viernes, diciembre 01, 2006

EXPERIENCIAS DE UN VIAJE A BOGOTÁ

Por FAUSTINO PÉREZ

Justo al atravesar las densas capas de nubes propiciadoras de la lluvia, empiezan a divisarse desde el avión los primeros invernaderos de flores, en las cercanías del aeropuerto de El Dorado de Bogotá, la capital de Colombia; otro de los países hermanos del área del Caribe, y gran exportador de orquídeas exóticas y de otras especies florales.
Para el dominicano que no está adaptado a vivir en las alturas, al llegar a una urbe de casi ocho millones de habitantes y a 2640 metros sobre el nivel del mar, lo primero que se percibe es que uno se sofoca con suma facilidad por la poca densidad del aire, y por la súbita subida de la presión sanguínea, al cargar los bultos por los pasillos del aeroparque; aparte de la temperatura fresca típica de montaña.
Después de una larga fila que parecía interminabble, con por lo menos veinte tramos de ida y vuelta al final de la misma, como en los bancos comerciales; una funcionaria eficiente y amable nos recibe y estampa el sello de inmigración en nuestro pasaporte “biométrico”, el cual no requiere de un visado para ingresar en dicha nación como turista.
Para el cambio de divisas se tarda más de diez minutos, porque tienen que rellenar un formulario, con el pasaporte en mano, al cual se le hace una fotocopia, y el formulario se firma y se le estampa las huella digital del dedo índice. Aparte de la cámara de TV que graba la imagen de uno.
Otro detalle que se nota a leguas, es la gran cantidad de militares de uniforme y vestidos de paisano, conjuntamente con los vigilantes privados, algunos de ellos acompañados de perros de presa, como los de la raza rottweiler. Estos canes, a pesar de tener un bozal puesto, impresionan por su temible aspecto.
Todo esto se debe a que Bogotá es una ciudad militarizada, por culpa de los problemas polìticos y militares, internos. Sin embargo, la población parece estar acostumbrada a las amenazas de los grupos armados que controlan una parte de territorio del país, y que hoy en día están más interesados en los beneficios económicos que en las ideologías de antaño. Ya la época romántica de las guerrillas quedó atrás, pero comoquiera siguen matando para proteger intereses y lograr sus objetivos, materializados en todo tipo de contrabandos, desde drogas alucinógenas hasta esmeraldas, por citar dos de los más conocidos.
Al ser una nación tan rica en recursos naturales, Colombia siempre ha despertado la codicia de propios y extraños, ya que este territorio tiene un biodiversidad impresionante, y es después del Brasil, el país con la mayor avifauna del mundo.
El potencial humano no se queda atrás, y de aquí han surgido personalidades tan dispares como Tiro Fijo, la sensual Shakira, el conductor de Fórmula Uno, Juan Pablo Montoya, pasando por el inimitable escritor Gabriel García Márquez, o el genial pintor, escultor y dibujante Fernando Botero, y el famoso Juanes, aparte de otros muchos.
El habla de los bogotanos es muy fluida, y a veces se nos escapan palabras que al ser pronunciadas tan rápidamente, no son reconocidas por nuestros oídos desacostumbrados. Otras son marcadamente diferentes, ya que, por ejemplo, nuestro “zafacón”, se convierte en “caneca”. Un “lado” resulta un “costado”; la “gripe”, para ellos es “gripa”; y el “ticket” es una “tiqueta”. Ellos no dicen “firme aquí”, sino que amablemente dicen: “¿me regala su firma?”. Aunque Colombia tiene fama de hablar bien el castellano, yo sigo pensando que en el Perú, lo hacen mejor.
Donde hay mucha variedad es en el transporte público colectivo, ya que Bogotá bien podría llamarse la ciudad de los autobuses, con una gran variedad de ellos, de todos los tamaños, formas y colores imaginables; desde uno que llaman la “chiva rumbera” que suele realizar recorridos turísticos, y que se asemeja a un bus haitiano; hasta el famoso transmilenio, pasando por las llamadas “flotas”, que son minibuses que prestan sus servicios en la ciudad y hacia los pueblos. Aún así se producen retenciones en la circulación a todas horas. A veces se tiene la impresión de que con tantos tapones el tránsito va a colapsar en algún momento.
