jueves, enero 22, 2009

EL MILENARIO EGIPTO MI VISITA A LA TIERRA DE LOS FARAONES (3)

Por FAUSTINO PÉREZ

Después de la visita podríamos afirmar, sin lugar a dudas, que una cosa es estudiarse en los libros de geografía en los años mozos, que el río Nilo es el más largo del mundo, - aunque esta marca ha estado en cuestionamiento, y lo mismo se afirma que el Amazonas en realidad lo es más - , y otra muy diferente es estar desayunando en un hotel de cuatro estrellas de una cadena estadounidense, con vistas privilegiadas a ese mismísimo río, fuente de vida para este país. Hay mucha diferencia, a pesar de que las canciones de Shakira que se escuchaban nos eran familiares.
Al día siguiente de llegar, comentábamos en el comedor de la tercera planta la originalidad del aeropuerto de El Cairo, con sus enormes cristaleras y sus columnas tubulares revestidas; y el túnel doble de cuatro kilómetros de la avenida, por donde pasamos al conducirnos al hotel. También dio tiempo de comentar las “extrañas” almohadas – para nosotros – cuadradas, grandes, y muy planas, que tenía la habitación.
Aunque estábamos medio dormidos por las seis hora menos de Santo Domingo, teníamos que estar listos en el vestíbulo del hotel a las 8 a.m. para la primera y más agotadora de las excursiones múltiples. Pero antes cambié cien dólares en el banco del hotel, a la tasa de un poco más de cinco libras egipcias por cada dólar. Igualmente me enteré que ese banco no cerraba a ninguna hora.
Esta vez vino un estupendo guía-egiptólogo muy preparado, conocido cariñosamente con el diminutivo de Zizo, para conducirnos a nuestra primera visita del día a la Mezquita de Alabastro, empezada a construir en 1830, y conocida igualmente como la Mezquita de Muhammad Ali Pasha; situada en lo alto de un enorme recinto amurallado, donde también existen otras mezquitas y museos, llamado la Ciudadela de Saladino. Cuando escuché el nombre de Muhammad Ali, lo primero que pensé fue en el mítico boxeador estadounidense Casius Clay quien tomó ese sobrenombre de ahí, pero se trata de la mezquita más importante de Egipto, y la más visible desde otros puntos de la ciudad.
En el trayecto hacia la mezquita vimos a un sujeto en la avenida ondeando y vendiendo banderas palestinas, como una manera de recordar y de expresar la protesta por el ataque israelí a la franja de Gaza, que coincidió con nuestra visita a Egipto. También pasamos por la avenida que divide en dos la llamada Ciudad de los Muertos, que debería de llamarse de los Muertos Vivientes, ese extenso cementerio antiguo donde malviven centenares de miles de personas en condiciones infrahumanas, entre las tumbas, criptas y nichos derruidos; es una imagen espeluznante de un “camposanto” que da grima, y que parece haber sido sacada de una película de terror. Y así continuamos hasta llegar a nuestro primer destino de la jornada.
Para entrar a la Mezquita de Alabastro había que descalzarse o colocarse un cubre-calzado que vendían a la entrada por un dólar para dos personas, es decir, dos pares. La entrada era de 50 libras egipcias por cabeza (diez US dólares por cada uno). El interior es francamente espectacular con luces colgando en círculo y una gran lámpara en el centro de la mezquita. De la misma manera la cúpula es sencillamente bella. Afortunadamente permiten tomar fotos dentro, y así lo hice, al igual que en el gran espacio interior del recinto, que está fuera de la mezquita.
De ahí el turno era para el Museo Egipcio, también llamado Museo de El Cairo, con sus 120 000 piezas en exhibición. Sin lugar a dudas es el más grande del mundo en cuanto a artefactos de la cultura egipcia se refiere. Hay que destacar que el patrimonio cultural egipcio fue saqueado durante siglos, de tal forma que hoy en día existen más obeliscos egipcios fuera de Egipto que en el país. Como ejemplos famosos podríamos mencionar el que está en la Plaza de la Concordia de París rematado en su cima por una pirámide de oro, y el de la Plaza de San Pedro de la Ciudad del Vaticano; hay también en Londres, y en el mismo Central Park de Nueva York; además, en Turquía, Israel, y Polonia, tienen sus obeliscos egipcios. Solamente en Italia tienen once obeliscos, más que en el propio Egipto que posee nueve, y en el Reino Unido cuentan con cuatro en total.
