jueves, octubre 28, 2010

PECULIARIDADES DE LOS CARTELES POPULARES DOMINICANOS


(foto: Odalis Peralta)

(foto: Julio José Hiraldo Fermín)

(foto: Ingrid Rogelio)

Por FAUSTINO PÉREZ


Debido a su burda intención publicitaria, los letreros populares siempre se colocan o se realizan, de tal suerte, que puedan ser vistos por los peatones y conductores; lo que equivale a decir que sin alguien que los pueda leer, apenas tendrían sentido o razón de existir.

Otra categoría diferente a la de los letreros populares y de los grafitis, aunque en su forma se parecen mucho, es la de la propaganda religiosa y política; y claro está, hay otra que son los letreros formales que se diferencian por su acabado, por su redacción y por su diseño, etc., más elaborados. Por otro lado, están numerosas clases de avisos en las calles, desde las señales de tránsito, hasta los titulares de los periódicos y revistas en los kioscos, o puestos de venta, sin omitir la de los nombres de las avenidas y calles, las marcas de los vehículos, y así por el estilo.
Las vallas, afiches y cruzacalles, forman una subcategoría que puede ser formal o informal; además, cabe la posibilidad de que sean publicitarios o propagandísticos.

Existen, no obstante, avisos que son más bien íntimos, como las frases y nombres en las tumbas, nichos y panteones de los cementerios, y en el otro extremo están los grafitis escatológicos en las puertas y paredes de los excusados.
Por el contrario, en las vías aparecen igualmente anagramas de sujetos que los realizan por amor al exhibicionismo, al arte, al peligro y al riesgo, es decir, para ostentar y por presunción. Esta subcategoría se conoce entre los “grafiteros” como “tag” o firma, y mientras más inverosímil y arriesgado sea el lugar, mas mérito tiene el tag. Aunque para el no iniciado sea incomprensible o parezca un garabato, para los autores sí son reconocibles. Esto significa que realizar un tag en lo alto del Puente Duarte de Santo Domingo requiere de más coraje que hacerlo en la fachada de una casa.
De lo que no cabe duda, es que los letreros que más “pasean” son los que se colocan, principalmente en los parabrisas o laterales de los automóviles y autobuses.



La importancia del aspecto icónico de los letreros populares no debe de
ser subestimada, por la sencilla razón de que el mensaje llega con mucha mayor eficacia,
en los sectores en que el analfabetismo es comparativamente elevado. A pesar de ello,
hay quienes se empeñan en hacer su aviso mas llamativo y original, en definitiva mas
complejo y algo críptico, al emplear números en lugar de sílabas (3MEN2, 2MINGO,
SAS3RIA...), o al practicar la llamada escritura-espejo, es decir con las palabras volteadas de derecha a izquierda, etc.

Todo ello sin menoscabo de que en los letreros populares se puedan evidenciar problemas de dislexia; o que sencillamente, por desconocimiento, lo que ocurre con frecuencia con la N, la S, la Y, etc., se escriban al revés, y así en ese tenor. De la misma manera, no es raro el caso en que se incluyan abreviaturas y contracciones mal hechas. Un ejemplo típico es el termino estadounidense O.K., con su variante OKAY, que en su versión dominicana popular, puede resultar: OKEY, OKY, OKEI... También ocurre con SE VENDE, que se ha convertido en: SVD, CVD, S VENDE, CVENDE...
Es preciso recalcar que en la escritura formal solo existe una manera de escribir “se vende”; sin embargo, en la cultura popular existen más de cuarenta maneras de plasmar esa frase, lo cual complica el tema. A lo cual hay que añadirle las variantes de: VENDO, VENDE, VENDEMOS…

Existen palabras corrientes entre los niños dominicanos, pero menos frecuentes entre adultos, que permanecen en los grafismos callejeros (EMPRETAME), y otras veces, se quiere disimular el origen pasando al extreme opuesto (ACELTE en vez de ACEITE), para no parecer cibaeño. Curiosamente, los capitaleñismos son de use cotidiano, entre los habitantes de esta urbe (GUALDAR, JUGAL, ABRIL...).
Ya existen letreros estereotipados, lo que equivale a decir que son frases hechas fácilmente identificables; o sea, que cuando se empiezan a leer, ya se sabe cómo terminan. Entre las más conocidas tenemos:

SE VENDE POLLOS…VIVO O MATAO
SE CORTA…CHAZO
SE CURA EL PECHO…APRETAO
SE SOLISITAN MUJERE…DE BUENA PRESENCIA

Naturalmente, que todas las actividades y oficios típicos de la economía informal, se ven reflejados en los letreros populares dominicanos, tal como era de esperarse en un país subdesarrollado.

Los pequeños empresarios, los chiriperos, buscavidas, vendedores ambulantes, buscones y otros representantes de la calle, algunas veces con sus nombres, apodos o motes, ya que al dominicano le encanta realizar variaciones con ellos, tanto en la comunicación oral, así como en la escritural; necesitan promocionar y vender sus productos; haciendo la salvedad de aquellos negocios ilícitos de drogas o de prostitución, de apuestas, como la “caraquita” y el “palé”, o de cualquier otro género clandestino, como las llamadas “rifas de aguante”, que no se anuncian directamente por razones evidentes, ni tampoco los “sanes”, que sirven como una manera de ahorro a nivel barrial, pero, todos los demás se hacen notar con sus mensajes.
Curiosamente, existen letreros cuya función es la de intentar provocar una desinformación, en el sentido de que, por ejemplo, se anuncia una peluquería y lo que esconde es una “casa de citas” o un “centro de masajes”, es decir, que se trata de un lugar de meretrices; o bien, el letrero pone que es un colmado, y funciona una lotería de apuestas clandestina en el traspatio, aparte de lo que se dice.

Se deduce perfectamente de los letreros populares, que la carne que más se consume es la de pollo y ya se sabe que estas aves se venden vivas, o “matadas” para evitar suspicacias.
Además de lo que se vende, existe la otra subcategoría de todo lo que se alquila, o se “renta”, como se dice ahora. En ese tenor, cabe la posibilidad de verse anuncios de “piezas”, casas, locales, apartamentos, “marquesinas”, negocios, “cuarterías”, barras, por poner unos cuantos casos; y aparte de estos inmuebles, se ofrecen en alquiler bienes muebles, y un largo etcétera.
Sin excepción, los disturbios barriales, los grupos conocidos como “naciones”, los enfrentamientos armados con la policía, o entre pandillas; los ajustes de cuentas, las huelgas y paros, los viajes ilegales en “yola”, o no; las discrepancias y represiones políticas, los homenajes a las víctimas de la violencia, y otras alteraciones provocadas por la delincuencia, aparecen en los muros, paredes y otros soportes. Las quejas por los apagones, por las deficiencias en el transporte colectivo, por la escasez de medicamentos y atenciones en los hospitales públicos, por el problema de la corrupción, por las precariedades de las escuelas estatales, y por la falta de agua, también. La falta de señales en las vías, asimismo, sirve de pretexto para algunas muestras callejeras.

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