El transmilenio merece un párrafo aparte porque ha creado toda una “cultura” en la ciudad, ya que al acortar los tiempos de recorrido, y por su eficiencia, es altamente apreciado por todos sus usuarios. Se trata de autobuses articulados, es decir, lo que en Cuba llaman “camellos”, y nosotros llamamos “orugas”, o “gusanos”. Este medio de transporte viene a ser una solución comparativamente muy económica e inteligente, puesto que al tener un carril único, es como un “subway” o “metro”, pero de superficie. Esto elimina la necesidad de realizar costosas y complicadas excavaciones, con los consiguientes ahorros de tiempo, mano de obra y dinero. La ruta principal es la Ave. Caracas, una de las siete vías importantes que recorren la ciudad de norte a sur, paralelas a la cadena de colinas que frenan a Bogotá hacia el lado este, aunque ya se aprecia cómo personas influyentes están logrando construir en las alturas como símblo de estatus y por la tranquilidad y belleza paisajística que eso conlleva; por otro lado, al sur y el norte de la ciudad se observa un principio de arrabalización similar a la de Caracas.
Sin lugar a dudas, la principal avenida es la Séptima, inclusive, en ella está ubicado el más famoso edificio de la ciudad, conocido como la Torre Colpatria, que se encuentra en la esquina de la Calle 26. Si las avenidas corren paralelas a la serranía, las calles son perpendiculares a ella. Cerca de ahí, en las plazas céntricas, es posible ver grupitos de hombres negociando esmeraldas.
Esta edificación sobresale desde el cerro de Monserrate, uno de los principales atractivos de Bogotá. Para llegar a este santuario dedicado al Cristo Caído, en lo alto de una de las colinas que flanquean la ciudad, es preciso tomar un funicular o un teleférico. El funicular va sobre rieles con unas ruedas paralelas a las vías, que lo impulsan hacia arriba o lo frenan hacia abajo; en cambio, el teleférico va por un cable. El pasajero tiene que ir de pie en el funicular, porque no hay asientos, y al llegar arriba todavía tiene que caminar más de 200 metros cuesta arriba, hasta arribar a la pequeña iglesia en lo alto. Desde ese lugar se tiene una vista privilegiada de la gran urbe. Hay bogotanos que acuden a practicar deportes o para hacer gimnasia; otros, en cambio, suben por motivos románticos, o para rezar, o simplemente para contemplar la ciudad. Naturalmente que al estar a más de 3000 metros de altura, la temperatura es inferior a la de la de abajo.
Donde la temperatura apenas varía es en la Catedral de Sal, a 52 kms. de Bogotá cerca del pueblo de Zipaquirá. Este templo bajo tierra, le da vida a la región por la gran cantidad de turistas que lo visitan. El recorrido empieza por el túnel de bajada, y al principio la estructura está protegida por unos arcos metálicos; y colocados paralelamente al suelo rugoso, entre arco y arco, han puesto troncos de eucalipto, porque esta madera se petrifica con el agua salada que se escurre desde la vegetación de la colina. Cuando ya no es necesario, desaparecen los arcos y las paredes de pura sal con una altura de tres metros, se muestran al visitante. Así se sigue bajando y se va deteniendo el turista, en las catorce estaciones del viacrucis, todas excavadas en la sal, recibiendo las debidas explicaciones de la guía. Al llegar a lo más profundo, han cavado tres salones inmensos de más de 30 metros de altura, que con el efecto de la iluminación resultan impactantes. La inmensa cruz del altar, vista desde lo lejos parece tener volumen, pero al acercarse uno resulta ser un bajorrelieve, o sea, toda una ilusión óptica. Una de las salas representa el nacimiento de Jesús, la otra simboliza su vida, y la tercera la muerte del Señor.
