viernes, diciembre 01, 2006

LAS SIETE TÉCNICAS BÁSICAS DEL CHISME DOMINICANO

Por FAUSTINO PÉREZ

El diccionario de la Real Academia es muy benevolente con el chisme, y sólo lo diferencia del rumor, porque le atribuye intenciones aviesas al primero, en el sentido del intento de indisponer a las personas. Pero, ¿quién controla estas prácticas?, ¿dónde empieza uno y termina el otro? Una cosa es la teoría y otra muy diferente es la realidad.
De hecho, tanto el chisme así como también el rumor emplean exactamente los mismos canales de divulgación, y pertenecen por derecho propio a la llamada Comunicación Sucia, también conocida como Comunicación Negra, o Comunicación Negativa. Igualmente se los puede incluir dentro de las técnicas de la Desinformación. Incluso, se emplean como armas psicológicas de guerra, tanto en la abierta, así como también en la solapada. Y no digamos nada de su empleo en política, y en otros campos. Esto significa que no es un asunto meramente individual y personal, sino, que abarca mucho más. Y que me excuse la Real Academia.
En nuestro continente, uno de los países que más ha sufrido injustamente las consecuencias de la Guerra Sucia, es precísamente Colombia, por los muchos y poderosos intereses involucrados y por la envidia que le tienen. A dicha nación le han creado una fama muy negativa, desde presentarla como un territorio de narcotraficantes, guerrilleros y secuestradores, hasta intentar posicionarla como un país de falsificadores de dólares, carteristas expertos, y atracadores que emplean la “burundanga”. Sin embargo, los hechos demuestran que la delincuencia no es un “patrimonio” exclusivo de un país.
De todas maneras es muy difícil, por no decir imposible, el cambiar los estereotipos una vez establecidos. No obstante, y a pesar de ello, el gobierno de ese país mantiene una campaña permanente de contra-propaganda presentando cosas y hechos positivos.
Pero no se crean que eso se hace únicamente con las naciones, también se practica en contra de las personas, como una forma de frenarlas y de desacreditarlas; es decir, que se emplea la maledicencia, como arma contra la competencia. Esto se ejerce tanto a nivel personal y espontáneo, así como también por mediación de determinadas instituciones y departamentos creados para esos fines, que lo hacen sistemáticamente.
En su libro Teoría de la Desinformación, M. Fraguas de Pablo, la define como: “la acción del emisor que procede al ensamblaje de signos con la intención de disminuir, suprimir o imposibilitar la correlación entre la representación del emisor y la realidad del original”.
Lo que ocurre es que para desinformar se requiere de más inteligencia que para informar; y por ese motivo a muchos enviados, intermediarios o agentes, se les nota claramente la intención. Si alguien está desinformando y es pillado en el engaño, se le hace muy cuesta arriba el recuperar la credibilidad. Al igual que el que está mintiendo.
Cuando los indígenas nuestros descubrieron a los caucasianos provenientes de Europa en el siglo XV, estos últimos sí tenían sus intenciones claras. De esa manera se conocieron dos razas, una con una cultura totalmente oral, con un alto grado de inocencia, comparativamente hablando; y la otra, súmamente egoista, ambiciosa y envidiosa.
Al iniciarse la importación de esclavos africanos procedentes de más de un centenar de etnias, por supuesto, sin su consentimiento, se añadieron otros grupos de tradición oral a lo que ya existía, y se sabe que la oralidad tiende a aglutinar, porque el otro tiene que escuchar, y por lo tanto debe de estar a una cierta distancia de quien habla. Por ese motivo, cuando se dice: ”¿tú no sabes…?” en seguida le prestan atención a uno. En cambio la lectura, en contraposición, puede practicarse sin ninguna compañía, y la gran mayoría de las veces en silencio.
No es de extrañar que en nuestro país el rumor y el chisme sean pasatiempos nacionales, más aún que el béisbol, ya que al esparcirse por medio de la boca y ser recibidos por el oído del otro, lo que se conoce popularmente como “radio-bemba”, resultan las formas más naturales de comunicación en una cultura eminentemente oral.
Lo interesante es que en un número apreciable de casos, el rumor y el chisme producen sus efectos, y los “maledicentes” han hecho tambalear a bancos comerciales, han provocado divorcios, separaciones, y enemistades, o que no nombren a un competidor en un cargo público, o que los consumidores dejen de comprar un producto, entre otras muchas secuelas. ¡Ni siquiera los llamados Padres de la Patria se libran del mal!
