viernes, diciembre 01, 2006

LOS TÍGUERES NO DEVORAN MATATANES (1RA. PARTE)
Por FAUSTINO PÉREZ

Cada vez que escucho la palabra “tíguere”, yo me hago la misma pregunta: ¿de qué “tíguere” me están hablando?, porque las acepciones de ese dominicanismo son variopintas, por más que poco a poco, el término se haya ido convirtiendo en algo abstracto y genérico; de tal suerte, que todos sabemos o intuimos lo que es un “tíguere”, pero a la hora de definirlo casi nadie se aventura con una definición.
El tíguere clásico –por llamarlo de alguna manera, y que ya prácticamente no existe- presentaba las siguientes variantes principales, al adjetivarlo:
1.- EL TÍGUERE DE GALINDO: Es uno de los dos referentes principales. El adjetivo hace referencia a un sector en las afueras de la antigua ciudad famoso por las precariedades y por la lucha por la supervivencia.
2.- EL TÍGUERE-TÍGUERE: Es el otro referente. Se trata del prototipo más auténtico.
3.- EL TÍGUERE-GALLO: Aquí se resalta la gallardía, el coraje y el atrevimiento.
4.- EL TÍGUERE-CINTURITA: El énfasis recae en la coquetería masculina, y en la preocupación por la imagen.
5.- EL TÍGUERE-BIMBÍN: Éste sobresalía por sus conquistas y proezas sexuales.
6.- EL TÍGUERE-TRANCA: Era quizá, el más fuerte de carácter, a quién le gustaba imponerse.
7.- EL TÍGUERE-RANQUIAO: Era el que se había ganado su lugar en el barrio a base de la dura competencia.
8.- EL TÍGUERE-REJUGAO: Es decir, con experiencia.
Es evidente que la denominación de “tíguere”, se deriva de la corruptela del sustantivo “tigre”, lo cual ya de por sí es un dato que revela el nivel educativo, y simultáneamente, expresa la admiración por ese felino que nunca pobló nuestras tierras. Esta apreciación, también se manifiesta en el béisbol, como ya se conoce.
El tíguere-clásico incluso tenía su forma peculiar de caminar, ya que al hacerlo levantaba más el cuerpo con una de sus pantorrillas, que con la otra; además, hacía galas de una especie de “coreografía” gestual con los brazos.
El origen de este estilo se podría remontar a la época de la esclavitud, ya que al tener que arrastrar los grilletes, eso provocaba, esa especie de cojera aparente; y esa particularidad se manifiesta también en la cumbia colombiana, la cual tiene su origen en los ritmos de los esclavos, como se sabe. Lo anterior es muy difícil de probar, porque en los documentos que se conservan, acerca de la esclavitud, no se recogen estas cosas, y es más bien una especulación. Sin embargo, lo extraño es que en la vecina República de Haití, el equivalente del tíguere no ande de forma similar al dominicano. El haitiano de ciudad típico, es muy susceptible y se ofende por cualquier cosa, lo cual se manifiesta al andar. Esa susceptibilidad puede ser, asimismo, otra secuela de la esclavitud.
De todas formas el estilo del tíguere que aún perdura, se está perdiendo, principalmente, por la influencia de los medios de comunicación de masas, en especial el cine y la televisión. De vez en cuando aparecen jóvenes que caminan como el ídolo del celuloide Rambo, o bien, imitan al reguetonero Daddy Yankee, o de mil y una formas distintas; pero todas diferentes a la del tíguere-clásico. Otro que se mueve y se viste de forma desemejante es el Yow, o You, con su gran capacidad de emular a los negros estadounidenses. El dominicano que emigra hacia los EEUU, tiende a imitar a los afroamericanos, en especial sus excentricidades, extravagancias, vulgaridades y costumbres negativas, jamás las positivas; ni tampoco adopta los hábitos y prácticas constructivos de otras etnias de esa nación, normalmente. Todas esas costumbres y hábitos los trae para su terruño cuando regresa por cualquier motivo, como podría ser un viaje de vacaciones, una mudanza, una deportación, etc.
Un “tíguere”, significa mucho más que el sustantivo español: “chaval”; tampoco equivale al argentinismo “pibe”, o al “guy” estadounidense, ni mucho menos, al “patojo” guatemalteco, al “chavo” mexicano, o al “gamín” colombiano.
Es evidente que el “tigueraje” surge debido a la necesidad de supervivencia, a nuestra manera. El dominicanismo tigueraje es un concepto que engloba toda una filosofía de vida, y entre nosotros equivale a una persona lista, astuta y hábil, aunque muchas veces se pase de listo el tíguere.
La palabra “tíguere”, por igual, tiene sus variantes como el “tiguerón”, usada muchas veces para expresar admiración, cariño, o simpatía; y además tenemos el superlativo “tiguerazo”. En cambio en diminutivo: “tiguerito”, está desprovisto de toda connotación negativa, y se usa más bien en plan familiar. Por otro lado, también existe la forma genérica: el “tigueraje”. Esta última expresión es diferente del mexicanismo: la “chavada”, que más bien significa en buen dominicano: la “muchachada”.
Existen tígueres de ambos sexos, y es preciso advertir que el significado del término varía mucho, ya que puede ser una manera de expresar una conducta de una persona, para denotar que el personaje es sagaz, pero también puede ser un insulto; todo depende del tono con que se diga. Pero pongamos un par de ejemplos:
El tíguere está muy bien preparado para lidiar con la burocracia dominicana, entre otras muchas áreas. Ya se sabe que los burócratas nuestros parece que disfrutan haciéndoles perder el tiempo a los ciudadanos, dándoles largas a los trámites de sus respectivas oficinas; y en otros casos su incompetencia, corrupción, apatía y desidia, salen a flote. ¿Qué hace el tíguere?, sencillamente tiene un “pana full” o “enllave”, es decir, un contacto íntimo, cultivado con su simpatía durante un tiempo, en la oficina de turno; y en lugar de hacer fila como los demás, entonces, él penetra por una puerta lateral y resuelve su trámite en poco tiempo. Los demás tienen que soportar todo tipo de humillaciones y excusas peregrinas, y encima, tienen que pagar más caro por el servicio público.
El otro día estaba yo en una parada de esos autobuses que viajan al Cibao, y quince minutos antes de llegar el autobús al estacionamiento, llegó una joven con todos los periódicos gratuitos en la mano; puso su maleta justo al lado de donde queda la portezuela del maletero del bus al aparcar, y se puso en fila antes que los demás, porque ella sabía dónde se iba a detener. De esa manera logró el mejor asiento del transporte, y pudo empaparse de todas las noticias con comodidad. A todo esto alguien comentó por lo bajo: “¡qué tiguerona!”

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