viernes, enero 16, 2009

EL MILENARIO EGIPTO: MI VISITA A LA TIERRA DE LOS FARAONES (2)

Por FAUSTINO PÉREZ


Visitar Egipto ubicado en los continentes africano y asiático simultáneamente, es decir, con un pie en África y otro en Asia, es el equivalente a trasladarse a un universo totalmente diferente a aquello a lo que uno está acostumbrado en Santo Domingo, es como tener un reencuentro con la historia misma, con una cultura que le da más importancia al más-allá que al más-acá, y que emplea tres calendarios distintos; un lugar en el que desde hace por lo menos más de cinco mil años, ya construían monumentos imperecederos desde esa fecha conocida, y escribían textos poéticos antes que nadie.
Al ser Egipto un cruce de caminos, donde se dan cita personas y personalidades principalmente de cuatro continentes, la indumentaria es muy variada; y esto es válido tanto para los humildes nativos de las diferentes regiones y pueblos, con sus turbantes y chilabas, y los jeques visitantes multimillonarios que llegan a los establecimientos hoteleros con un séquito de mujeres, y presumiendo con una actitud entre pedantesca y engreída. A esto hay que sumarle los huéspedes asiáticos, en especial los japoneses, a los del África subsahariana de piel negra, a los europeos, y a los turistas de este continente americano, que son los menos. Curiosamente de este lado del océano acuden a Egipto gentes provenientes de las clases más acomodadas de América Latina, atraídos por la leyenda.
Racialmente los egipcios abarcan todos los tonos de piel, predominando los de piel clara y de ojos negros, diferentes de los nubios del sur, por ejemplo, de piel oscura y ojos claros; y es relativamente frecuente ver personas con ojeras, no por motivos de haber cometido algún exceso, sino, por herencia.
Por otro lado, el idioma árabe es muy difícil, con una gran variedad de fonemas, lo cual es una gran ventaja para ellos porque así tienen mucha facilidad para aprender otras lenguas. De esa manera cualquier vendedor callejero, al escuchar a uno hablar tratará de vender su(s) producto(s), diciendo alguna frase al visitante en el idioma del forastero. La habilidad para el aprendizaje lingüístico se nota mucho sobre todo en los museos y monumentos, de tal suerte, que no es raro encontrase con varios guías turísticos nativos, a la vez, hablando idiomas totalmente diferentes.
Los guías son muy importantes para moverse en Egipto, yo añadiría que son prácticamente imprescindibles, porque además de que están bien capacitados y entrenados, - a sabiendas de que el turismo es la base de su sustento - , le ahorran mucho tiempo a los visitantes; los van a buscar al aeropuerto y a los hoteles, para llevarlos a los lugares de interés, porque en Egipto lamentablemente es muy difícil andar a pie por la ciudad, ya que casi no existen pasos peatonales, y los pocos que hay no son respetados, y es muy arriesgado para el extranjero cruzar esas avenidas y autopistas con esos vehículos desplazándose a esas velocidades. Ellos construyen las autopistas y distribuidores del tránsito sin pensar apenas en los peatones, con lo cual denotan la importancia que tiene para ellos el tener vehículo, ya que son aproximadamente tres veces más caros que en Europa.
Además, el país tiene tanto que ofrecer que si uno está solo, aprendería mucho menos de la cultura de Egipto, y le saldrían más caros los traslados de un lugar de interés a otro.
Por otro lado los taxis son viejos y los autobuses van atestados de pasajeros, al igual que las dos líneas del metro. Todo este caos contribuye sobremanera con la gran contaminación causada por los vehículos que se siente en la gran urbe, mezclada con la niebla y con la gran cantidad de polvo de arena en suspensión en el aire; todo ello complicado por la lluvia escasa. Yo me imagino que los neumólogos, los otorrinolaringólogos y los oftalmólogos harán su agosto con tantas personas con problemas en la garganta y en los ojos. Las condiciones deben de empeorar cuando hay alguna tormenta de arena, pero por suerte para nosotros se originan en otra época del año.
Paradójicamente también se producen muchos tapones en las autopistas de la ciudad, todo ello por motivos tontos y baladíes, como podría ser un auto con problemas mecánicos o una carreta atravesada en la vía, o bien, un minibús detenido para dejar a un pasajero.