Como muestra de lo que afirmo, basta con recordar cuantas veces “mataron” al expresidente Balaguer, con los rumores, antes de su verdadero fallecimiento. Un alumno mío me contó con lujo de detalles, cómo habían embalsamado a ese líder político en Miami, y me aseguró que esos datos eran de fuente segura, porque provenían de un oficial de su escolta; y mientras tanto, en esos momentos, Balaguer paseaba lentamente en toda su ancianidad por el parque Mirador Sur, rodeado de sus ayudantes, edecanes y colaboradores.
Para convencerse del predominio sensorial que tenemos, sólo hay que ir a la “Duarte con París”, para darse cuenta de la cantidad de ruidos y decibelios de músicas diferentes, que se escuchan en esa esquina citadina; este no es el país de la música, este es una música de país; o mejor dicho, este es un ruido de país.
O también, observar las motocicletas de alta cilindrada sin tubo de escape, que se desplazan por nuestras calles y avenidas, al igual que la música a todo volumen en los “colmadones”, en las “voladoras”, y en los vehículos privados, etc. Por esos motivos yo afirmé una vez que esta era la “tribu del dios oído”.
Claro está que todos esos estímulos acústicos, tanto los positivos así como también los negativos, encuentran una caja de resonancia magnífica, debido a la humedad ambiental reinante, porque esas condiciones climáticas favorecen la propagación de los sonidos. Si a lo anterior le sumamos la procedencia de la gran mayoría de los urbanícolas de este país, es decir, del campo, en primera o en segunda generación; donde la gente tiende a comunicarse en voz alta para salvar las distancias, desde mucho antes del invento de los teléfonos inalámbricos; y para colmo, debido principalmente a la ignorancia, mucha gente malemplea las nuevas tecnologías, como los equipos de sonido caseros o de autos, los i-pods, los auriculares, etc.; por esos motivos no es de extrañar que haya tanta gente en proceso de ensordecer, entre nosotros. Naturalmente que para chismear o para rumorar no se requiere hablar en voz alta, sino, que se verifiquen determinadas condiciones; lo que sí es importante es la cultura oral.
Según Allport y Postman, en su libro llamado precísamente Psicología del Rumor, la fórmula para que un rumor pueda propagarse es: I x A; es decir, importancia por ambigüedad. Esto significa que ha de tratarse de un tema importante para el recipiente del mensaje; y simultáneamente, es necesario que exista una ambigüedad informativa, para que el mensaje llene el vacío, o si se quiere, que reduzca la polisemia, como se dice técnicamente. Por ejemplo, si a alguien aquí se le dice que el precio de un camello va a subir en el Sáhara, lo más probable es que no nos haga mucho caso; en cambio, si se le comunica en tono confidencial, que van a nombrar a un íntimo amigo suyo en un cargo importante, inmediatamente cambiará su semblante, y prestará atención.
Por razones principalmente de supervivencia, la sociedad está mucho más predispuesta culturalmente a aceptar y recordar lo malo que se dice de alguien, que lo que tenga de positivo y bueno esa persona. Si se afirma que fulanito es gay, pero que es un genio; la gran mayoría de la gente aceptará sin cuestionarlo, lo primero, o sea, su preferencia sexual; y pondrá en duda, o tenderá a olvidar rápidamente, lo segundo, es decir su genialidad. La necesidad de recordar lo negativo es tan predominante, en nuestro ambiente, que mucha gente recuerda y repite cosas y hechos que son ilógicos; pero que ellos en su interés de tener “municiones” en contra de la competencia, lo dan como verdadero. Y lo malo es que lo repiten a todo aquel que pueda y/o quiera escucharlos.
En otro orden de ideas, debido a nuestra historia convulsa con tantas arritmias, y a las muchas dictaduras y tiranías que hemos padecido, se han creado las bases para un perfeccionamiento de las “industrias” del rumor y el chisme, y se ha desarrollado toda una tradición; porque la gente sabe bien que el enfrentarse a los poderes totalitarios, o supuestamente democráticos, abiertamente, puede ser peligroso y arriesgado. No estoy diciendo que el chisme y el rumor sean armas de cobardes, pero sí de gente precavida, eufemísticamente hablando, en determinadas circunstancias. Lo que está pasando en Cuba en estos momentos, provocado por la operación de Fidel Castro, demuestra lo que afirmo; ya que dicho padecimiento puso en marcha unas verdaderas “maquinarias” del rumor , tanto a lo interno de la isla, así como también, en el exterior.
