lunes, mayo 09, 2011

LOS REALITY CONSTRUCTORS EN LOS SHOWS MEDIÁTICOS


CONSTRUCTO (arte digital: Faustino Pérez)

Por FAUSTINO PÉREZ


Raras veces suceden tres espectáculos mediáticos tan disímiles y de tanta envergadura, - con suficientes implicaciones sociales, políticas, económicas, diplomáticas, religiosas y militares, - en tan corto intervalo de tiempo, a saber: la boda real del Príncipe William con Catherine Middleton, en Londres, el 29 de abril, un acontecimiento seguido por más de un millón de personas en las calles de Londres y por más de dos mil millones por TV y por Internet; la beatificación del fallecido Papa Juan Pablo II, el 1 de mayo, presenciado por un millón de fieles, en la Plaza de la gran Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano; y la muerte de Osama bin Laden, por parte de un grupo élite de las fuerzas navales SEALS, - quien era el fugitivo más buscado por el FBI - , en Abbottabad, Pakistán, al día siguiente, o sea, el 2 de mayo.
Sin embargo, los tres hechos tienen algo en común: en cada instancia han servido como “reality constructors”, o si se prefiere, como co-productores de realidad, creadores de entes o entelequias, con la finalidad de lograr determinados objetivos ulteriores, es decir, con alcances a largo plazo.
Llegados a este punto lo que interesa no es que el suceso, personaje, circunstancia, o noticia, sea verdadero o falso, lo importante es la imagen que se forman del suceso, o personaje, los recipientes de la información.
En otras palabras, que el “constructo” sea operativo y funcional. Una vez posicionado, el “constructo’, no es muy difícil lograr que la gente llore de tristeza, se emocione, ría estruendosamente, se indigne, se muestre agresiva, o que manifieste cualquier emoción primaria. No llega al nivel de lo que se conocía como “técnicas del lavado de cerebro”, que se practicaba en varios países asiáticos, principalmente, pero sí tiene mucho de condicionamiento psicológico, al cual nadie que esté involucrado en los diferentes medios se escapa, independientemente del país en que se encuentre.
Ya en el año 1969, en una famosa entrevista que le hicieron en la revista Playboy, concretamente en el número correspondiente al mes de marzo, el comunicólogo de origen canadiense McLuhan había escrito acerca del empleo de los mass media con el fin de controlar, - o sea, disminuyendo o aumentando - , la “temperatura social”, de una nación determinada. Lo que sucede es que ahora casi todo se ha globalizado, o apunta en esa dirección; dicho de otra manera, los problemas, incluyendo lo triste y lo alegre, son de hecho, mundiales.
Eso se veía venir desde que la potencias empezaron a lanzar al espacio satélites de comunicaciones, claro está, después del lanzamiento del primer sputnik por la desaparecida Unión Soviética, en el 1957; hecho éste que marcó el inicio de la carrera espacial.
Hoy en día se ya consideran como algo normal las transmisiones a nivel global, empero, hubo de pasar el tiempo para que el desarrollo de las tecnologías permitieran las transmisiones con ese alcance. Las primeras coberturas fueron de los avances de la medicina con repercusiones en el futuro, y del lanzamiento mismo de los astronautas y su llegada del espacio.
Si tomamos por ejemplo, el accidente de los mineros chilenos, cuyo rescate fue visto en vivo por millones de personas en el mundo, o los terremotos de Haití y de Japón, con sus respectivas secuelas, los tres hechos sirvieron para incrementar el estrés mundial. Por ese motivo son también importantes los “constructors” positivos, como el caso del enlace real en Londres; con la importante diferencia que en el caso del matrimonio la fecha estaba predeterminada, y lo que sucedió a los japoneses y a los haitianos, no.
En el primer ejemplo de espectáculo mediático de los tres que estamos anlizando, la boda de esos apuestos jóvenes, sirvió, aparte de sus importantes implicaciones económicas, para aumentar la popularidad de la alicaída monarquía británica, que había sido puesta en entredicho a raíz del extraño accidente automovilístico en París, que le costó la vida a la princesa Diana y sus acompañantes; el cual dio pie a numerosas especulaciones y conjeturas. Tampoco el matrimonio del heredero del trono británico, quien había enviudado por el fallecimiento de Diana, despertó muchas simpatías mediáticas, porque la personalidad carismática de Diana eclipsaba, aún después de fallecida, a la anodina Camilla Parker, la esposa actual.
Con relación a la beatificación del Papa Juan Pablo II, el proceso se llevó a cabo de forma acelerada, e igualmente se usó, ahora específicamente, para intentar resarcir la pérdida de autoridad ética y moral, a raíz de las centenares de acusaciones de pederastia que han llovido sobre la iglesia en los últimos tiempos, en varios países. La Santa Sede ha enfrentado los cargos, a base de otorgar compensaciones pecuniarias a los demandantes. Esos juicios les han salido muy caros a la iglesia.
Y en el ataque realizado al bastión del fugitivo Osama bin Laden, después de haber sido ubicado pacientemente por la CIA, la reacción de aprobación y de júbilo en las calles del pueblo estadounidense fue espontánea, principalmente en New York donde estaban las derribadas Torres Gemelas, y en Washington, en las afueras de la Casa Blanca. Esa algarabía recordaba lo que sale en la pantalla de los juegos electrónicos al finalizar la partida: “game is over”, o sea, el juego ha terminado; por lo menos por ahora, ese fin temporal del capítulo marca un punto de inflexión, en una persecución que llevaba casi diez años y parecía que nunca iba a llegar a feliz término. Lo acribillaron como suele ocurrirle al malo, precisamente, de los juegos electrónicos.
Comoquiera, independientemente de las polémicas que ha suscitado el hecho, acerca de si mostrar las fotos del cadáver, o no, o si se dispuso del fallecido con la dignidad que manda su religión, la popularidad del actual Presiente Obama se ha disparado, y su reelección como presidente, que estaba en dudas, ahora parece más cierta.
Al final de cuentas, la monarquía británica seguirá con sus espectáculos, mientras sea considerada como beneficiosa y sobre todo rentable por los pragmáticos ingleses; la pederastia persistirá mientra existan curas buscando compañía para el desahogo sexual, y los estrategas estadounidenses tendrán ahora la difícil tarea de crear otro “constructo” que dé la talla como espíritu del mal, o si se quiere, como genio de la maldad, equiparable a un Osama bin Laden. La iglesia no tiene ese problema porque no han matado al diablo, ni tampoco se les ocurre; y los británicos menos, porque cuentan con su reina, por ahora.

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