Una de las prácticas diarias que más llama la atención al forastero de otras religiones, es el llamado a la oración, que se hace a diario cinco veces desde los miles de mezquitas por medio de altavoces, incluyendo las dos mil consideradas como antiguas: a las 5 a.m., a las 12 m., a las 2:30 p.m., a las 5 p.m. y el último a las 6:30 p.m.
Al escuchar ese mensaje estruendoso desde un lugar elevado, - como podría ser el balcón del hotel - , simultáneamente con el ruido de los vehículos al transitar y sus nerviosas señales acústicas, aquello se asemeja a un auténtico maremágnum, un verdadero “performance” religioso con el contrapunto de los decibelios producidos por la gran urbe.
Es evidente que si un devoto se enpecina en rezar hacia la Mecca cinco veces al día, tendría poco tiempo para otros menesteres; aún así no es raro ver hombres por la calle, con una callosidad en la frente, producida por el roce de la frente contra el suelo al inclinarse para orar.
En Egipto se entremezclan la pobreza y la opulencia, y el desarrollo y el subdesarrollo de una manera muy sui generis. Por ejemplo, si uno navega por el Nilo de noche, la panorámica de los grandes hoteles con su iluminación de Navidad, y las embarcaciones con sus luces parpadeantes multicolores son de una belleza inolvidable, no tiene nada que envidiarle a París y su río Sena; empero, si uno se acerca a esos establecimientos hoteleros de lujo, se encontrará a escasos metros con pequeños negocios para gente muy pobre, desde talleres de mecánica hasta cafés sin ninguna categoría, para fumar la famosa pipa de agua, llamada entre ellos hookah. Da la impresión de que las grandes cadenas hoteleras (Sofitel, Hilton, Sheraton, Marriott, etc.) compraron el espacio a gente humilde para levantar sus edificios, que a lo mejor logró pingües beneficios por las ventas, con el fin de aprovechar la afluencia turística, y no se preocuparon por el entorno que iban a tener los mismos hoteles de cuatro y cinco estrellas.
Este hábito de la hookah está muy extendido por todo el país, y existen locales para todos los bolsillos, desde bares de mala muerte en los que se fuma en la acera, hasta en centros comerciales cerrados para clientes pudientes.
En estos últimos establecimientos casi siempre existe alguna tienda con lencería sexy; es curioso cómo un país tan recatado en su indumentaria en exteriores, venda ese tipo de prendas íntimas provocativas para ser usadas en las alcobas. Me llamó la atención que en el Cairo, uno de los grandes centros mundiales de la danza del vientre (danse du ventre, en francés; y belly dance, en inglés), las mujeres vestidas a la usanza occidental o con un estilo mixto (por ejemplo, al llevar jeans con la cabeza cubierta por el velo), no hacen galas al caminar o demuestran lo que han aprendido o saben del baile; o por lo menos que se note la influencia. Parece ser que al tener tantos siglos de usar chilaba, ha hecho que las mujeres descuidaran su figura y acumularan grasa en diferentes lugares de la anatomía, y por ese motivo al usar ropa de tipo occidental se nota el hecho.
Otra contradicción que se aprecia es el descuido en los detalles, lo cual le transmite al visitante una señal de abandono, negligencia, y de descuido. Por ejemplo, es imperdonable e increíble que en un país con miles de años de historia la gente no haya sido educada todavía a tirar la basura donde se debe, o a cruzar una calle como tiene que ser. Por otra parte, construyen las autopistas en la ciudad y se olvidan de los pasos de cebra para los peatones, como ya dije. Sin ir más lejos, en el Museo Egipcio, uno de los trece más importantes del mundo, o sea, con categoría mundial, aparecen algunas identificaciones de las piezas, escritas a mano, en un papel escolar, y los visitantes no tienen donde sentarse.
A pesar de que El Cairo se encuentra prácticamente entre dos desiertos, aún los egipcios no han resuelto el problema de recoger la arena de los bordes de la avenida que lleva a las pirámides, lo cual incrementa el polvo de arena en suspensión en el aire, aumenta los problemas respiratorios de la población, y mantiene a los vehículos y los edificios llenos de polvo permanentemente.

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