Todas las piezas del Museo de El Cairo son obras originales, salvo una reproducción que tienen de la Piedra de Rosetta, la cual sirvió para traducir los jeroglíficos antiguos, porque está en tres idiomas. Esta piedra se encuentra desde la época de Napoleón en Europa, y ahora se conserva la original en el British Museum de Londres.
Este museo cuenta con dos niveles, y para entrar chequean las pertenencias dos veces con rayos-x; una vez para estar en los jardines decorados con piezas originales de su cultura; y por segunda vez, para ingresar al edificio, donde está estrictamente prohibido sacar fotos. Esa medida es una solemne estupidez y me recordó el Museo Arqueológico de Atenas donde también ponen trabas, aunque menos. La entrada al Museo Egipcio cuesta 60 libras egipcias, o sea, 12 US dólares.
La política de no permitir fotos perjudica al país, y al propio museo, porque cada vez que se dispara una cámara dentro de un museo, eso le sirve de promoción a la institución y al turismo local; no es verdad que el flash daña las piezas. En el Museo del Louvre de París, y en el de Historia Natural de Nueva York se toman miles y miles de fotos a diario y no pasa absolutamente nada; con razón el Louvre es el museo más visitado del mundo con más de ocho millones de visitantes, y la Mona Lisa es el cuadro más reconocible en la historia del arte; y el de Historia Natural es el más importante de todos en su categoría. No hay ninguna justificación ni física, ni tampoco química, para la prohibición.
En la primera planta predomina al fondo y en el centro, la estatua gigante de Amenhotep III y la reina Tiy. También tienen otras muchas estatuas, bustos, sarcófagos, y esfinges, de menor tamaño, de sus faraones y dioses, desde Ramsés II, hasta Akhenathen, pasando por un busto de Nefertiti, o la efigie del faraón Cheops, y así por el estilo, los cuales a veces da trabajo verlos por la gran cantidad de visitantes, en aquella auténtica babel de idiomas diferentes. El guía nos enseñó - entre otras cosas – a fijarnos en el llamado cartucho, de las piezas de arte egipcio, donde aparece el nombre del faraón de que se trate, claro está, en jeroglíficos.
Sin embargo, el “plato fuerte” del museo es el tesoro de la tumba de Tutankhamun, que ocupa casi la mitad del segundo nivel; y la joya más apreciada y buscada por los turistas es la máscara de oro con un peso de once kilos (casi 23 libras de peso), ¡una auténtica maravilla del arte! En la misma sala exhiben varios sarcófagos, (ya que estaban uno dentro del otro en tamaño decreciente), y numerosas piezas de adornos corporales realizados con metales y piedras preciosos. Todas estas joyas se destacan, igualmente, por su interés y valor simbólicos.
Es de resaltar también el trono muy elaborado y muy bello, otras sillas ceremoniales, e incluso, algunos carruajes, contenedores de perfumes de alabastro, recipientes para vísceras, urnas, barcas ceremoniales, reproducciones de animales sagrados, como hipopótamos, leones, escarabajos, etc., apoyadores de cabeza para dormir, y muchos sarcófagos, entre otros.
En las salas dedicadas a Tutankhamun presentan igualmente algunos artefactos curiosos, de cuyo invento los egipcios reclaman su paternidad y que estaban en la tumba: como por ejemplo un preservativo hecho con tripa de gacela, un proto-ajedrez precursor de ese juego-ciencia cuya invención también se atribuyen otros países como la India y Arabia Saudita, y un abanico de plumas; también aparece entre las primicias el bumerán, esa arma arrojadiza, con decenas de variantes expuestas, y que el diccionario de la Real Academia dice erróneamente quizá, que es propia de los australianos.
En este piso exhiben algunas momias en una de las salas, pero para verlas es necesario pagar extra. Es preciso recalcar que los aniguos egipcios momificaban a sus faraones, pero también lo hacían con sus animales considerados como sagrados.
Ya el gobierno egipcio está construyendo un nuevo museo no muy lejos de las pirámides de Giza, que se supone estará listo dentro de algunos años.

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