viernes, diciembre 15, 2006

LA FOTOGRAFÍA COMO “REALITY CONSTRUCTOR”
Por FAUSTINO PÉREZ

Ya desde que Daguerre fijara la primera imagen fotográfica en Francia, después de múltiples intentos, y de que Talbot ideara en Inglaterra el procedimiento negativo-positivo, basándose también en los trabajos de otros, a mediados del siglo XIX en ambos casos, la foto ha mostrado su faceta mágica, materializada en su capacidad de recrear realidades.
El proceso que inventó Talbot, aún se emplea en la actualidad, en su esencia, sin embargo, es preciso hacer constar que la foto no es la única co-productora de realidades, pero sí una de las más populares, ya que al tratarse de “signos icónicos estáticos”, resulta más asequible y barata comparativamente que, por ejemplo, las imágenes con animación o movilidad aparente, como las proporcionadas por el cine o el vídeo. Y ahora con las nuevas tecnologías de cámaras digitales de bolsillo, y de teléfonos móviles con cámara incorporada, se ha popularizado muchísimo la fotografía. A cualquier lugar turístico importante que uno vaya, casi siempre aparece alguien para sacar fotos, y en algunos sitios es frecuente ver decenas de personas tomando fotos, simultáneamente.
Esa capacidad que tiene ahora el público de hacer fotos en cualquier lugar y circunstancia, ha hecho que el reportaje fotográfico se redefina y se redimensione, ya que en los casos de ser un hecho impredecible y/o dramático, ahí casi siempre habrá un “reportero” aficionado para dejar constancia. Esto es también válido para las tomas en vídeo.
Pero vayamos por partes: las fotos son signos porque sirven para interpretar los hechos, ya que las personas infieren y deducen cosas por los detalles e indicios que observan; si usted ve a un caballero en un vehículo caro, con un chofer uniformado, vestido con un traje caro, una corbata cara, un reloj caro, y unos zapatos caros, fácilmente deduciría que se trata de un señor adinerado, y así por el estilo; aunque podría equivocarse en el juicio, en principio se tiende a pensar eso. Son a su vez icónicos, debido a que se trata de imágenes, o sea, de representaciones; y son estáticos, puesto que carecen de movimiento normalmente, aunque se le puede añadir la animación de muchas maneras. Los signos son distintos de los símbolos, porque estos representan, al estar en el lugar de otra cosa, como ejemplo pondremos a la bandera como símbolo de la patria.
Si uno mira con un cierto grado de aumento una fotografía, podrá apreciar los puntos que la configuran, lo que quiere decir que las imágenes están formadas por puntos, visualmente hablando. De hecho, el punto, también conocido como punteado, grano, granulación, y por el acrónimo píxel (de picture element), etc., es el primer elemento del alfabeto visual, ya que existe igualmente una gramática para la imagen, lo que ocurre es que poca gente la estudia. Empero, los puntos están presentes en cualquier imagen visible, desde la pantalla de un televisor o de un cine, hasta una caricatura. Si la imagen no es visible, como podría ser un dragón o un ángel, también se las puede representar por puntos. El punto, a pesar de ser pequeñito e insignificante, aparentemente, tiene un poder descomunal en el universo de la imagen, o lo que es igual, en el mundo icónico.
El punto posee tres propiedades básicas, según Justo Villafañe, en su libro Introducción a la Teoría de la Imagen: 1ra. Puede adoptar uno entre millones de tonos y colores posibles; 2da. Tiene una forma que nunca se repite, como los granitos de arena del mar, salvo el píxel electrónico que al ampliarlo en la pantalla adopta una forma cuadrada, lo cual facilita el trucaje y el retoque en la imagen, con los programas de ordenador para el manejo digital de la imagen como el Photoshop, el Corel, etc.; y 3ra. Cabe la opción de que el punto tenga muchos tamaños diferentes.
Igualmente, hay otros elementos que condicionan e influyen en la apreciación del punto, tales como: 1ro. La distancia a que se aprecie o mire el punteado, ya que mientras más alejada de él se encuentre la persona, más tiende a confundirse con los otros puntos que lo rodean, es decir, se mezclan visualmente; si uno pone muchos puntos rojos en un soporte y les pinta encima una cantidad similar de puntos amarillos, el resultado se verá de color naranja al mirarlo a una cierta distancia. Precisamente en ese efecto se basa el puntillismo, que es una técnica que se derivó del estilo impresionista en pintura; y a su vez el impresionismo se inspiró en las láminas japonesas caracterizadas por las pinceladas “sueltas” y los colores del tipo pastel, que empezaron a llegar a Europa a mediados del siglo XIX, a raíz de la apertura forzosa de los puertos japoneses presionados por la flotilla estadounidense liderada por el Comodoro Perry, quien firmó la Convención de Kanagawa en 1854. Al pintor francés Seurat, se le considera como uno de los grandes maestros de ese estilo puntillista. 2do. La textura del soporte, porque mientras más compacta sea, mayor será la nitidez obtenible en la imagen. Si comparamos un papel periódico con un papel satinado, se comprenderá mejor lo que afirmamos. 3ro. El brillo del soporte, ya que la brillantez produce un efecto de saturación en el color, o sea, que se ve más “denso” y oscuro. Si usted compara dos libros iguales, con la diferencia de que uno de ellos tenga las cubiertas plastificadas, y el otro no, verá el efecto.
La fotografía puede ser un instrumento que en manos de una persona con sensibilidad artística, es capaz de servir para producir una obra considerada como de arte. No es que la foto, por sí sola, sea arte o no, es el artista quien puede producir un resultado digno. Por ejemplo, si un tronco de caoba, o un tubo de óleo caen en las manos equivocadas, nunca podrán crear algo que valga la pena; sin embargo, un escultor que se precie o un pintor de categoría, lograrían resultados considerables como artísticos.
Al ser tan popular la fotografía, tiende a ser menospreciada por los ignorantes de los procesos artísticos; y fue justamente John Szarkowski, el ex curador del departamento de fotografía del MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), -al publicar el prólogo de un bello libro titulado: Espejos y Ventanas, en 1978, en el que presentaba sus criterios acerca de la llamada fotografía-ventana y de la fotografía-espejo -, quien le dio un gran espaldarazo a la fotografía. Este trabajo sirvió –entre otros- para abrirle el paso a la foto en los museos del mundo, que aún se mostraban reacios.
La fotografía-ventana es la que “mira hacia fuera”, es decir, que intenta captar la “realidad” lo más fielmente posible, y los máximos logros en este tipo de foto se han conseguido con cámaras de gran formato, y ahora modernamente, con cámaras de muchos megapíxels. Sin embargo, cuando el fotógrafo estima que su mundo interior es también una “realidad” tan válida como la otra, ya que la de la foto-ventana carece de tantas variables que conforman la auténtica realidad, de ahí surge el concepto de fotografía-espejo, como un reflejo del yo-interno del fotógrafo. Al final de la introducción de ese libro acerca de la fotografía estadounidense desde los años 60, Szarkowski concluye diciendo, que la fotografía es como un eje con dos polos: en un extremo tiene la foto-ventana, y en el otro la foto-espejo, y los fotógrafos fluctúan en esa escala.
En realidad, en la fotografía física sólo permanecen los estímulos visuales, con muchos condicionamientos y limitaciones. Si nos imaginamos que estamos sentados en la playa, por ejemplo, al estar en ese lugar sentimos la brisa fresca, la textura de la arena, el ruido de las olas, de la música, y el los bañistas; y se perciben además, la temperatura ambiental, y el olor al salitre, entre otras variables; al sacar la foto, lo primero que se nota es que normalmente es más pequeña que la realidad, luego, presenta las tres dimensiones del espacio físico (alto, ancho y profundidad), en sólo dos (alto y ancho); aparte de que tampoco se siente la brisa, ni la temperatura, ni mucho menos la textura de la arena, ni el rumor de las olas; y los gritos de los niños y la bachata playera están ausentes…Sin embargo esa imagen se considera como realista. Ahora bien, si la foto copiada se toca, se siente una textura, si se huele, desde luego que posee su olor, si se muerde, aunque suene a chiste, también tiene su sabor, pero ninguna de esas sensaciones se corresponde con la realidad. Es evidente que si la foto es a blanco y negro, en lugar de ser a color, carece de más variables. Entonces, ¿dónde está el realismo?
Ningún aparato, hasta ahora, puede reproducir el perfume seductor de aquella joven que usted vio en Plaza Central, o sentir el fuerte apretón de manos que le dieron, o el pisotón que le propinó un peatón por la calle…por más caro que sea dicho aparato fotográfico. Puede, eso sí, plasmar el momento en que vio a la joven, o del apretón, o bien el del pisotón con la mueca de dolor, pero no lo que sintió.
Por otro lado, las diferentes ópticas o lentes también condicionan la foto. De las tres grandes familias de lentes, y de la subfamilia que existe, las que menos deforman el espacio son las llamadas lentes normales, y además, sacan una perspectiva similar a la real, con un ángulo de visión parecido al de la visión humana central, y con pocas deformaciones. Por su parte, los grandes angulares, al captar un ángulo ancho, como su denominación sugiere, hacen que los sujetos se vean más “alejados”, deforman el espacio, ensanchan la imagen para poder abarcar más y por ese motivo las personas se ven más gruesas; y como si fuera poco el espacio aparece “curvado”, o sea, que las líneas rectas pueden verse combadas, dependiendo del ángulo de la toma. Los ojos de pez, y los semi-ojos de pez, no hacen más que exagerar las características de los grandes angulares. Por su lado, los teleobjetivos, mal traducidos del inglés como telefotos (telephoto, en inglés), hacen lo contrario que lo grandes angulares, lo cual implica que sacan un ángulo estrecho, la imagen aparece como si estuviese “aplastada” o comprimida, y las líneas rectas salen derechas; por otro lado, los sujetos se ven más “cerca”. Entonces, ¿dónde está el realismo?
A pesar de todo, la fotografía tiene su magia innegable, y además, sirve de recordatorio de unos momentos que vivimos, de lugares visitados, de personas, incluyendo, a las conocidas, a las amistades y familiares; de hechos y acontecimientos de nuestras vidas, de unas edades, etc.; pero donde realmente la foto adquiere un poder “fetichista” comprobable, es en los casos en que el ser querido que aparece en ella, fallece. Es fácil, hacer la prueba: cuando usted vaya a una casa de visita, díganles seriamente a los anfitriones que quiere ver las fotos de algún familiar que haya fallecido para romperlas, y verá la cara de espanto que ponen; incluso pensarán que tiene algún problema mental. Y prepárese para escuchar las cosas que le dirán.
Otra variante consiste, en decirles con mucho énfasis a los dueños de la casa que las fotos que fueron seleccionadas por ellos y admiradas y exhibidas en la sala con tanto cariño, están muy feas, y ya verán cómo reaccionan. La pregunta que surge es la siguiente: ¿por qué la gente reacciona con tanta pasión si sólo se trata de unos pequeños cartoncillos plastificados?
Es tal el poder de evocación que tienen las fotos, que hay mujeres que al contemplar las imágenes antiguas “viven” en dos tiempos diferentes, por un lado están ancladas en el pasado cuando ellas eran jóvenes, bellas y atractivas, con muchos enamorados; y ahora en el presente, con sus rostros arrugados y entradas en años. Y cuando alguien las piropea por la foto, responden con ternura y hablan de aquellos tiempos. Igualmente, hay hombres que evocan permanentemente aquel cargo que tuvieron, al mirar las fotos, o bien, a la personalidad que saludaron, o que posó con ellos, y así por el estilo, los ejemplos serían interminables.
De todas formas, al ser la imagen fotográfica una especie de “corte transversal” en el tiempo, siempre está en el pasado, porque cuando uno la ve, ya el tiempo pasó. No obstante, el fotógrafo puede representar alegóricamente, cualquier tiempo que quiera, tanto el presente, así como también el pasado, e incluso, el futuro. Esto es fácil de hacer, porque lo único que tiene que concebir son unos trajes para disfrazar a los sujetos, y así representa el tiempo que quiera.
Sin embargo, la variable más compleja de una foto es precisamente el tiempo, en especial cuando se realizan efectos especiales. Por ejemplo, en cualquier clase de fotomontaje, es decir cuando se mezclan imágenes, se combinan dos o más tiempos diferentes, con dos o más espacios distintos; se fusionan el “aquí y ahora”, con el “allá después”. Sería, lo que yo llamé una vez, un “pretérito combinado”.
Si se le quitan surcos o pliegues a una cara con filtros durante la toma o con la computadora, la persona se verá más joven, lo cual implica que la cámara se convierte en una máquina del tiempo. Esto último tiene, como se sabe, muchos usos en política, aunque en muchos casos se exagera con la máquina del tiempo. Lo mismo ocurre, pero a la inversa, cuando se aplica un programa de ordenador para envejecer al sujeto. Esto último tiene además aplicaciones prácticas, sobre todo para los casos de secuestros o desapariciones, y de esa manera se tiene una idea de cómo luciría la persona después de haber transcurrido un cierto tiempo, aunque sea menos fotográfico el proceso técnico.
Si se hace un efecto de “flou” con la imagen difusa, para crear una “atmósfera” que puede ser romántica o bucólica, a lo mejor se está diluyendo o licuando el tiempo.
El mismo fotomontaje se presta para poner a las personas a “hacer” cosas que nunca hicieron, por ejemplo se le puede cambiar el marido a la esposa divorciada, que estaba al lado de ella en la foto, o ponerle el Coliseo de Roma en el fondo a alguien; y si el truco está bien hecho, apenas se nota.
En los casos en que se aplique la técnica del “barrido” o “paneo”, a base de que el fotógrafo dispare siguiendo el movimiento del sujeto, y éste sale movido pero enfocado, y el fondo aparece estriado en la foto, ¿qué ha pasado con el tiempo?, ¿ha sufrido un estirón, o resbaló, quizá? Cuando se emplea una máquina de hacer fotos motorizada, y se dispara una ráfaga de varias fotos por segundo, ¿se está “persiguiendo” al tiempo, y se escurre?
Empero, la cuestión se puede complicar aún más, y adquiere ribetes filosóficos: si se combina la imagen de una persona en positivo, con el negativo de esa misma foto, ya sería el yo y el anti-yo fundidos; o bien, el ser y el no-ser en la misma imagen. Y si se le cambia el color a la foto, ¿estoy trasladando al sujeto a otro planeta imaginario? Verdaderamente con las fotos se pueden hacer tantas cosas que llegan a desafiar la lógica y la imaginación, y ponen a uno a pensar. Y si se hace un auto-retrato de un espejo, y aparece el autor en la foto volteado de izquierda a derecha, ¿qué pasó ahí?, ¿se le dio media vuelta al tiempo?
Si después de todo lo que se ha dicho usted sigue pensando que la foto dice la verdad y nada más que la verdad, la culpa no ha sido nuestra, porque la fotografía no es más que una pura ilusión al igual que este artículo digital.

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