Además de las tres grandes bóvedas, tienen además un salón contiguo con capacidad para miles de personas, donde se realizan actividades culturales y fiestas de bodas. Todo esto a casi 200 metros bajo tierra. Este complejo salino recibe el debido mantenimiento permanente de cuatro mineros. El recorrido de ida y vuelta es de un kilómetro y medio aproximadamente.
Esta catedral data del año 1995, porque la anterior presentó fallas estructurales y no era segura. Los depósitos de sal de Zipaquirá, datan de hace 200 millones de años, cuando la región estaba bajo el mar. Al producirse los movimientos de las capas tectónicas e ir formándose la cordillera de los Andes, esas minas quedaron en tierra firme, e inclusive, fueron explotadas por la etnia Muisca, y por los colonizadores españoles que llegaron mucho tiempo después. Existe otra catedral de sal en el mundo, pero lejos de ahí, ya que se encuentra en Polonia, cerca de Krakovia, en la localidad de Wielizka.
Pero Colombia no sólo tiene depósitos de sal, sino, que también posee importantes minas de oro, y esto se ve reflejado en el Museo del Oro del Banco de la República, otro de los sitios de interés turístico. Este es un museo de tamaño más bien pequeño, muy inferior al Museo de Oro de Lima, Perú; pero que no obstante, resulta interesante y enriquecedor, por la calidad de las piezas exhibidas. La joya principal del museo es la Balsa Muisca, realizada con filigranas de oro, en miniatura, y con lujo de detalles.
De mucho mayor interés resulta el Museo Botero del Banco de la República, donde se muestran dibujos, esculturas, acuarelas, pinturas, etc., de su autoría. En los trabajos del artista caracterizados por las figuraciones opulentas, antes que obesas, muestra toda su ironía y sarcasmo; a la vez que hace galas de un gran virtuosismo en el dibujo, creando una ilusión de alto relieve y de volumen simultáneamente, en las mejores piezas. Este museo cuenta tambíen con una colección de artistas famosos a nivel mundial, desde Picasso hasta Calder, pasando por los famosos del impresionismo y de otras escuelas. Encima de lo anterior, el Banco tambíen posee una colección numismática, y otras menos importantes. Si el visitante así lo desea, puede acudir a la elegante cafetería del museo.
Este Banco administra igualmente la Biblioteca Luis Ángel Arango, de diseño modeno, y con muchas actividades de índole cultutral. No es de extrañar que sea, a pesar de los numerosos controles de seguridad, la más visitada de Colombia. Esta institución contrasta con la Biblioteca Nacional, que se nota mustia y envejecida, con muchos menos visitantes.
También se aprecia el contraste entre la Universidad Javeriana, al borde de la sierra con sus interminables escalones, done estudian los “jevitos” colombianos, y la Universidad Nacional, en un terreno totalmente plano, equivalente a nuestra U.A.S.D.
El Museo de la Nación atrae a las personas interesadas en la historia del país y en sus artes pásticas. Ahí se pueden recorrer sus 17 salas con piezas representativas del devenir histórico, desde un bastón de Bolívar, hasta piezas de animales fosilizados, pasando por cuadros de Obregón y Botero, y máscaras mortuorias de algunas personalidades nacionales.
Donde la historia cobra vida es en la Plaza de Bolívar, con la catedral a un lado, el Ayuntamiento en otro costado, y el Congreso al sur. La estatua del Libertador en el centro de la plaza, resulta pequeña para las dimensiones del espacio.
Otro lugar de interés, pero con nombre provovcativo, es el MAMBO, es decir, el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Es más bien pequeño con una colección discreta de arte contemporáneo.
Las que no son discretas son las bellas colombianas que muestran sus ombligos a pesar de las bajas temperaturas. Este país tiene una merecida fama en el mundo por la belleza de sus mujeres, que se pasean por las calles, avenidas, y centros comerciales con toda su gracia. Yo tuve la oportunidad de ir de compras a dos centros comerciales: el Unicentro, y el Santafé. En ambos pude apreciar cómo acuden los matrimonios o familias a pasear, comprar, comer, y compartir, además de las bellas bogotanas.

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