sábado, octubre 02, 2010

INDIOS NUESTROS DE CADA DÍA


Parodia de los indios en el carnaval de Santo Domingo (foto: Faustino Pérez)

Estatua de Colón con Anacaona en un plano inferior (foto: Faustino Pérez)

Según el protocolo los tres personajes están mal colocados en la entrada del Museo del Hombre Dominicano (foto: Faustino Pérez)


Por FAUSTINO PÉREZ

¡Cómo cambian los tiempos!, yo recuerdo cuando éramos niños e íbamos al cine, nosotros aplaudíamos y nos mostrábamos regocijados, cuando los soldados mataban a los indios en las desaparecidas películas de vaqueros en el Viejo Oeste; no obstante, hoy ese comportamiento sería considerado como “políticamente incorrecto”. Desgraciadamente no todas las mentalidades cambian para bien con el paso de los años.
Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, y en el caso específico nuestro, los aborígenes que habitaban esta tierras han sido vilipendiados textual e icónicamente hasta lo indecible, y como no queda ninguno, nadie los ha defendido. En otros territorios más extensos del continente y con más accidentes geográficos, los nativos pudieron sobrevivir.
Sin embargo, en las dos naciones en este continente americano con mayor desarrollo cultural en el período prehispánico, como Perú y México, todavía hoy en el siglo XXI los pueblos autóctonos no han logrado ser asimilados del todo por el poder político, como lo atestiguan los pocos descendientes de los nativos que ocupan los cargos de ministros, o de senadores y diputados. Bolivia es una excepción a la regla continental, y en otros países como Guatemala, se han logrado avances. Y no hablemos del poder económico, con relación a los pueblos originarios del continente.
Si empezamos por el mismísimo nombre o apelativo de indio, se debió a una confusión que data del 1492, ya que los conquistadores, con Colón a la cabeza, pensaban que habían llegado a la India en el continente asiático. Empero, el galimatías no termina ahí, ya que la falta de investigaciones, de documentación, y una peor interpretación de los hechos que acontecieron en nuestra isla, han provocado que no exista un consenso entre los historiadores, antropólogos y arqueólogos, con relación a qué grupos étnicos poblaban este territorio insular, y cómo llegaron.
Esto da como resultado que mientras más uno indaga sobre el tema, menos se aclara, y al final cada quien que esté interesado en la temática elabora su propia teoría sobre los acontecimientos, creando más confusión, porque se le está echando leña al fuego.
Otra fuente de confusionismo, todavía no bien explicada, fueron las causas de la desaparición total de esa(s) etnia(s). Hay quienes las atribuyen a las enfermedades provenientes del continente europeo, ante las cuales no habían desarrollado una inmunidad; otros afirman que se debió a los malos tratos, incluyendo las torturas a que eran sometidos los que no obtemperaban, y al sometimiento a un régimen compulsivo de trabajo al cual no estaban acostumbrados. Para salir del paso se dice que el exterminio se debió a una serie de factores, incluyendo los anteriormente expuestos.
Lo cierto es que los aborígenes caribeños vivían una vida cómoda, porque practicaban la silvicultura, y además, tenían otras fuentes alimenticias fáciles al alcance de la mano. Al ser convertidos prácticamente en esclavos en la Hispaniola, no pudieron o no quisieron resistir; lo cual explica los suicidios que se escenificaban, sin embargo, tampoco aclara su total desaparición como etnias entre nosotros, aunque sí queda sangre indígena mezclada en la población, como es lógico, tal como lo atestiguan las pruebas de ADN que se han hecho.
La propia iglesia católica contribuyó al exterminio de los aborígenes, y como ya se sabe según la historia, fue durante la noche del 14 al 15 de marzo del 1495, cuando la virgen “intercedió” a favor de los españoles, - que se encontraban en franca inferioridad numérica - , y con esa interpretación de los hechos, la iglesia estaba discriminando abiertamente a los nativos quienes defendían su territorio, y así los aborígenes fueron masacrados en el que se conoce hoy como el Santo Cerro, a 5 kms. de La Vega Real.
Hay historiadores que le echan la culpa en buena medida a la nostalgia y a un desconocimiento y no comprensión de lo que estaba sucediendo, ya que, por ejemplo, los nativos nunca pudieron comprender ese afán desmedido que tenían los colonizadores por los metales, como el oro y la plata. Para los aborígenes, el oro aparecía en forma de pepitas en los ríos, y ellos utilizaban ese metal para adornarse y para darle terminación a algunas de sus piezas de madera o de otros materiales.
Es preciso resaltar que nuestros aborígenes nunca alcanzaron, ni por asomo, el nivel artesanal de los pueblos más avanzados como los Moches y los Incas peruanos, o los Mayas y Aztecas de México y Centroamérica; sólo basta con visitar el Museo del Oro en Bogotá, Colombia, o mejor aún, el Museo del Oro en Lima, Perú. En cambio, para los conquistadores europeos, la obtención de los metales preciosos era un fin en sí mismo, y un medio para enriquecerse y lograr estatus social.
El lenguaje español, en cambio, sí se enriqueció con numerosos vocablos como: huracán, canoa, iguana, maní, manatí, guayaba, yuca, bija, auyama, mamey, y así sucesivamente. De la misma manera el vocablo indio se emplea hoy como dominicanismo para indicar que la persona es mestiza o mulata, o sea, que no es blanca ni negra. También es una especie de eufemismo, para no llamar negra a la persona.
Tal como apunta el ecologista Rafael Lorenzo: “también los nombres de la mayoría de nuestros ríos son taínos: Ozama, Haina, Ocoa, Yaque, Soco, Seibo, Camú.. etc,, por ese motivo habría que investigar más a fondo la toponimia dominicana”.
Empero la cuestión no termina ahí, sino, que se han inventado una gran cantidad de variantes de la palabra indio al adjetivarla, con la finalidad de matizar la voz, verbigracia: indio claro, indio oscuro, indio jabao, indio café con leche, indio melao, indio saltapatrá, indio pelo bueno, indio pelo fino, indio azabache, indio refinado, indiecito, indio bembón, indio greñú, y un largo etcétera.
A pesar de los aportes lingüísticos de los aborígenes de estas tierras y de su contribución racial, desde el punto de vista de la representación icónica han sido históricamente muy mal tratados. Si empezamos por el Parque Colón, eje central de la Zona Colonial, la estatua de bronce del almirante tiene en su pedestal a la reina taína Anacaona en actitud servil, quien acaba de escribir la frase en la base monumental: ILUSTRE Y ESCLARECIDO.
Dicho monumento data del siglo XIX, ya que la plaza fue inaugurada el 27 de febrero del 1887, y es obra del escultor francés E. Gilbert. Mientras Colón luce en la cima imponente, con una vestimenta que lo hace más voluminoso señalando el norte, en tanto, Anacaona aparece en un plano marcadamente inferior en el pedestal, con un taparrabos, casi como si estuviera reptando con la pluma en alto. Un trato más peyorativo que ese no se puede imaginar.
La humillación no termina ahí, puesto que el Museo del Hombre Dominicano de la Plaza de la Cultura, donde se asume que saben lo que hacen, colocaron tres estatuas en su fachada representando las tres razas principales que han conformado este país; y en vez de colocar al indio en el centro, porque le correspondía según el protocolo por ser el nativo, lo pusieron a la izquierda del español Fray Bartolomé de las Casas, quien está en el centro de los tres en un plano anterior, y además, y para mayor humillación, al cacique le cambiaron su nombre aborigen que era Guarocuya o Huarocuya, y le pusieron su apelativo de pila bautismal, que era Enriquillo. Al esclavo africano Lemba sí que le corresponde estar a la izquierda del personaje central por el orden de llegada a estas tierras, aunque fuese contra su voluntad, y lo colocaron a la derecha. Esto significa que tienen a tres personajes históricos en la entrada, y todos están mal colocados.
Estos casos ejemplifican dos, de los muchos sesgos, tergiversaciones, e interpretaciones erróneas, de que adolece nuestra historia.
Para colmo, en el carnaval dominicano es frecuente que se hagan parodias de los nativos por medio de las comparsas, pero nadie los defiende…sólo los imitan o se burlan de ellos.

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