Es evidente que las técnicas para chismear son aprendidas, y por supuesto, si una da resultados positivos para el iniciador del chisme, tenderá a repetirla; y entre nosotros adopta las siguientes siete variantes básicas:
TÉCNICA No. 1.- (Se adjetiviza peyorativamente, o se dice algo negativo de una persona, cada vez que se menciona su nombre; se trata del descrédito): “Fulanito, ese ladronazo, se robó todo el dinero de la Secretaría cuando era ministro”; o, “Fulanita, esa debe de tener el SIDA, porque se acuesta con todos los hombres”.
TÉCNICA No. 2.- (A base del empleo de la mentira y la calumnia más descaradas): “Yo vi a Fulanito borracho con una mujer feísima que parecía una prostituta, por el Malecón”.
TÉCNICA No. 3.- (La del confidente aparente): “Me dijo Fulanito que que tú eres un narcotraficante”. Esta técnica tiene una variante importante:
TÉCNICA No. 4.- (La del confidente aparente que empatiza con el amigo): “Ten mucho cuidado con Fulanito, que anda diciendo por ahí que tú eres un alcohólico y un degenerado”.
TÉCNICA No. 5.- (Consiste en hablar mal del que se va del grupo): “Fulanito es un pederasta, se le nota por encima de la ropa, ¿ustedes vieron cómo camina?”.
TÉCNICA No. 6.- (La imparcialidad aparente): “Yo aprecio mucho a Fulanito, es mi mejor amigo, pero hay que reconocer que es un mitómano y un ludópota”.
TÉCNICA No 7.- (Se trata de callar, deformar o modificar la información cuando alguien le cuenta algo a otro sobre un tercero): Fulanito le cuenta a Perencejo que Zutanejo es un estudiante brillante, pero que tiene el vicio de las drogas; entonces Perencejo, le cuenta a todo aquel que quiera escucharle, que Zutanejo es un vicioso de las drogas, y se calla maliciosamente, modifica y/o no se cree, lo de estudiante brillante.
Claro está que estas no son las únicas estratagemas posibles, aparte de que pueden verificarse todas las combinaciones imaginables entre ellas; y a alguien siempre se le puede ocurrir una manera diferente de hacer las cosas, con el único límite que impone la creatividad.
Hay gente con poca imaginación que dice para sugestionar a los demás: “Yo no tengo cola que me pisen”; queriendo significar con eso que nunca han hecho nada incorrecto en su vida, y/o que sus familiares tampoco. Pero eso se lo obvia fácilmente el chismoso de turno, sencillamante inventándose cualquier excusa negativa. Es decir, los hechos también se “fabrican”, o en el mejor de los casos se exageran.
Las “industrias” del chisme y del rumor tienen un futuro muy prometedor en nuestro país por varias razones: el incremento vegetativo de la población, lo cual exacerba la competencia; la involución en la educación que provoca que las cosas se hagan de peor manera, al existir menos civismo y más analfabetos; el deterioro del nivel de vida para las mayorías, y el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres; la disminución acelerada de la población de los campos, lo que redunda en el aumento de la miseria en las ciudades; la crianza sobre-indulgente que damos a nuestros hijos, lo que resulta en “ciudadanos” que no son tales; la publicidad sin control, que ofrece todo tipo de bienes que no están al alcance de las mayorías, y que acrecienta la envidia; el empleo de la adulación y la lisonja para “escalar” política y socialmente, para inflar los egos de funcionarios que no tienen la más mínima idea de cómo administrar los recursos públicos en beneficio de la población, y que encima necesitan a los adulones por la baja auto-estima que tienen; el aumento de los desocupados, y ya se sabe que el ocio es la madre de todos los vicios; aquellos que tienen acceso a las nuevas tecnologías, y las emplean perfectamente para su afición favorita de chismear; y así sucesivamente.
No es de extrañar que el “colmadón-pitekus”, y la clienta de la peluquería se den gusto practicando su pasatiempo predilecto.
Bueno, cuando decidan qué técnica van a emplear conmigo, me avisan.

No hay comentarios.: