sábado, diciembre 23, 2006

SU NOMBRE ES BOND, JAMES BOND

Por FAUSTINO PÉREZ


Cuando el conocido ornitólogo James Bond, nacido en Philadelphia en el 1900, hacía sus trabajos de campo observando el vuelo y clasificando las aves del Caribe insular con sus prismáticos, nunca le pasó por el cielo de su imaginación, que su nombre iba a quedar asociado durante tanto tiempo, nada más y nada menos que con un espía británico de ficción, con “licencia para matar”.
Autor del texto Birds of the West Indies publicado en 1936, el mejor libro en su época, aunque ya superado, el auténtico James Bond era conocido del escritor británico Ian Fleming, otro observador de aves, quien vivía en Jamaica, pero que era solamente aficionado a la avifauna; y el nombre del experto en ornitología, Bond, le pareció que era perfecto para su personaje de novela, ya que le sonaba muy masculino y a la vez era un apelativo corto y corriente, fácil de memorizar. De esa manera nació el segundo James Bond, pero esta vez como personaje ficticio, aparecido en el 1953 en su novela Casino Royale, al servicio de su “Majestad Británica”; el mismo título que tiene la película más reciente del personaje creado por Fleming, y que corresponde a la vigésimo primera entrega de la serie.
La Gran Bretaña compite con Rusia por el “título” de ser el país más idóneo en el mundo, y el lugar más apropiado para ambientar las historias de espionaje, tanto las reales así como también para las ficticias. En ambos casos se debe a tres factores principales: en primer lugar por el clima brumoso y húmedo en el caso del Reino Unido y excesivamente frío en Rusia; como secuela de lo anterior, esos fenómenos naturales convierten a las personas en sujetos muy introvertidos, metódicos, cerebrales y calculadores, y esa reserva de carácter es ideal para guardar secretos y para idear tramas, pero también se manifiesta en la estricta educación que reciben los ingleses y en la afición por el juego de ajedrez entre los rusos.
Y en tercer lugar, en la época en que apareció la novela de Fleming, es decir, en el período post Segunda Guerra Mundial, ya la competencia entre las grandes potencias de la época estaba tomando cuerpo, lo cual explica en parte su éxito; y esa rivalidad se manifestaba básicamente en las coaliciones militares, en la propaganda ideológica, en la guerra psicológica, en los ámbitos militar e industrial, en el desarrollo tecnológico, en la carrera armamentista, en las guerras secundarias, en la carrera nuclear, y en el espionaje. Los gastos en programas de defensa se incrementaron enormemente, e incluso, a esa etapa se la bautizó como la Guerra Fría.
Sin embargo, cuando una serie cinematográfica se mantiene durante más de cuarenta años, se hace necesario el indagar en sus claves para comprender el “fenómeno” de masas, porque ya la Guerra Fría quedó atrás, y todavía siguen siendo exitosas esas películas. Esto implica que sus realizadores han logrado mantener al público de antes, e igualmente, han sido capaces de añadir nuevos “fans” pertenecientes a otra generación.
No no olvidemos que Inglaterra es el país de Agatha Christie, la escritora de novelas de crímenes y misterio que más ejemplares ha vendido en el mundo; allá también nació John Profumo, el ministro que tuvo que renunciar en 1963 por un affaire de faldas y espionaje soviético, que se suponía ponía en peligro la seguridad nacional con ese triángulo amoroso. También es la patria de Kim Philby, que aunque nacido en la India, trabajó como agente doble en su alto cargo de la Inteligencia Británica, y cuando fue desenmascarado tuvo que exiliarse en Moscú. El daño que causó afectó a la CIA estadounidense, al servicio MI6 británico, y benefició a la antigua KGB soviética, hoy convertida en la FSB…
Hay ingleses más conocidos en el mundo, quienes trabajaron en el campo del espionaje, como Baden Powell, el fundador de los Boy Scouts, quien hizo labores de inteligencia en el siglo XIX; también, el escritor Somerset Maugham, realizó funciones como espía, y sin ir más lejos, el mismísimo Ian Fleming.
A los británicos parece que el espionaje les persigue, ya que este año en que se estrena la nueva película de James Bond, asesinaron en Londres a Alexander Litvinenko un ex agente de la KGB en circunstancias misteriosas, propias para un film del género, con una sustancia radiactiva llamada polonio 210.
