto, más caro.
Ya teníamos el visado, el hotel, los vuelos, y los guías turísticos que nos orientarían en nuestro periplo.
El taxista contratado llegó justo a las cinco y cuarto de la tarde, para llevarnos al Aeropuerto de Las Américas, nos cobró 700 pesos, facturamos las maletas, pasamos los controles de rayos-x y los de Inmigración, - donde, por cierto, una ex-alumna mía vino a saludarme - , y a continuación nos dirigimos a la sala de espera para el abordaje. Esta aerolínea acostumbra a dar los datos técnicos del vuelo en una pizarra colocada a la entrada del control de la tarjeta de embarque. En lo que esperábamos en la cola observamos a cuatro pasajeros a quienes no los dejaron abordar el vuelo y que eran mantenidos sentados en un lugar específico de la sala, no sabemos los motivos. Siempre hay alguien que es invitado a bajarse del avión por problemas en el pasaporte, o en el boleto aéreo, por su perfil sospechoso, o por llevar algo prohibido, y así por el estilo.
Como estaba previsto subimos al aparato un Jumbo 747-400 de Air France, que se suponía despegaría a las 9:10 p.m. Sin embargo, debido a la indisposición repentina de un viajero; - ¡es increíble cómo la adrenalina se percibe en ese ambiente de más de 500 personas, y la gente se alborota! - , el avión mastodóntico tomó pista a las 10:30 p.m., y nos tocó sentarnos al lado de una joven que se entretenía leyendo un libro en fotocopia. Mi preocupación era que no diese tiempo a trasladar las maletas de un avión a otro.
Después de la mala noche y de haber cenado y desayunado en el avión, llegamos a París a media mañana, entonces, teníamos que pasar de la terminal C a la E, en el autobús que tienen dispuesto para esos fines, o sea, que había que salir a una calle interna del aeropuerto Charles de Gaulle. El problema era que habíamos salido de un país con una temperatura agradable de verano de 28º, para llegar a otro después de casi ocho horas de vuelo con una temperatura de 3 grados bajo cero, es decir, de un invierno crudo para esas latitudes, y de ahí llegar a nuestro destino con una temperatura primaveral de 12º. Mientras el avión llegaba a la terminal me entretuve tomándole fotos al avión Concorde auténtico, que tienen en un pedestal al lado de una de las pistas de acceso.
Esperamos el próximo avión, que era más pequeño, pero paradójicamente con más espacio para las piernas, después de pasar otra vez por los rayos-x, y así de esa manera abordamos el vuelo que nos llevaría a nuestro destino final: El Cairo, Egipto. Iba a ser la primera vez que pisaba el continente africano y el cuarto continente en visitar.
En la sala de espera se notaba el gran conflicto cultural que tienen los jóvenes árabes, y varios de ellos estaban escuchando rock en árabe en sus i-pods, o bien, navegando con sus laptops, o hablando por celulares, o con gafas de marca a pesar de tener cubierta la cabeza; todo ello en detrimento de su cultura, - incluyendo sus costumbres - , que está perdiendo la batalla. Por otra parte, después que una chica se acostumbra a usar jeans, es difícil que vuelva a la chilaba tradicional.
Los asientos próximos a la ventanilla estaban colocados en filas de dos, o sea que no teníamos a nadie al lado, y después de un almuerzo muy bueno, mucho mejor que en el avión anterior, - a pesar de ser la misma compañía - , a base de salmón y queso roquefort. ¡En este vuelo hasta le presentan el menú en una tarjeta al viajero!, algo impensable en el Jumbo. Antes del despegue tuvieron que rociar las alas del avión con un disolvente para eliminarle el hielo, con unos camiones con mangueras que parecen sacados de una novela de ciencia ficción.
Después de aproximadamente tres horas y pico de vuelo, - y de habernos deleitado con el espectáculo de los Alpes Italianos nevados - , a lo cual hay que sumarle una hora más por el cambio de horario, - ya que si en Francia son cinco horas más con respecto a Santo Domingo, en Egipto son seis - , empezamos a ver las luces de la ciudad, porque en Egipto anochece alrededor de las cinco de la tarde en invierno, y ya eran la siete de la noche.
El Cairo tiene 16 millones de habitantes de día, porque hay tres millones “flotantes” que acuden a ella diariamente desde todos los rincones del país a realizar trámites, y/o a llevar mercancías; o sea, que la población fija es de 13 millones.
Al bajar del avión apareció un autobús para llevarnos a la terminal, y yo tenía instrucciones de buscar al guía con mi nombre; y en afecto allí estaba Mahmoud, con mi nombre correctamente escrito, y así empezaron las sorpresas. Este joven muy dinámico de la agencia, me pidió dinero para comprar los visados, es decir US 30 dólares por los dos que llegamos sin visa, porque en Egipto se compran en el aeropuerto y uno los pega en cualquier página libre del pasaporte. Esto significa que todos los guías turísticos estaban en el área antes de pasar el control de Inmigración, algo impensable en Santo Domingo. Ellos tienen que agilizarlo todo porque reciben nueve millones de turistas al año. Para el trámite del sellado nos recibió un funcionario con tres estrellas en el uniforme y después de estampar los sellos, les pasó los documentos de viaje a dos empleados que estaban perpendicularmente en un plano inferior a su derecha, y con luz discreta. De esa manera entramos oficialmente al país, y una vez recogidas las maletas subimos al transporte de la agencia, que nos llevaría al Hotel Ramsés Hilton (http://www1.hilton.com/es/hi/hotel/CAIRHTW-Ramses-Hilton/index.do) de cuatro estrellas y de 26 pisos, en pleno centro de la ciudad al lado del río Nilo y muy cerca del Museo Egipcio, donde íbamos a pasar seis noches, en habitación doble con desayuno por US 430 dólares la noche. Este hotel de esta cadena, es uno de los varios que tienen los Hilton. Como ya se sabe, Egipto ejerce una gran fascinación en los estadounidenses, quienes poseen hoteles de las principales cadenas norteamericanas aprovechando el gran flujo turístico, aparte de que tienen una Universidad en el Cairo, donde asiste la flor y nata de la juventud de la sociedad egipcia, y cuentan, además, con la embajada de EEUU más grande del mundo.
En los alrededores del hotel tienen policías turísticos detrás de unos escudos metálicos blindados con ruedas, y perros entrenados para detectar explosivos, porque ya se sabe que la situación en el Oriente Medio con Israel atacando y ocupando territorios en Gaza a 200 kms. del Cairo no proporciona sosiego a ninguno de los países de la región.
Otro choque cultural fue que los bellboys no permitieron en modo alguno que yo subiera las maletas a la habitación 828, y al entrar al establecimiento hotelero me pareció que estaba en la ONU por la diversidad de indumentarias, una prueba palpable de que Egipto es un país-bisagra entre África, Asia y Europa.

No hay comentarios.: