viernes, diciembre 01, 2006

SUPERMAN REGRESA….COMO PSIQUIATRA ESTA VEZ

Por FAUSTINO PÉREZ

Quién le iba a decir al “hombre de acero” que iba a regresar a la pantalla grande en un rol de “psiquiatra” de una ciudad como la de New York, todavía perpleja y desmoralizada por el atentado a sus Torres Gemelas del Centro Mundial del Comercio, del downtown newyorkino, en el 2001, que costó la vida a casi tres mil personas y destruyó uno de los dos principales emblemas arquitectónicos de la gran urbe, siendo el otro, el edificio Empire State, de la Quinta Avenida.
Ya en el 1971, Ludovico Silva había acusado al superhéroe más popular de todos los tiempos, en su libro: Teoría y Práctica de la Ideología, de ser esquizofrénico porque llevaba una doble existencia, en sus papeles de reportero del Daily Planet, y de salvador de la humanidad, simultáneamente, y que por lo tanto tenía una personalidad escindida; además, lo señalaba por su faceta de homosexual, ya que su amor por Lois Lane era más platónico que otra cosa, y por la reiterada necesidad de dejarla plantada cada vez que tenía que actuar como Superman. De todas formas, el
criterio de Silva es una necedad, porque ese es un amor carnalmente imposible, al ser Superman de otro planeta, lo único que con rasgos humanoides; y por otro lado, cuando fue creado en 1932 por el dibujante-artista canadiense Joe Shuster y el guionista-escritor estadounidense Jerry Siegel, no existían las luchas y conflictos por las reinvindicaciones de los gays y lesbianas. Ni siquiera cuando fueron cedidos los derechos de Action Comics a DC Comics en 1938.
Ya Lois ha cambiado durante la ausencia, y cuenta con el aval de un Premio Pulitzer de periodismo, por publicar un artículo, precisamente acerca de Superman, en el que lo denuesta, titulado: Por qué el mundo no necesita a Superman.
Ahora en la película Superman Regresa, el héroe de ficción es instrumentalizado, entre otras cosas, para elevar la moral de una metrópoli atada a su pasado reciente, que no olvida el haber sido considerada en su época dorada como la “capital del mundo”. Todo esto implica que Clark Kent, alias Superman, uno de los grandes iconos de la cultura popular, cambia de rol protagónico, y en vez de resaltarse su existencia dual, se le puede contemplar salvando un avión que se iba a desintegrar por el exceso de velocidad al no poder desacoplarse del transbordador espacial que iba a lanzar, en el cual viajaba como periodista invitada su amada Ms. Lane, y lo “aterriza” con toda delicadeza en medio de un estadio de béisbol repleto de público, que lo aplaude a rabiar por su hazaña; y en otras escenas, se le aprecia salvando a gente que se lanza despavorida desde un rascacielos, asustada por el terremoto provocado por el surgimiento de un nuevo continente, gracias a la intervención cuasi-milagrosa del “malo” del film Lex Luthor, aprovechándose de los “poderes” del cristal de roca. Ambas situaciones tienen, claramente, reminiscencias de lo que ocurrió durante la hecatombe de las Torres Gemelas, naturalmente, con sus diferencias, para no ser tan directos. El guionista se aprovecha del trauma que quedó en el inconsciente colectivo, a raíz de la desgracia, independientemente de su utilidad como ardid propagandístico, y funciona como un bálsamo psicológico. A estas alturas, en un mundo convulso y violento como en el que vivimos, y con la fama y el tiempo que lleva como protagonista, a Superman lo han convertido en una terapia necesaria, o más bien, en un terapeuta imprescindible; además de ser un “producto” idóneo para ser exportado, imitado y, por supuesto, rentable.
Desde el punto de vista de la mercadotecnia, había que solventar el estigma de personaje gay, y en esta película, Superman se ve envuelto en un triángulo amoroso, ya que Lois está casada y con un hijo. Y todo por dejarla abandonada, sin despedirse siquiera. La excusa que expuso fue que estaba averiguando algo en su planeta de origen llamado Krypton. No obstante, en el guión, aparte de los celos envueltos, se insinúa que el niño, llamado Jason, es hijo del superhéroe, y dejan abierta la posibilidad, para futuras producciones de la saga, que el pequeño herede los poderes del ídolo de las multitudes.
También, se emplea otro recurso que dio unos excelentes resultados en las ventas, en la versión del Superman en cómic, en 1993, puesto que nuestro protagonista aparentemente muere, con la diferencia de que en la publicación, el “hombre de acero”, aparece con su traje hecho jirones, pera luego reaparecer en otros cómics, con sus facultades privilegiadas modificadas; y ahora, exhibe su musculatura al ser despojado de su indumentaria, en el hospital donde fue trasladado de urgencia. Sin embargo, el beso de su adorada lo trae a la vida de nuevo, cual efecto mitológico, y las secuelas negativas de la kryptonita, robada en un museo, queda en el recuerdo, al igual, que la golpiza que le propinaron.
Son 154 minutos de acción y de unos maravillosos efectos visuales, que no permiten el aburrimiento en ningún momento. Se espera que sea un éxito de recaudación, porque tal como se ha afirmado en repetidas ocasiones, la “S” de Superman, sólo se diferencia del signo $, del dólar, en poca cosa.

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