Debo de confesar que la primera cinta de la serie, titulada: Dr. No, fui a verla a regañadientes casi, porque no tenía nada que hacer esa tarde dominguera, y en Nueva York a veces hace tanto calor en verano, que resultaba mejor pasarse el resto del día en un ambiente climatizado que en la calle. Además, un amigo de origen polaco, que era un “teenager” al igual que yo, me la había recomendado. El hecho es que la película ya llevaba más de un año en cartel cuando fui a verla, con el local casi lleno. Recuerdo que lo primero que hice dentro del cine de sesión continua fue echarme una siesta, no por vagancia, sino porque estaba muy cansado por la falta de sueño, y de estudiar, trabajar y divertirme. Cuando se me pasó la modorra a medias, empecé a prestarle atención a la película, y así entre un rato de sueño y otro de vigilia pude verla completa.
Así el relativamente desconocido Sean Connery, y la chica playera del bikini blanco, Ursula Andress, una de las “sex symbols” de la época, iniciaron esta larga serie, en una playa jamaiquina, al haber sido enviado Bond a investigar unas misteriosas desapariciones. En total, Connery actuó en siete películas de la serie, siendo la mejor, sin lugar a dudas, Desde Rusia con Amor, el segundo film, estrenado en 1963.
Todas las películas subsiguientes de la serie han contado con los mismos “ingredientes”: mujeres bellas peligrosas y seductoras, escenografías fuera de lo corriente, y paisajes espectaculares del mundo, lugares exóticos, autos deportivos de lujo, toda clase de artefactos de última generación, efectos especiales novedosos, armas personalizadas, música original para cada film y un tema básico para la serie; mucha acción y suspense, traiciones, intriga y misterio, ambientes cosmopolitas, villanos malvados y poderosos, lugares refinados y propicios para la ludopatía, algo de superstición y de rutina, una mezcla de realidad y fantasía, y sobre todo, siempre se respetan las tradiciones británicas…aparte, claro está de que James Bond es un connoisseur de los placeres de la vida, con mucha elegancia y “mundología”, y mucha más suerte, habilidad, y lo último en tecnología a su disposición, para escapar de los peligros que lo acechan siempre.
Es importante destacar que desde la vertiente ideológica, y como producto de la época en que Fleming escribió sus novelas, Bond mata, eso sí, pero por una “causa noble”. Esto implica que no es un vulgar asesino, sino un profesional altamente capacitado para sus funciones de espía, al servicio del Imperio Británico, y de sus aliados occidentales. Curiosamente, no deja de ser una serie muy racista y clasista, a pesar de tantos éxitos y aceptación a nivel mundial, en la que los buenos, victoriosos, listos y hábiles, que son prácticamente los dueños del mundo, son siempre caucasianos, bien parecidos y anglosajones; y los malos, perdedores y que cometen torpezas, son feos, y pertenecen a razas exóticas, o no son aliados a los anglosajones.
En las películas de James Bond se manipulan hábilmente los estereotipos, y contando con unas audiencias condicionadas previamente durante años por los mass media, logran imponer el producto cinematográfico. Poco a poco sus productores se han ido adaptando a las nuevas realidades, para lograr un film que tienda a ser “políticamente correcto”; por ejemplo, introduciendo en el bando de los “buenos” a otras razas, pero aún así no lo logran plenamente, porque las novelas originales fueron concebidas con otra mentalidad, y lo que se inició como instrumento de una guerra psicológica, tiene que seguir siéndolo para no desvirtuarse.
Daniel Craig quien debuta como James Bond, ha sido el sexto actor elegido para recrear la figura del espía británico. Naturalmente, que todos los que han personificado a Bond después de Connery, inevitablemente son comparados con éste, lo cual parece inevitable, ya que el actor Sean Connery fue el primero en darle corporeidad.
Este actor de mirada “laseriana” representa un giro muy importante en la serie, porque en lugar de ser un espía refinado y con clase, proveniente de una universidad prestigiosa, ahora es un plebeyo cuyo acento del inglés lo delata, y que no sabe llevar un traje de Savile Row. Aunque Bond sigue pidiendo caviar Royal Beluga de Norte del Caspio, y su martini característico, ya no es lo mismo. Ese interés de “democratizar” la imagen es una apuesta hacia el futuro, pero ya no es el James Bond que todos conocíamos, ahora es otra “cosa”. Todos los protagonistas del celuloide y de la ficción tienen sus poderes, propiedades y características; por ejemplo, todo el mundo sabe que Spiderman se cuelga boca abajo, y que hace tal cosa o la otra, o que Superman vuela y la kryptonita le quita los poderes; pero si se cambian las reglas la audiencia se queda perpleja.
También se han eliminado varios personajes que ya eran tradicionales, como por ejemplo: Moneypenny, que era la secretaria que siempre suspiraba por Bond en la oficina del Servicio Secreto; tampoco aparece el experto en armamentos sofisticados que siempre le mostraba al protagonista las armas a su disposición…y así por el estilo. El vehículo deportivo de alta cilindrada del protagonista, que antes era la sensación de las audiencias, ahora tiene un desfibrilador que salva al héroe de un paro cardíaco, y cuando lo conduce, rápidamente tiene que inutilizarlo volcándose para no atropellar a la coprotagonista, que luego resulto una traidora, después de haber enamorado a Bond, hasta tal punto, que presentó su renuncia al Servicio Secreto. Esto significa que el auto apenas se vio.
La edición de las escenas de acción es impecable, y los diálogos son muy sutiles e ingeniosos, pero tiene secuencias ilógicas, porque si al protagonista le ponen una sustancia en el martini, que lo marea y le produce el paro cardíaco, no es muy normal que después que reviva y se reanime, vuelva al juego fresquecito, sin averiguar qué le pasó. Si sale con una herida en la cara, con la sangre chorreándole, no puede salir en otra escena como si nada le hubiese ocurrido. Tampoco se ve bien que al estar torturándolo, golpeándole los testículos, Bond, después de quejarse por el dolor, se le ocurra un chiste. En una película de humor, estaría bien, pero no en ese género, aunque resulte gracioso. En Inglaterra es inconcebible que un espía penetre sin permiso en el apartamento vacío de la jefa suprema sin permiso; naturalmente que ese interés de presentar a un James Bond irreverente, es otro ardid para acercarlo a la audiencia.
Esta película de más de dos horas y cuarto de duración, le dedica demasiado tiempo a la partida de cartas, o sea, que Bond pasa casi un tercio del film en interiores, jugando al poker en un casino. Esto no significa que los paisajes espectaculares no aparezcan, ni que las ciudades y países, como, Praga, Uganda, las Bahamas, Londres, Venecia, Montenegro, etc., no se vean, pero no lo suficiente.
En el aspecto erótico, que siempre ha sido un área al menos insinuante en la serie, deja mucho que desear, y no es por falta de “material”, es por el guión. Ya la famosa cicatriz de Bond en su espalda que daba pie para tantas anécdotas, ni se menciona.
El guión de Casino Royale, me recuerda una muñeca matryoshka rusa, de esas que tienen muñecas dentro de las muñecas, porque en la película se producen una secuencia de traiciones, es decir, un traidor, que a su vez traiciona al anterior, y ese traiciona al otro…, es toda una cadena de traiciones.
Esta es la más reciente película de la serie de James Bond, pero el otro Bond desvirtuado, no el que conocíamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante Faustino. Casualmente escribí algo sobre la película en mi blog y coincidimos en muchos puntos, aunque no en todos.

Saludos!

Anónimo dijo...

Ah! Se me olvidaba comentarte que para los fines este es el primer James Bond, pues Casino Royale fue la primera novela sobre este espía británico.No se trata de una precuela,mucho menos de una secuela,es solo una línea narrativa nueva. Darle seguimiento como si fuera continuación o no de las otras es para volverse loco...por qué es Judy Dench "M" todavía? Por qué extraña la Guerra Fría si este es el primer Bond? Si te fijas hay algo de continuidad en la imaginería Bond...como por ejemplo el Aston Martin Clásico que pierde Dimitrios en las Bahamas, muy distinto al otro de Montenegro...y estoy de acuerdo en lo que dices...se le da poca importancia a los vehículos ahora.

En realidad se pasa mucho tiempo jugando cartas...pero esa es laparte importante de la película...todo gira en torno al resultado de una partida,lo cual es algo medio pendejo...si es el banquero de los terroristas...por qué esperar al resultado de esa partida si ya estaba quebrado? Qué tal presionarlo por su asociación al terrorismo, tan condenado por elmundo sobre todo luego del 9/11? Pero la película es entretenida, que es lo que pretende la franquicia, no más de ahí. De nuevo, gracias por compartir tus pensamientos en tu blog.